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Ver día anteriorMiércoles 7 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Alemania y la radiografía de la crisis en Europa
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iversos estudios sobre el desempeño de las economías europeas revelan que el estallido de la crisis en Europa se debe a dos factores. En primer lugar, la inestabilidad inherente a las economías capitalistas. En segundo, a una integración monetaria mal concebida que imposibilita el uso de la política macroeconómica. En el centro de este proceso se encuentra un sistema de desequilibrios internacionales y una carrera para deprimir el nivel de vida de los trabajadores en todos los países de la Unión Europea.

A continuación se presenta el resumen de una comparación de los indicadores macroeconómicos de Grecia, Portugal, España, Irlanda y los de Alemania entre 1995 y 2008-2010. Para ahorrar espacio, denominamos al primer grupo la ‘periferia’. El análisis revela que la crisis tiene poco que ver con un supuesto brío de la economía alemana y su contrapartida, una hipotética ineficiencia de los países de la llamada periferia.

Para abrir boca, Alemania acusa una tasa de crecimiento relativamente mediocre durante los últimos 15 años. Grecia, Irlanda y España mantienen tasas de crecimiento superiores a las de Alemania entre 1996 y 2010. En materia de desempleo se nota una cierta convergencia entre la periferia y Alemania a partir del año 2000. Sorprendentemente el desempleo en Alemania se mantuvo relativamente alto en la década de los noventa (un promedio de 7.5 por ciento de la PEA), aumentó (hasta 10.8 por ciento en 2005) y después recuperó los niveles de los noventa.

Contrario a lo que se piensa, la tasa de inversión no residencial en Alemania se mantiene baja en todo el periodo (en promedio 13 por ciento del PIB). En los demás países considerados se repite la misma pauta y sólo cuando se considera la inversión en bienes raíces, los indicadores se disparan. La razón es que en países como España e Irlanda la inversión estuvo condicionada por la burbuja en el sector de bienes raíces.

El otro componente de la demanda agregada, el consumo, se mantuvo relativamente estable (como porcentaje del PIB) a lo largo del periodo. Las excepciones son Portugal y Grecia, países en los que aumentó el consumo privado después de la introducción del euro. Por ese motivo, el ahorro privado en esas economías es negativo a partir de 2005. España e Italia también experimentan una caída en la tasa de ahorro. En Alemania el consumo permanece estable a lo largo de todo el periodo. O sea que ni la inversión ni el consumo son fuentes de crecimiento económico en ese país.

El endeudamiento de los hogares mantiene una tendencia uniforme al alza. Las bajas tasas de interés debido a la política monetaria del BCE permitieron a la clase trabajadora incrementar su endeudamiento. Detrás de este fenómeno se esconden graves problemas estructurales. Entre 1995 y 2009, la deuda de las familias en Grecia y España pasa de 10 a 60 por ciento, y de 40 a 88 por ciento del PIB, respectivamente. El caso de Alemania nuevamente es sobresaliente: el endeudamiento de las familias se mantuvo estable porque el consumo fue débil y tampoco se presentó una burbuja sobre bienes raíces.

Lo más importante en estos países es la reducción de los costos laborales a raíz de la unión monetaria. La integración europea buscó imponer una mayor flexibilidad en el mercado laboral para lograr este objetivo, pero el caso de Alemania es sobresaliente. A partir de la reunificación, el capitalismo alemán tuvo acceso a una fuente de mano de obra barata. La reforma laboral le permitió comprimir la norma salarial al mismo tiempo que aplicaba una reforma laboral sin demasiada protesta. En cambio, en Grecia, Italia, España y Portugal el movimiento sindical hizo mucho más difícil la compresión salarial. O sea que si los trabajadores en Grecia, España y Portugal, tienen una compensación laboral superior a la alemana, eso se debe en buena medida a que Berlín tuvo más éxito en su afán de comprimir los costos laborales.

La otra dimensión del problema está en la sobrevaluación cambiaria de los países de la periferia al momento de concretarse la unión monetaria. Para los promotores del euro, esto era bueno porque contribuía a una tasa de inflación reducida y fortalecía a la moneda común en su lucha contra el dólar. Pero Alemania eliminó de un plumazo la competencia de esos países (algo que le interesaba desde tiempo atrás porque dos terceras partes de su comercio es al interior de la eurozona). Emergieron así los déficit estructurales en la cuenta corriente de los países de la periferia y el superávit de Alemania. Nada tienen que ver la competitividad alemana con su patrón de inversiones, o con la introducción de nuevas tecnologías.

En síntesis, Alemania mantuvo bajas tasas de inflación, un crecimiento mediocre y un nivel relativamente alto de desempleo en los años que antecedieron a la crisis. Su única fuente de crecimiento es el sector exportador, lo que impone una pesada carga sobre sus vecinos en la periferia. En el corazón de la crisis europea se encuentra el mediocre desempeño del capitalismo alemán desde la reunificación.