Opinión
Ver día anteriorViernes 2 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Espacio previo al nacer con Dulcinea
E

spacio vida anterior al nacimiento con esa Dulcinea hermosa, ojos grandes y rodeados de un sombrío cerco de pestañas negras, en cuyo fondo brilla el punto de luz de su ardiente pupila en una noche oscura. Reina labios de pecado que se encienden y parecen rojo fuego recortados en la tez morena pálida. Transparente radiografía de la mente atrapada por la tristeza. Anuncio de vago despertar del deseo insatisfecho, promotor de un espacio de sólo dos. Orgía de huellas que empujan a un nuevo espacio corren por venas hirvientes como olas del mar, sin nacer, sin origen, azotándose contra los peñascos, entre espumas que turban y generan alucinaciones en ese espacio, teñido de luz enceguecedora coloreada por rayos de sol de melodía, que oscilan al compás de nuestros cuerpos quebrándose como olas de sangre por la herida abierta de la ternura.

Fuego sagrado en cuchillos encarnación que perdura de las que salen palabras que se lanzan por el torrente de su pecho, despiertan otras que riman en el fondo de la memoria el nudo de arterias profundas. Revoloteo de puntas en la entrada de las entrañas. Vuelo de papeles de colores recortados, amarillos y anaranjados, que son uno solo sobre su pecho, lanzándose a vagar por el espacio inencontrable, adheridos sin saberlo a los brazos que jugados al unísono en cante mayor son pieza fundamental del cante grande, del ir y venir, y palpitar de pechos, vértigo alrededor de los círculos en el aire para ir y regresar, cantando cantares manchegos, meciéndose en el viento, agrietados por el nuberío del cielo, al quiebre del ritmo que brilla en la sombra de la noche y parpadea, calor incandescente, con sabor a vinillo de la tierra, en la noche aluzada.

Origen sin origen del diálogo quijotesco delirante que eterniza la ilusión de un instante en la callada soledad que excita la melancólica. Memoria bajo la copa del pecho velado con el mágico manto misterioso. Tierna lumbre, rica como ninguna, danza fugaz que vuela al compás de los ecos presurosos que llaman la mano acariciadora sobre la piel, gira y gira, bajo el mantoncillo leve que tiende los brazos como puntas para jugarlas al unísono en el acaricie lento, vibra de tonalidad exacta, melodía morena, sin estridencias, aguda, modulada, sensible, que proviene de la capa interior de la piel que es la del cante y el delirio, sutil y lleno de claro oscuro. Sueño que sirve lo mismo a la libertad que a la muerte, bajo la capa del arranque de sus pechos, que acarician despacio, seguido, lento.

Cuerpo fantaseado al seguir el mío de día como de noche, es sangre abrazada a la cintura quemante, como hierro candente. Morena que me incita con fantástica chispa, y oscila al compás del movimiento del cuerpo, sólo deseo insatisfecho, como todos los deseos. Estados mentales idealizados de exaltación en goce delicioso de sensaciones, como ráfagas huracanadas o caballos desbocados entre árboles, rocas que pasan como exhalación para concentrarnos, en ti que eres mi cuerpo.

Encuentro de límites inencontrables; besarte sin besar, acariciarte sin tocar, amoldándose a la intimidad estricta deseante como si fuésemos una misma forma mental. Muslos insinuados en un juego de curvas, que anuncian una belleza que mañana será complejidad que pueda volverse poesía, puerta del cielo, para abrir el abanico morado rosado, perdido en los campos de terciopelo, cinta de leche, trenzada en múltiples lazos naranja y amarillo.