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Echado del SNTE en 1989, Carlos Jonguitud murió ayer

Gordillo acude a despedir a su antecesor, derrocado por Salinas

Yo la hice, solía decir el ex guía moral del magisterio al referirse a ella

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Velorio del ex líder del SNTE Carlos Jonguitud BarriosFoto Alfredo Domínguez
 
Periódico La Jornada
Miércoles 23 de noviembre de 2011, p. 10

Solía tener una rubia y una morena, los besos y arrumacos del dinero y el poder; frases que condensaban la sabiduría de los dinosaurios del PRI; guardaespaldas en tropel y decenas de títulos nobiliarios. Carlos Jonguitud Barrios era profesor y licenciado, líder único y asesor permanente, líder natural del magisterio, guía moral de los mentores y, claro, presidente del buró político de Vanguardia Revolucionaria.

Antes que él, sólo Jesús Robles Martínez concentró todo el poder en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Después de él, sólo Elba Esther Gordillo. Tres caciques en 68 años.

Jonguitud murió ayer, como dirían los cronistas, tras larga y penosa enfermedad. Su llegada al poder se dio por un solo voto, el del presidente de la República. Su caída, igual.

En 1989, una vasta movilización magisterial ofrece la oportunidad. Carlos Salinas no se sacude aún el polvo de El Quinazo cuando decide el destino del hombre fuerte del magisterio.

Jonguitud recibe la noticia en la Secretaría de Gobernación, a cargo entonces de un viejo zorro veracruzano. Zorruno también, el entonces líder del SNTE juega más que evade: Yo no soy el secretario general, ¿a qué renuncio? Tiene razón. Trece años atrás, el potosino ha dejado su cargo formal en el gremio: ¿es renunciable el cargo de guía moral del magisterio nacional?

La fallida resurrección de los muertos

Jonguitud y muchos otros dirigentes de Vanguardia se juegan su última carta en 1993. Una entrevista buscadísima por Cristina Renaud desata el avispero y coincide con el anuncio de la creación de una nueva corriente sindical. Las reuniones en varios estados culminan en junta nacional. Unos mil ex vanguardistas en el salón Riviera de la ciudad de México, el 13 de noviembre de 1993. Al día siguiente publican un desplegado: corrupta y autócrata, llaman a Gordillo. La firma más destacada es de Antonio Jaimes Aguilar, ex secretario general. El maestro Jonguitud prefirió no firmar, dice a este reportero el propio Jaimes, muchos años después.

Gordillo contrataca en la prensa: Personajes, grupos y fracciones gubernamentales o partidarias... alientan la esperanza de la resurrección de los muertos.

Las secretarías de Gobernación y de Educación Pública regalan un comunicado a la profesora, ensalzando su representatividad y legitimidad.

Unos cuantos días después, Jonguitud solicita licencia en el Senado, aduciendo motivos de salud, pese a que su miastenia grave estaba bajo control.

En una entrevista publicada en enero de 2009, Jaimes asegura que tras el episodio de marras fue secuestrado y llevado a San Antonio, Texas, por agentes del gobierno de Salinas. Dice también que Jonguitud corrió su suerte, y que al profesor y licenciado sólo le permitieron volver a México con la condición de que no abandonara su rancho, en Veracruz. También cuenta entonces que unos meses antes, Jonguitud había sido sometido a la extracción del timo, una cirugía que suele aconsejarse para su padecimiento. Tiene que tomar cortisona de por vida.

Todo el poder, todo el dinero

Maestro rural, Carlos Jonguitud sube toda la escalera político-burocrática desde los 50: es ayudante, secretario de segunda, presidente del comité de vigilancia, secretario general del SNTE y de Organización del PRI nacional. Luego es director del Issste, gobernador de San Luis Potosí y senador.

En 1976 deja formalmente el cargo sindical, pero sólo para ser presidente vitalicio de Vanguardia Revolucionaria. Desde ahí pone en la secretaría general a compadres y empleados. La única amiga que no merece esa distinción es Elba Esther Gordillo, con quien ha sostenido también una relación personal. Desde las alturas de la riqueza y el mando, decreta: A las mujeres, ni todo el dinero ni todo el poder.

Se hace del cargo, por otras vías

Quería llegar, pero no así, confesaba Gordillo en sus primeros –ya perdidos en el tiempo– años al frente del sindicato.

Tampoco quería terminar así el profesor y licenciado, echado por la misma fuente que lo había encumbrado 17 años atrás: el presidente de la República. Luis Echeverría paga el golpe gansteril a Robles Martínez. Carlos Salinas pasa la factura.

Esa desgracia ha de acompañarlo a la tumba. En los informes de radio y de prensa, Jonguitud no es el guía moral. Es apenas el antecesor de Elba Esther.

La flaca y El Diplomático

Gordillo ha contado y recontado la historia de su relación con Jonguitud, aunque desde su arribo al poder no lo menciona por su nombre. Cuando se refiere a él dice: el señor.

Durante mucho tiempo, la maestra deja correr la historia de que ella se puso respondona en un congreso de la sección 36, para llamar la atención del líder: Tráiganme a esa flaca, decía que dijo.

Unos años más tarde cuenta otra versión: que ella quiere conocerlo, cuando Jonguitud es secretario general de la sección 9; que ella y una amiga lo buscan y lo interceptan en la calle, coche a coche. Las invita a un bar.

La versión coincide con la contada por Jonguitud a los reporteros Rosa Elvira Vargas y Jenaro Villamil: Nos fuimos al Hotel Diplomático, que tenía un buen restaurante.

En esa misma pieza periodística, sugiere que Gordillo y su grupo tuvieron que ver con el asesinato del profesor Misael Núñez.

Allá y acullá, Gordillo presumía sus manos limpias, aunque nadie le preguntara. Eran sus primeros tiempos en el poder, cuando aún jalaba aire para referirse al potosino: Sí, lo quise mucho.

A Elba Esther yo la formé, yo la hice, era la frase del ex líder, herido su orgullo machista, la revancha del hombre que tuvo en su oficina una mesa enorme y fuerte, para que hicieran pasarela las aspirantes a una plaza.

Riñas personales

La víspera de su caída, Jonguitud concede una entrevista a una agencia de noticias. Mira con enfado a la cámara. Le preguntan sobre los asesinatos de maestros disidentes a manos de vanguardistas: Efectivamente, en Chiapas hubo un lamentable accidente, y en el valle de México hubo otro. Pero esos dos casos son esporádicos. Claro, posiblemente en una cantina mueran un maestro o un campesino, pero por dificultades o riñas personales que no tienen nada que ver con la organización.

En su paradójica hora final, los dirigentes hechos en los últimos 22 años y los jefes del Partido Nueva Alianza han de pensar que la despedida del profesor no tiene nada que ver con la organización.

En la entrevista citada, Jaimes Aguilar dice haber visto a Elba Esther Gordillo sólo una vez después de la caída del profesor. En un desayuno en la casa de la maestra, a mediados de los 90. Tal vez ella quería tender un puente con su pasado, porque dice que sonreía cuando le preguntó: ¿Verdad que mi gestión se parece mucho a la del maestro Jonguitud?

Anoche, con férula en el pie izquierdo, la maestra hizo guardia ante el féretro del maestro.