Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de octubre de 2011 Num: 867

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Regalo
Jaime Caballero

Tocando esta juventud
Nikos Karouzos

Tomas Tranströmer: un compromiso con la luz
Ana Valdés

Un Alfonso Reyes llamado Nicolás Gómez Dávila
Ricardo Bada

El tirano democrático
y la libre servidumbre

Fabrizio Andreella

Cien años de La muerte
en Venecia

Enrique Héctor González

El doble rostro de Doble R
Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Alonso Arreola
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Lorca y Jazz en el Zócalo

“La luna vino a la fragua/ con su polisón de nardos./ El niño la mira mira./ El niño la está mirando.” Así comienza el “Romance de la Luna, Luna”, primero del inmensurable Romancero gitano, de Federico García Lorca. Pleno de música desde su inicio, lleno de canto y danza y repeticiones y exclamaciones en octosílabos:  “Huye, luna, luna, luna”, dice la criatura; y ella: “Niño, déjame que baile”; y Lorca:  “El jinete se acercaba/ tocando el tambor del llano” (¡qué imagen para el ritmo de la bestia destruyendo la distancia, el silencio de la noche!). “Cómo canta la zumaya,/ ¡ay, cómo canta en el árbol!”

Incondicional de la pena y duende gitanos, Lorca fue también un adicto a la música (se sabe de poetas que no lo son). Fuere a donde fuere prestaba oído agudo, tanto que durante su estancia en Nueva York se enamoró del jazz y terminó por compararlo con el cante jondo: “A diferencia del pueblo negro –escribió–, el pueblo andaluz es un pueblo triste, estático […] Los andaluces rara vez nos damos cuenta del ‘medio tono’. El andaluz grita a las estrellas o besa el polvo rojizo de sus caminos. El medio tono no existe para él.” Lorca se refiere al punto entre los extremos, pero también, a la blue note, ese medio del blues y el jazz ubicado entre los intervalos de cuarta y quinta. En él encuentra la melancolía, pero mesurada, sin el grito, sin los microtonalismos (tercios o cuartos de tono) del flamenco, tan influidos por los muecines árabes y la exclamación religiosa.

“¡Ay, Harlem disfrazada!/ ¡Ay, Harlem amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!/ Me llega tu rumor”, apuntó mientras estudiaba cerca del agitado barrio negro, tiempo en el que conoció a la escritora Nella Larsen. Ella lo llevó a una reunión sobre la que más tarde Lorca dejaría impresiones: “Era de noche y el cielo estaba cruzado por larguísimos reflectores. Los negros cantaron y danzaron. ¡Pero qué maravilla de cantos! Sólo se puede comparar con ellos el cante jondo. Había un muchachillo que cantó cantos religiosos. Yo me senté en el piano y también canté. Y no quiero deciros lo que les gustaron mis canciones.”

Tal es el reflejo de varios textos de Poeta en Nueva York¸ libro en el que por momentos leemos fragmentos que fácilmente podrían ser la letra de un blues: “Los negros lloraban confundidos/ entre paraguas y soles de oro,/ los mulatos estiraban gomas, ansiosos de llegar al torso blanco,/ y el viento empeñaba espejos/ y quebraba las venas de los bailarines./ Negros, negros, negros, negros.” De lenguaje rudo y percusivo, Lorca inflama su lirismo con una visión urbana que no deja de cantar al sufrimiento:  “Pero el dos no ha sido nunca un número/ porque es una angustia y su sombra,/ porque es la guitarra donde el amor se desespera.”

Arrojados arbitrariamente, estos ejemplos nos dicen que cualquier celebración que reúna los versos de Lorca y la buena música parece congruente, atractiva al espíritu. Ello está sucediendo ahora en la Décimo Primera Feria Internacional del Libro del Zócalo (14-23 de octubre), dedicada al poeta andaluz a setenta y cinco años de su muerte y a ochenta de la instauración de la República Española. Según informó el gobierno de Ciudad de México, habrá 171 presentaciones de libros, 64 recitales de poesía, 63 espectáculos musicales, 61 de artes escénicas, 19 talleres literarios, 25 mesas redondas, 26 conferencias, dos estrenos de documentales, tres funciones de cine, tres exposiciones y 292 talleres infantiles. Para llevar a cabo estas actividades, la feria contará con el apoyo y participación de otras instituciones relacionadas con el tema de este año: el Ateneo Español de México, la Asociación de Descendientes del Exilio Español en México, el Colegio Madrid, el Instituto Luis Vives y el Centro Cultural de España en México.

Dentro de su oferta musical destaca el Jazzbook-Festival de Jazz en el Zócalo Capitalino. Muy ad hoc con el perfil lorquiano, su calendario está ocupado por seis proyectos de jazz mexicanos, como Wong Gang y Juan José López Quartet (quienes tocaron antes de ayer y ayer, respectivamente), Sociedad Acústica de Capital Variable (hoy domingo 16), Agustín Bernal Cuarteto (viernes 21), Diego Maroto (sábado 22) y Héctor Infanzón (domingo 23). En cada caso se sumarán las palabras de distintos presentadores, melómanos conocidos que seguramente relacionarán la figura de García Lorca con la improvisación, una de las más lúdicas y libres manifestaciones artísticas del hombre. Nos referimos a Ángel Dehesa, Froylán López Narváez, Erick Montenegro, Xavier Quirarte, Octavio Chavarría y Alain Derbez.

Todos los conciertos sucederán a las 19:30 horas, pues al final y como diría Federico: “Los relojes llevan la misma cadencia,/ Y las noches tienen las mismas estrellas”.