Después de 80 años, esas obras creadas in situ se podrán ver desde el 13 de noviembre
Se documentará “el ciclo iconográfico o visual” del artista, adelanta el director del museo
En 1931 el mundo también estaba globalizado y Diego “le habló a la crisis del momento”

Viernes 30 de septiembre de 2011, p. 3
Con la exposición Diego Rivera: murales para el Museo de Arte Moderno, que será abierta al público el 13 de noviembre en el MoMA, el recinto neoyorquino se propone reconstruir la exhibición del muralista guanajuatense que montó en 1931
La idea es comprender lo que Rivera “intentó lograr en un nivel procesal de creación, lo que esos murales significan en términos de su ciclo iconográfico o visual, y subrayar la relevancia de su obra hoy día”, expresó Glenn D. Lowry, director del MoMA, quien viajó a México para anunciar el proyecto apoyado por BBVA Bancomer y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Rivera pintó en su momento ocho murales “portátiles” para la muestra, de los que cinco se exhibirán: Zapata líder campesino, Guerrero indio, El levantamiento, Fondos congelados y La energía eléctrica.
De los tres restantes, Liberación del peón y Caña de azúcar se encuentran en el Museo de Arte de Filadelfia, y aunque están en buenas condiciones, su fragilidad no permite moverlos, indicó Lowry. Del último, Taladro neumático, se ignora su paradero.
Audacia contra el establishment
Uno de los propósitos de la exhibición es localizar la totalidad de los murales, aclaró el director del MoMA. Algunos de ellos están en México –Fondos congelados y el boceto de Taladro neumático son propiedad del Museo Dolores Olmedo– y otros en Estados Unidos.
Los primeros cinco abordan temática mexicana, mientras los otros tres reproducen escenas de Nueva York. La muestra incluye asimismo dibujos preparatorios a gran escala para los murales y material relacionado de la época.
Lowry reconoció la “audacia” demostrada por Rivera al explorar temas que debieron haber sido “muy difíciles de presentar a un público estadunidense, algo notable también de parte del MoMA. Es decir, la disposición de invitar a un artista cuyas conocidas simpatías eran obviamente contra el establishment, para presentar su trabajo en una institución fundada por algunos de los integrantes más relevantes de aquél. También, no saber qué iba a hacer”.
De allí que la exposición de 1931 constituyó un hito, ya que se ocupó de un artista cuya obra “fue comisionada, en oposición a algo que ya estaba hecho”. También tuvo una dimensión “performativa”, en la medida que Rivera fue invitado crear in situ los murales. Aunque no los creó a la vista del público, algunos visitantes fueron invitados de manera individual a la galería, reservada para él, y verlo pintar. Asimismo, fue un acontecimiento, porque la muestra introdujo “la relevante tradición en la conversación mayor en Nueva York”, apuntó Lowry.
Entre las razones para mirar de nuevo la obra de Rivera, el director del MoMA destacó la necesidad de recordar que hace 80 años el mundo también era globalizado y que México era un centro relevante. Además, Rivera, cuya obra tiene una carga política, “le habla a la crisis del momento”.