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Ramírez-Pimienta: compositores y cantantes realizan la crónica de la hiperviolencia

Censurar narcocorridos, sin estudiarlos, es cerrar los ojos, alerta investigador

El catedrático explora en un libro cómo la lucha entre cárteles alimenta esos cantos de guerra

 
Periódico La Jornada
Miércoles 13 de julio de 2011, p. 4

La guerra contra el narcotráfico declarada por el presidente Felipe Calderón generó una hiperviolencia en el país, y los compositores y cantantes de narcocorridos lo único que hacen es, como siempre lo han hecho, tomar nota y hacer la crónica de lo que pasa, desde un espacio ubicado entre la fantasía y la verdad.

Si simplemente se censura esa música sin estudiarla, estamos cerrando los ojos, agrega el catedrático e investigador mexicano Juan Carlos Ramírez-Pimienta, en entrevista vía telefónica desde San Diego.

Después de diversas etapas –como la de narrar hechos valientes y hazañas del transporte de drogas o de la opulencia y las fiestas–, el narcocorrido ha derivado ahora en crear cantos de guerra, destaca Ramírez-Pimienta a propósito de la publicación de su libro Cantar a los narcos: voces y versos del narcocorrido (Editorial Planeta-Temas de Hoy).

Tijuanense que trabaja en la Universidad Estatal de San Diego y autor de libros como De El Periquillo al pericazo: ensayos sobre literatura y cultura mexicana, Ramírez-Pimienta abunda:

“Si el país se hiperviolentó en los pasados cuatro años, el narcocorrido también lo hizo. Los años 90 eran relativamente tranquilos, en los que bien pudo haber pasado lo que decían los corridos: por ejemplo, que un capo cumpliera años, invitara a los demás y tuvieran una cierta relación de negocios, de socios y de paz. Pero lo que tenemos ahora son cárteles encontrados, tratando de entrar al territorio de los otros. Lo que tenemos son, básicamente, cantos de guerra.”

Avance de antivalores

El investigador reflexiona sobre uno de los aspectos económicos del narcotráfico: “Si hay diferentes avenidas para lograr un acceso al bienestar social y económico, habrá menos personas que tomen el riesgo de enrolarse en el narcotráfico.

La gran vía de escape, la tradicional, era irse a Estados Unidos. Pero cuando comienza a ser más difícil y caro cruzar la frontera, al haber menos trabajo allá y ser deportadas más personas, entonces más jóvenes entran al tráfico de drogas. Eso no quiere decir que todo pobre vaya a convertirse en criminal, pero sí hay una correspondencia más que lógica.

–En Cantar a los narcos también vincula las crisis económicas con el auge o resurgimiento del narcocorrido. Por ejemplo, durante el milagro mexicano disminuyeron el narcotráfico y esas composiciones musicales, y de los años 70 para acá, aumentaron.

–Sí, es muy difícil encontrar corridos del narcotráfico en los años 50 y 60. Hallé algunos, pero no pervivieron en la memoria colectiva. El narcocorrido refleja la situación del narcotráfico.

Acerca de la necesidad de estudiar los diversos aspectos del fenómeno, como la narcocultura, señala:

Lo que sucede en México es histórico y necesitamos ver qué pasa con el país y los mexicanos, tanto allá como aquí en Estados Unidos, qué es lo que les está causando no sólo la guerra contra el narcotráfico, sino el contacto con él durante tantos años.

Por lo pronto, advierte, de la pobreza, de la falta de educación y de la fantasía de convertirse en ricos, es de donde surge la gran mayoría de quienes mueren en los enfrentamientos diarios. Además, ese deterioro de las condiciones de vida hace que la gente se vuelva más tolerante y que avancen los llamados antivalores.

¿Robin Hoods?

Ramírez-Pimienta explica que lo que el narcocorrido hace, entre otras cosas, es una especie de crónica. “Esa función no sólo la tuvo el corrido de la Revolución. Claro, son crónicas que no pueden ser ciento por ciento confiables. Pero funcionan como una fuente de información que, desde un punto de vista histórico, nos ayuda a darle sentido a toda esta hiperviolencia.

“Las versiones, las narrativas del Estado mexicano tampoco son confiables. Es decir, nos han mentido, y hay algunos reportes policiacos, oficiales, que son tan fantasiosos como el más fantasioso de los narcorridos. Por ejemplo, las recreaciones de rescates, como el de unos periodistas en La Laguna o el de un entrenador de futbol.”

En su libro el investigador explora el resurgimiento del género y a grupos como Los Tigres del Norte, a figuras como el cantante Chalino Sánchez, el narcotraficante Rafael Caro Quintero o los narcocorridos creados en Oaxaca.

Habla de la evolución histórica del narcocorrido, desde casi principios del siglo XX hasta la época actual, y aborda autores, letras e ideas como las de heroicidad y antiheroicidad.

–Aparece ya como controvertido hablar todavía de Robin Hoods, de héroes.

–Hay una cuestión moral y otra de perspectiva. El narcocorrido se debe entender en el contexto no sólo en que se produce, sino en el que se escucha. Sí, a estas alturas es más difícil justificar eso. En los años 80, por ejemplo, había corridos que decían todo lo que yo cosecho se lo mando al extranjero, y en buena medida era verdad.

“Hasta los años 90 no había gran problema de narcotráfico en el país y había regiones que solamente veían los beneficios, como el trabajo y la infraestructura. Ese, en cierta medida, aún es el caso en algunas regiones aisladas.

Los narcotraficantes también construyen su base social porque es conveniente ser vistos como benefactores. Eso es mucho más difícil de sostener en el presente, porque ahora tenemos un gran problema de drogadicción en México y el narcotráfico ha mostrado la otra cara.