Opinión
Ver día anteriorMiércoles 25 de mayo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Jugando con la economía
E

l premio Nobel de economía de 1982, James Tobin, afirmó hace mucho que los términos que se utilizan para describir un problema tienen una gran influencia sobre la solución. Tobin fue asesor económico de John Kennedy y sabía que cuando uno describe un problema, la teoría económica a la que uno recurre proporciona la lente para identificar y analizarlo, pero al mismo tiempo, impone severas restricciones para comprenderlo.

El portal electrónico del Banco Central Europeo (BCE) ofrece un par de juegos y videos. Es algo así como su sección de economía para niños y el objetivo es facilitar la comprensión de los problemas económicos del momento y ayudar a entender la postura del banco en materia de política monetaria. Los juegos se relacionan con la inflación y la economía en general. Se trata de dos ejercicios aburridos y francamente torpes: la palabra juego le queda grande a estos tontos montajes. No soy aficionado de los video juegos, pero me imagino que cualquier adolescente que entre en esta página saldrá más rápido que un murciélago del infierno. Bueno, menos mal, así no contaminará su cerebro con las boberías que dominan el pensamiento de los directivos del BCE. Si un aventurado lector quiere medir cuánto tedio resiste, puede ir a: www.bce.int.

El mensaje central del juego sobre inflación sostiene que la principal función del BCE es mantener la estabilidad de precios. La justificación es que si se puede mantener un crecimiento moderado del nivel general precios (digamos, por debajo de 2 por ciento anual) los consumidores e inversionistas podrán tomar decisiones sin perturbaciones y la economía mantendrá un ritmo de crecimiento adecuado.

El video explica que la cantidad de dinero en circulación es lo que determina la inflación (o deflación). El razonamiento es que si hay mucho dinero persiguiendo pocos bienes, los precios tienen que aumentar. Pero ese raciocinio que parece una verdad de Perogrullo es engañoso. Nada es sencillo en economía y si algo tiene esa disciplina es que está llena de cuestiones en las que la solución es contra-intuitiva.

El hecho es que en el BCE aún domina la teoría cuantitativa del dinero, con una mezcla de lo que se denomina en la disciplina nueva macroeconomía clásica. En esta visión de las cosas, la oferta monetaria en una economía es el principal determinante de los movimientos de corto plazo en el producto agregado, tanto en términos nominales (precios) como reales. Pero a largo plazo, sólo afecta los movimientos en el nivel general de precios, sin afectar las variables reales (nivel de actividad económica y empleo). Es decir, en el largo plazo la cantidad de dinero en circulación no repercute sobre la economía real y la estructura del sistema de precios relativos permanece inalterada.

Detrás de este razonamiento del BCE está la idea de que la flexibilidad de precios y salarios permite anular las diferencias entre oferta y demanda y muy rápidamente restablecer el pleno empleo y la completa utilización de los recursos en una economía. La conclusión fuerte es que la política monetaria no puede actuar como estabilizadora de la economía real, aunque sí puede afectar la evolución de los precios. La única fuente de fluctuaciones macroeconómicas es el mal manejo de la oferta monetaria.

El supuesto clave es que los mercados son estables y que cualquier interferencia con su funcionamiento es negativa. Si a este marco de referencia añadimos el supuesto de que las expectativas de los agentes económicos se forman eficiente y racionalmente, podemos concluir que no existe el desempleo involuntario y que los ciclos de negocios (las fluctuaciones) se deben a perturbaciones externas (errores en la formación de expectativas o saltos tecnológicos) y a desplazamientos en el mercado laboral como consecuencia de estos choques. La gente abandona su empleo porque está confundida o se equivocó en sus expectativas. Bonito juego, ¿verdad?

El mensaje subliminal del BCE es el mismo de los halcones de la austeridad fiscal (cuyas posturas dominan el debate contemporáneo sobre política macroeconómica en Estados Unidos y Europa). Para ellos la crisis se originó en el mal manejo de las cuentas públicas. Como si la inestabilidad de los mercados financieros no hubiera tenido nada que ver con el colapso económico. Por eso, según el BCE, hay que regresar a la normalidad de cuentas fiscales sanas y un manejo monetario responsable para mantener la estabilidad de precios. La conclusión final: la política macroeconómica no es efectiva porque es incapaz de afectar el nivel de actividad y el empleo.

En este enfoque teórico del BCE lo que está excluido es la crisis misma. Y si tenemos una teoría en la que la crisis no tiene cabida, será muy difícil pensar en los remedios para superarla. Como dijo Robert Solow hace poco, antes la teoría macroeconómica trataba de resolver los problemas que provenían de esquemas patológicos en una economía. Hoy, con el esquema de la nueva macroeconomía clásica, es imposible pensar la patología.