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Los Dorados, Good/ Evil
Muchas veces resulta contraproducente que los miembros de un grupo estén dispersos en distintos proyectos paralelos. Sea porque pierden compromiso o diluyen sus visiones estéticas, porque a unos les va mejor que a otros o por simples cuestiones de calendario, se necesita amistad y fuertes creencias en un destino común para que se pueda continuar existiendo. Tal ha sido el caso de nuestros amigos Los Dorados, banda integrada por Daniel Zlotnik (saxofones, clarinete), Demián Gálvez (guitarras), Carlos Maldonado (bajos), Rodrigo Barbosa (batería) y DJ Rayo (tornamesas), quienes por casi una década han sabido mantener sus lazos y, mejor aún, producir cuatro obras valiosas en el panorama del jazz mexicano (Vientos del norte, Turbulencia, Incendio y Good/ Evil). Y claro, si decimos jazz es sólo porque se trata del género en el que nacieron y que más se acerca a sus experimentos, aunque hoy por hoy su estar también abreve en las aguas del rock y la electrónica.
En el Teatro de la Ciudad, el próximo viernes 3 de junio, Good/ Evil, su nueva producción, es el mejor pretexto para, como dice Zlotnik, “presentarnos formalmente en sociedad, como en fiesta de quinceañera”. Un disco de bosquejos y de vacíos, bueno para que cada escucha complete su propia historia. Un álbum breve (34 minutos) que no se pierde en especulaciones ni concede espacios al ego de quien improvisa “porque sí”, porque “hay que hacerlo”. Un trabajo que, lejos de relacionarse con las múltiples paradojas del mundo, comenta Daniel, “tiene que ver con una idea general: la contradicción que supone cualquier absoluto. No necesariamente se relaciona con nuestra actualidad, aunque se puede decir que la vida en nuestro país influyó en su título”.
Para presentarlo en concierto se sumarán al quinteto cuatro invitados: los guitarristas Alex Otaola y Alonso Degert, el MC Robapalabras y el artista visual Jorge Orozco, quien creará obras en video en tiempo real. “Junto con ellos vamos a tocar música de Good/ Evil y de todos nuestros trabajos anteriores”, señala el saxofonista, quien ha participado en cerca de cien discos y toca tanto con Zoé como con Klezmerson, pasando por su propio proyecto Zgroovnik, entre otros. Pero no es el único inquieto en Los Dorados. Demián Gálvez toca con Ely Guerra; dj Rayo suena en Troker de Guadalajara; Rodrigo Barbosa en Paté de Fua y Carlos Maldonado en Maldolor y Malcisne.
Los Dorados, explica Daniel, “son el resultado de la vida individual de sus integrantes. Ninguno vive en Nueva Orleáns ni es hijo de un trompetista negro. Eso hace que nuestra realidad esté llena de otros sonidos, de otras maneras de ver la música y nuestros deseos. No pretendemos ser un grupo de jazz, ni de rock, ni de electrónica, sólo la suma de gente dejando salir a flote sus experiencias”. Y vaya que sucede.
Good/ Evil inicia con “Mal”, un extraordinario tema de Carlos Maldonado cuyo poder va creciendo en torno a un ostinato de bajo, mientras la tornamesa del dotado DJ Rayo establece un marco fundamental para el nuevo discurso dorado. “Cabalgata” es una composición agridulce. Su afortunada melodía transita arpegios de anclaje misterioso. En ella se siente el gusto del grupo por repertorios como los de su amigo y otrora colaborador Cuong Vu. “Kitzihiata”, por su parte, se nos antoja para un western duranguense. Limpia, abierta, muestra la fineza de lo que pasa luego en “Planeador”, en donde se revela el buen gusto de Barbosa en la batería. En ella, como ocurre constantemente, el conjunto acude a tensiones y efectos que impiden casarse con un solo significado.
“Solariego” se sustenta en distintas guitarras de Demián Gálvez. Aquí escuchamos otro tipo de virtuosismo, sereno y raro, que también aparece en “Weird Beauty”, un vals que podría estar en alguna escena de David Lynch. Ahora que, pese este carácter cinematográfico, composiciones como “Here Comes the Sound” proponen un género formal a base de sampleos y spoken word (Robapalabras), mientras que “Indie Gente”, “Toña” y “El resplandor” otorgan momentos oscuros, fracturados, reflexivos. Su pieza final, “Bien”, es hermosa y multifacética. En ella se resume el carácter viajero –casi ferroviario– de Zlotnik, concluyendo el disco de manera diáfana y luminosa.
Este es un álbum contundente que vale la pena juzgar en vivo, pues las dos ramas que lo equilibran, la del bien y la del mal, se convertirán en un frondoso y matizado bosque dentro del que valdrá la pena perderse por un rato.
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