Opinión
Ver día anteriorMiércoles 18 de mayo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La maldita vecindad
E

l siglo XX no mejoró mínimamente la calidad de las representación diplomática con el vecino que tenemos arriba (me refiero a la ubicación geográfica, por supuesto). Con la Revolución de 1910 nos cayó el rayo de Júpiter tonante, más conocido en los medios del hampa mitológica, como Zeus. Esa letal centella se llamó Henry Lane Wilson.

Antes de que el presidente Taft lo enviara a México, había sido embajador en Chile y posteriormente ministro en Bélgica. Presentó su acreditación ante Porfirio Díaz, apenas 8 meses antes de que diera inicio la Revolución.

Dinámico gestor de los intereses de las compañías estadunidense, principalmente las relacionadas con la explotación petrolera, y obsesivo militante de la política interna del país. Coordinó personalmente la logística del golpe contra el gobierno de Francisco I. Madero: en sus oficinas, la víspera misma del proditorio asesinato, instruyó a los generales Huerta y Félix Díaz, sobre las medidas para llevar a cabo las tareas de limpieza democrática. Las pruebas evidentes de la autoría intelectual del crimen, corrieron por su propia cuenta, merced a los informes que rindió puntualmente a Washington y que se hicieron públicos gracias al periodista Norman Hapgood, antecedente directo de Julian Assange.

Tan evidente fue la criminal participación del señor embajador, que al otro Wilson, Thomas Woodrow, presidente (28) de Estados Unidos, no le valió ídem su comportamiento y lo destituyó fulminantemente. Vale la pena anotar que este último Wilson, tampoco era un fraile franciscano: invadió México en 1914, Haití en 1915 y República Dominicana en 1916 (infame que era promulgó, igualmente, la Ley Seca) y, vaya que la historia se repite, a él también le fue otorgado el premio Nobel de la Paz, en 1919.

La fortuna de Harry Lane Wilson se desplomó con la crisis de 1929 y, dícese, murió pobre y envenenado en 1932. No hay confirmación a la sospecha de que, accidentalmente, se mordiera la lengua.

Si 20 años no son nada, tampoco 76, al menos para la visión del imperio: en 1989, John Negroponte fue nombrado por George Bush, embajador en México. Su historial hace honor a su apellido: ingresa a la CIA y es nombrado consejero político en Saigón (1964), posteriormente oficial del Consejo de Seguridad Nacional, en la sección Vietnam. Desde 1973 se liga a Henry Kissinger, con quien coincide plenamente en principios, ideología, intereses y, por supuesto, catadura moral.

Desde la embajada en Honduras se convirtió en el enemigo número 1 de los pueblos centroamericanos. Decidido a exterminar al Ejército Sandinista dirigió la integración de la Contra a la que arma, equipa y entrena. Encubre, tolera y auspicia permanente la genocida actitud de la dictadura hondureña que ocasionó millares de muertos y desaparecidos. Los integrantes de la Contra le llamaban the boss, y lo era tanto de ellos, como de los militares hondureños a los que les financia la construcción de los campos de aviación de Palmerola, la Ceiba, Golosón y Lempira, desde donde organiza la persecución contra los rebeldes salvadoreños y acosa sin descanso a los sandinistas. Protege y encubre a los escuadrones de la muerte, en especial al temible 3-16. Oculta a su propio gobierno la muerte de 300 disidentes víctimas de este cuerpo de elite, minimiza y exculpa a las fuerzas armadas de la muerte del sacerdote estadunidense James Carney en 1983.

Dos años antes, la religiosa Leticia Bordes pudo corroborar la desaparición de 32 monjas salvadoreñas que se habían refugiado en Honduras tras el asesinato del obispo Óscar Arnulfo Romero. Las religiosas fueron violadas y luego arrojadas desde un helicóptero. Negroponte negó haber tenido conocimiento del hecho, pero fue desmentido nada menos que por Jack Binns, su antecesor en la embajada quien, además, reportó a Washington las innumerables violaciones a los derechos humanos que su sucesor les ocultaba. En igual sentido se manifestó Rick Chedester, en su Reporte Anual sobre Derechos Humanos.

Referencias importante de la actividad diplomática del señor Negroponte es su participación al lado de Kissinger en el golpe militar de 1973, que derroca al presidente Salvador Allende. Su cola asoma, igualmente, en la invasión a Panamá y la captura del general Manuel Noriega.

Es importante dejar claro que los datos curriculares expuestos no son fruto de la patología antigringa del recolector de la información. Son, si acaso, refritos sacados del Baltimor Sun, The Washington Post, el New York Times o de la revista Newsweek.