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Apuntes Postsoviéticos

Nursultán Nazarbayev, de líder comunista kazajo a jefe de Estado permanente

Vaticinan que Kazajstán podría entrar en zona de turbulencia política

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El mandatario kazajo durante la inauguración de una ceremonia gubernamental en la ciudad de Astaná del país centroasiáticoFoto Reuters
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as recientes elecciones presidenciales en Kazajstán, el país más grande de las repúblicas de Asia central que formaron parte de la Unión Soviética, puso de relieve la existencia ahí de una suerte de democracia esteparia.

Estepario, según el diccionario de la Real Academia Española, significa propio de las estepas y sólo con ese calificativo puede explicarse que se celebren comicios sin contendientes, salvo el que tiene que ganar en esa farsa, que la mayoría de la gente viva peor que nunca y que, a pesar de ello, el vencedor obtenga 95 por ciento de los sufragios y gobierne otros cinco años.

El vencedor, por supuesto, es Nursultán Nazarbayev, quien está al frente de Kazajstán desde 1991, primero como máximo líder del Partido Comunista kazajo, con rango de miembro del Politburó (la máxima instancia jerárquica) del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y después ya como jefe de Estado de una nación independiente.

A pesar de que se juntaron 5 millones de firmas de respaldo a la iniciativa, Nazarbayev rechazó ser presidente vitalicio –como lo fue Separmurad Niyazov en la vecina Turkmenistán y lo pretende ser Islam Karimov en Uzbekistán–, se conforma con el título de Elbas, que equivale a padre de la nación y le concede, entre otros, el privilegio de la inmunidad.

Las enmiendas a la Constitución que realizó el sumiso Legislativo hace cuatro años permiten a Nazarbayev –además dirigente máximo del Nur Otan, el único partido con representación en el Parlamento– postularse a la presidencia del país tantas veces como el quiera, y con eso basta.

Su ascensión al poder, primero de la mano del líder soviético Mijail Gorbachov y luego de forma autónoma, cuando apostó por confirmar la disolución de la Unión Soviética al sumarse a los tres dirigentes eslavos que habían proclamado el nacimiento de la Comunidad de Estados Independientes a finales de 1991, provocó reacciones entusiastas.

Era, en ese entonces, un relativamente joven dirigente que quería emprender reformas en beneficio de su pueblo y que, dos décadas después y con 71 años sobre sus espaldas, sigue gobernando por inercia, en medio de una apatía y conformismo generalizados y el temor a la represión siempre latente.

Nazarbayev se mantiene en el poder con extraños plebiscitos o votaciones amañadas, como la más reciente. En 1995 amplió sus facultades presidenciales hasta 2000 mediante un referendo, en lugar de celebrar comicios en 1996, y las elecciones de 1999 y 2005 se llevaron a cabo un año antes de lo previsto.

Pero también es cierto que Nazarbayev, al representar todo el sistema político de Kazajstán concentrado en su persona, ejerce desde la cúspide de la pirámide de poder como mediador entre los distintos clanes que lucran con las riquezas naturales del país.

También es verdad que sus paupérrimos conciudadanos –paradoja en el país más rico de Asia central, con un territorio donde Francia cabría cinco veces– asocian a Nazarbayev con la estabilidad y lo ven como parte de su destino, irremplazable el gobernante.

Aunque no creen en esa inevitabilidad 95 por ciento de los kazajos. La cifra surgió de la necesidad de legitimar el enésimo plazo presidencial. Se llegó a la conclusión de que la única manera posible de hacerlo era que Nazarbayev sacara más votos que en las anteriores elecciones, donde alcanzó solo 91 por ciento.

Dicho y hecho. Nazarbayev consiguió la relección ante el beneplácito de Rusia, China, Estados Unidos y la Unión Europea, que prefieren sostener relaciones no conflictivas con Kazajstán, con la mira puesta en su petróleo, gas natural, uranio y otros minerales, aparte de reconocerle un importante papel en la geopolítica de la región como contrapeso a las corrientes fundamentalistas del Islam.

El suyo es un régimen cada vez más autoritario y, al mismo tiempo, menos intolerante que los de Uzbekistán o de Turkmenistán. Tan corrupto como los demás de Asia central, se atribuyen a Nazarbayev mansiones en la Costa Azul francesa y en Suiza.

Quien quiera obtener un retrato acerca del modo de vida del liderazgo kazajo puede consultar este enlace en la red, http://bit.ly/hi80sr, que corresponde a uno de los cables confidenciales enviados en 2008 por la embajada estadunidense en Astaná y revelados por Wikileaks.

Todos contentos en la elite gobernante, aseguran que no está en el orden del día designar sucesor de Nazarbayev. En los próximos 10 años nada hay que discutir al respecto, señaló Ermuhamed Ertsysbayev, asesor presidencial, al recomendar que es mejor olvidarse del tema hasta 2021, dando a entender que su jefe también se postulará en las elecciones de 2016.

No todos opinan igual. El politólogo kazajo Dosym Saptayev considera que, con estas elecciones, Nazarbayev consiguió una tregua de cinco años para elegir sucesor y, si fracasa, Kazajstán entrará en una zona de elevada turbulencia política.

En Moscú el futuro de Nazarbayev se ve más negro. Dimitri Furman, director del Centro de la Comunidad de Estados Independientes, adjunto al Instituto de Europa de la Academia de Ciencias, sostiene: Por su permanencia en el poder Nazarbayev se acerca a Mubarak, Ben Alí y otros presidentes árabes ya derrocados o por caer, cuyos regímenes eran similares al kazajo o a otros gobiernos autoritarios postsoviéticos, que hacen de la democracia una simulación.

Visto así, concluye Furman, el régimen de Nazarbayev se aproxima a su fin natural, a un punto en que ese tipo de gobierno autoritario rara vez supera a sus creadores y prácticamente nunca a los sucesores designados.

Enlaces:

Los cables sobre México en WikiLeaks

Sitio especial de La Jornada sobre WikiLeaks