Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de marzo de 2011 Num: 838

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Salvador Elizondo:
el último proyecto

Roberto Gutiérrez Alcalá

Nobody
Febronio Zatarain

Arto Paasilinna:
el revire finlandés

Ricardo Guzmán Wolffer

Frutos de la impaciencia
Ricardo Yáñez entrevista
con Ricardo Castillo

La Tierra habla
Norma Ávila Jiménez

La brevedad en el
tiempo postmoderno

Fabrizio Andreella

Metafísica de los palillos
Leandro Arellano

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Germaine Gómez Haro

Rosa Rolanda: un gran rescate (II Y ÚLTIMA)

En la entrega anterior (13 de marzo de 2011) se comentó la importancia del rescate de la obra de la artista Rosa Rolanda (Azusa, California 1898-México, DF,1979), a través de la exhibición Rosa Rolanda. Una orquídea tatuada y la danza en las manos que se presenta en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y en la Casa Luis Barragán. La primera sede está dividida en dos secciones que reúnen una buena selección de pinturas, dibujos, gouaches y obras sobre papel, así como fotografía, tema que se amplía en la Casa Barragán, aunada a la evocación de su pasión por la cocina y su incursión en el diseño de joyas para William Spratling.          

Rosa Rolanda se inició en la fotografía a su llegada a México en 1926 animada por Edward Weston y Tina Modotti. La pareja Álvarez Bravo también la guió e inspiró en este sendero que desarrolló de manera incansable a lo largo de su vida, dejando un extenso y valioso archivo de imágenes de sus múltiples periplos por Asia y por el territorio mexicano, especialmente por el Istmo de Tehuantepec. Rolanda incursionó poco en la fotografía de intención esteticista, aunque en la Casa Barragán hay una pequeña serie de fotogramas de corte abstracto que irremediablemente remiten a Weston y a Modotti, tanto en la elección de los temas como en el tratamiento de los ángulos y acercamientos. Sin embargo, aun si en la mayoría de sus obras se percibe un interés más cercano al registro antropológico, es indudable que su mirada sensible captó personajes y paisajes con una frescura y una belleza sorprendentes. Con su marido, Miguel Covarrubias, recorrió parajes recónditos de Indonesia, China, Japón y Filipinas y plasmó la belleza escultural de las mujeres del pueblo, los rostros mágicos de niños de sonrisas luminosas, la gracia y el movimiento de los bailes regionales que seguramente fueron una de sus principales fuentes de inspiración, dado su amor por la danza y la coreografía. En los libros Island of Bali y Mexico South. The isthmus of Tehuantepec, de Covarrubias, se publicaron hermosísimas fotografías de su autoría que registran templos, deidades, paisajes, personajes, oficios, festividades, en fin, un mosaico que ilustra la belleza y exuberancia de esas tierras paradisíacas. También se presentan en la exhibición una serie de retratos de personajes ilustres de la época, en su mayoría artistas plásticos en actitud desparpajada e imágenes poéticas de coreografías y danzas.


Orquídea

Sus pinturas se han visto poco y ciertamente resultan una grata sorpresa. Al igual que en sus fotografías, Rolanda logra captar el alma de sus personajes a través de retratos intimistas que atrapan al espectador por el poder de sus miradas penetrantes. Se ha hablado de la cercanía estilística con Covarrubias e inclusive de la gran ascendencia que éste tuvo sobre ella, lo cual hasta cierto punto es evidente, pero habría que mirar más allá de la superficie para captar la fuerza personal que Rolanda imprimió a sus obras ingenuas y candorosas sólo en apariencia. Desde mi óptica, si bien la pintura de Covarrubias y Rolanda se asemejan en muchos aspectos, la primera tiene más arraigada la mirada perspicaz del cronista que altera de manera sutil la realidad, mientras que en la segunda se percibe la frescura de la artista que busca plasmar la espontaneidad y la gracia más allá de lo evidente. Salta a la vista su pasión por el arte y las costumbres populares, y su respeto por la dignidad del pueblo reflejada en el garbo con el que presenta a sus mujeres y niñas ricamente ataviadas con sus vestiditos de encaje almidonado y sus tocados de flores. Sus retratos de portentosas personalidades, como Dolores del Río, Adela Fernández y María Fernández, alternan con sus autorretratos misteriosos en los que domina la intensa mirada de sus grandes ojos almendrados. Una mención especial merecen sus naturalezas muertas en las que aparecen caracoles, orquídeas y mariposas de ondulantes formas sensuales que recuerdan la flora erótica de Robert Mapplethorpe y de Georgia O’Keefe.

La exposición de Rosa Rolanda conforma un registro de costumbres, tradiciones y arte de las diferentes culturas que la impactaron y da cuenta de su formación integral que combinaba lo humanista, lo antropológico y lo estético. Fue una creadora incansable que se concentró en explorar los temas que la apasionaban y que siempre tuvieron que ver con la cultura popular. Una artista que supo alternar una ingenuidad encantadora con la ironía incisiva y el misterio de la poesía.