Opinión
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Isocronías

Revisitaciones

D

e joven la aventura me llamaba no poco la atención, pero –según el ingenuo que uno tiende a ser por esas épocas– en razón de la escritura. Conviví con todo tipo de gente, entre ella la del melodramáticamente denominado bajo mundo. Allí me tocó vivir, y eso mismo pretendía, vivir, subrayadamente. Para mí que no eran ni buenos ni malos mis amigos... Un poco personajes acaso, mas en mi visión arquetípicos. No recuerdo que entonces, en mi barrio al menos, la palabra chingón significara algo chingón. A mi todavía adolescente mirada los cuates a los que trataba intentaban más sobrevivir que ser chingones.

Traigo esto a cuento porque hará un par de meses hablé con un artista en ciernes, y tuve que explicarle: Entre los maleantes hay mucho chingón, difícilmente hay santos. Y éstos, los santos, no cabe sean pensados como chingones, nada más como buenos. Y a eso, a ser buenos, más que chingones, me parece concluí, debieran o debiéramos aspirar los artistas, cosa que veo, y ojalá no lo sea, complicada.

A mediados de los años 70 Karlheinz Stockhausen publicó una carta (puede encontrarse en Internet) cuyo meollo encuentro en (ligerísimamente editado) lo siguiente: “En la India, en una carretera entre Agra y Jaipur, conocí a un músico que tocaba un pequeño instrumento de cuerdas construido por él mismo. Uno de los pocos músicos maravillosos que yo haya conocido. No poseía nada. Me dijo que cuando obtenía una buena remuneración era cuando lograba aproximadamente tres centavos por día, tirados por algún transeúnte al que le gustaba su música. Cuando le pregunté si me vendería su instrumento por veinte dólares, suma que no podría ganar en varios años, me miró estupefacto, le corrieron lágrimas por las mejillas y sacudió la cabeza: ‘No’. Me sentí mortalmente avergonzado”.

En 1987, Adolfo Bioy Casares tenía 72 años y fue entrevistado por Jorge Urien Berry. Cito:

ABC: –... Nada se puede enseñar en definitiva. Lo que hacemos los escritores es tratar de pasar alguna sabiduría de unos a otros, pero casi no llega, nadie quiere recibir lo que le están dando.

JUB: –O lo reciben y le dan otro sentido. Le habrá ocurrido.

ABC: –Sí...

Por las mismas fechas en CU un joven entra al aula y el maestro comenta: –Son las seis y diez. –Sí –responde el joven, no muchacho, pero joven. –Son las seis y diez –insiste, con voz ingrávida, el profesor. –Sí, lo oí –responde no menos ingrávidamente el joven. –Las seis y diez... ¿Qué le parece si mejor nos vemos la semana próxima? –¿Qué le parece si mejor no nos vemos nunca?

No se puede decir que agraciadamente, así fue.