jornada


letraese

Número 166
Jueves 6 de mayo
de 2010



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate

opinion


Antonio Medina

Ignorancia y odio, combustible
del bullying homofóbico

Los niños amanerados, delicados o recatados, y las niñas machorras, intrépidas o masculinas, suelen ser objetos del llamado bullying en el ámbito escolar, el cual se expresa a través de burlas, exclusión y violencia. Éste puede ir del empujón en el recreo hasta el maltrato físico colectivo y constante. A ello se une el descrédito de la víctima por parte del profesorado, la sospecha sobre la conducta del afectado por parte de las autoridades escolares y la amenaza constante de enterar a los padres sobre el comportamiento “raro” o “anormal” del victimado.

Es así que niños y niñas, de quienes se presupone son gays, sufren desde el espacio escolar el temor por algo que la gran mayoría de las veces no comprenden y para lo cual el sistema educativo mexicano no tiene estrategias pedagógicas que eviten la discriminación de la que son objeto.

Este pendiente educativo en México responde a la ignorancia y falta de compromiso por parte de las autoridades para revertir la homofobia escolar, pues aunque a esa edad no se puede constatar que los niños o niñas serán gays o lesbianas en su edad adulta, su comportamiento y manera de relacionarse, contrarias a su rol de género, se convierten en el principal motivo de agresión hacia su persona.

Un ejemplo del bullying lo muestra insistentemente el programa cómico La Escuelita, de Televisa, donde se puede ver la homofobia que se ejerce contra Agapito, un niño amanerado quien recibe pambas y abucheos cada que pretende intervenir en las dinámicas del grupo. El impulsor de la violencia hacia el personaje amanerado es Jorgito, un niño líder (interpretado por el actor Jorge Ortiz de Pinedo) que en su lenguaje y actitudes refleja la educación machista, misógina y homofóbica, recibida en el ámbito familiar.

Esa representación televisiva es una realidad —nada graciosa— de muchos niños en las escuelas, quienes bajo el mote de “jotitos”, “raritos” o “mariquitas”, sufren la violencia física y psicológica, tal como sucedió en una escuela de Aguascalientes en 2006, donde la maestra María Auxilio Domínguez Cortés emuló el programa cómico de Televisa al discriminar a un alumno de 10 años “por sus tendencias” y “afeminamiento”. En clase imitaba el caminar del niño e instaba al grupo a que le dieran pamba cuando “caminara como niña”. Como consecuencia, el alumno casi pierde un ojo luego de una golpiza. A pesar de la evidente agresión colectiva, el menor fue expulsado de la escuela.

¿Niños homosexuales?
La homosexualidad infantil ha sido un tabú en los ámbitos académicos y gremios sexológicos. Es muy difícil encontrar que algún autor se detenga a teorizar y/o investigar sobre la conducta homosexual en infantes. En todo caso, lo hacen desde la experiencia de personas adultas.

El motivo, según el doctor Eusebio Rubio, presidente saliente de la Asociación Mundial para la Salud Sexual, es que “durante la infancia no se puede saber cuál será su orientación sexual, pues a los cinco, siete o diez años los niños y niñas pueden tener en diferentes rasgos de su comportamiento algún indicio que nos revele que pueden ser homosexuales, a pesar de eso, nada nos asegura que cuando sean adultos realmente lo sean”. No obstante, en algunos testimonios de hombres y mujeres gays adultos —comenta Rubio en entrevista— revelan que la atracción hacia personas del mismo sexo, o el percibirse en un cuerpo que no les correspondía —como les sucede a personas transgéneros e intersexuales—, lo sintieron desde su infancia.

Al respecto, la psicoterapeuta Rinna Riesenfeld, autora del libro Papá Mamá, soy gay, explica que “los niños exploran su cuerpo, juegan con él y sienten placer, pero además se enamoran… la orientación sexual (en la infancia) no tiene nada que ver con la genitalidad, sino con el enamoramiento y la atracción”.

En tanto, el doctor y sexólogo Juan Luis Álvarez Gayou, explicó en entrevista: “un niño no sabe si es gay, no lo puede procesar, pero la gente de afuera tampoco lo sabe, por eso el tema de la homosexualidad infantil es invisible…. no podemos hablar de niños o niñas homosexuales, aunque los hay. Lo único que han encontrado investigadores en el estudio de la niñez, fue una no conformidad con el rol genérico”.

El estudio La relación entre opresión y enfermedades entre lesbianas, bisexuales y homosexuales, del Departamento de Salud de la UAM (2001), arrojó que entre 25 y 30 por ciento de las y los homosexuales encuestados recibieron insultos y fueron objeto de burlas y humillaciones durante su infancia y adolescencia. El 8 por ciento sufrió violencia física. El 41por ciento de las ocasiones son los compañeros quienes agraden a los niños o niñas que no responden al rol de género en las escuelas; mientras que 42 por ciento recibe agresiones de personas desconocidas, en la calle o en los lugares donde conviven los infantes.

Dentro de este universo poco explorado existen dos realidades: la de los niños o niñas atraídos por otros de su mismo sexo sin mucho problema para insertarse en la dinámica “propia de su género”, lo que no quiere decir que estén exentos de angustia y culpa; y la de los niños amanerados y las niñas machorras que, ante la evidencia, sufren el rechazo y la estigmatización como “anormales”.

Pero más allá de aspectos teóricos o conceptuales sobre si se puede o no afirmar que existe la homosexualidad infantil, la realidad es que niños y niñas son violentados física y psicológicamente antes de saber cuál es su orientación sexual, y muchas veces es precisamente en la escuela donde se refuerzan las actitudes estigmatizantes hacia eso que no se explican, pero que saben que vive en ellos.

No solamente los homosexuales sufren la homofobia. De cada 10 niños y adolescentes a quienes se califica peyorativamente como homosexuales, sólo uno tiene esa orientación sexual en la vida adulta; como lo demostró un estudio realizado por el Grupo Interdisciplinario de Atención Integral, coordinado por Elena Laguarda.

La hostilidad hacia niños y niñas que tienen actitudes contrarias al rol de género responde a una cultura homofóbica que se vive en los diferentes espacios de convivencia social, pues la Encuesta Nacional de la Juventud del año 2000 arrojó que el 71 por ciento de los jóvenes encuestados no apoyaría los derechos de los homosexuales; mientras que la Encuesta Nacional de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas del 2001 (Segob/IFE), arrojó que el 66 por ciento de los mexicanos no compartiría techo con una persona homosexual.

El bullying contra niñas y niños que no se ajustan a las normas de género es silenciado —la gran mayoría de veces— por los mismos infantes. El temor a sufrir mayor maltrato, ya sea por parte de sus compañeros o de sus progenitores, los lleva a callar y aguantar en silencio las agresiones y humillaciones.

La responsabilidad del Estado en torno a la educación es formar nuevas generaciones de niños y niñas felices, que tengan herramientas que les permita interiorizar el gran valor de la diversidad humana, los derechos y el respeto a las diferencias. El bullying, cualquiera que sea el motivo, es sin duda un reflejo de las debilidades pedagógicas de la educación formal y de un contexto de violencia en los diferentes ámbitos donde se desenvuelven niños y niñas. El reto es transformar la educación y cambiar los ámbitos donde se vive la violencia, la inequidad y la falta de respeto a sus derechos humanos.


S U B I R