Opinión
Ver día anteriorSábado 17 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Sibelius en Puebla
P

uebla, Pue. Por más que hurgo en mi ya muy imperfecta memoria, no puedo recordar haber asistido en México a un concierto camerístico dedicado íntegramente a la música del notable compositor finlandés Jean Sibelius. Hace unos días tuve la oportunidad de hacerlo, gracias a un inédito concierto protagonizado por el Trío de Las Américas e instrumentistas invitados, y realizado en la séptima edición del festival Cameralia, conducido en lo artístico por el violoncellista Juan Hermida.

La sesión se inició con una buena ejecución del Trío Loviisa de Sibelius. En el primer movimiento de la obra, el Trío de Las Américas abordó con convicción los gestos poderosos, casi heroicos, de una escritura en la que Sibelius estaba rindiendo homenaje evidente a las enseñanzas de la escuela romántica alemana. Para el segundo movimiento, los intérpretes enfocaron su trabajo en perfilar con claridad el lirismo nórdico de sus primeras páginas, mientras en las últimas decidieron enfatizar más lo expresivo que lo estructural en los pasajes de contrapunto imitativo, sólidamente construidos por Sibelius. En la parte final del Trío Loviisa, el Trío de Las Américas dedicó su atención, con disciplina, al detalle, al impulso motor de la pieza, ensamblando correctamente las secciones en movimientos paralelos y, de nuevo, sacando a relucir la deuda de Sibelius con los modelos alemanes aprendidos en su juventud. Fue interesante escuchar, durante el desarrollo de esta ejecución del Trío Loviisa algunos gestos motivos y células que aparecen más tarde en algunas de las obras maduras del genial compositor de Finlandia.

Después, Juan Hermida en el violoncello y Misa Ito en el piano abordaron una de las partituras camerísticas más difundidas de Sibelius, Malinconia, escrita a la muerte de Kirsti, una de sus hijas, a los 15 meses de edad. Los dos músicos abordaron la ejecución con doble enfoque. Por un lado, guardando un cierto espíritu distanciado, de contemplación casi objetiva, en las secciones apacibles de la obra, teñidas por cierto ascetismo contenido; por el otro, dando rienda suelta a la intensidad expresiva en los pasajes en los que Sibelius se muestra, más que apesadumbrado o nostálgico, cabalmente iracundo por esa pérdida prematura, injustificada e injusta.

Para el final de esta ofrenda camerística a Sibelius, los dos cuerdistas del Trío de Las Américas contaron con la colaboración de Víctor Vázquez y Sergio Castro en la ejecución de la más trascendente de sus partituras de cámara, su cuarteto de cuerdas Voces intimae. Lleno de riquezas y aciertos, este cuarteto destaca sobre todo por sus interesantes apuntes de armonía modal y por un trabajo instrumental orientado hacia las texturas compactas y homogéneas, lo que apunta claramente al hecho de que si en sus sinfonías Sibelius se atrevió a desafiar e innovar los moldes tradicionales, en sus cuartetos de cuerdas y otras obras de cámara se mantuvo más apegado a una tradición que conocía muy bien. La ejecución del cuarteto Voces intimae, de Sibelius, permitió apreciar, además de un buen esfuerzo de preparación, el hecho de que se trata de un cuarteto que todavía no adquiere el empaque del trabajo cotidiano a largo plazo, pero en el que hay también aciertos indudables de interpretación. Lo mejor de esta versión al cuarteto de Sibelius se concentró en los movimientos primero y tercero, así como en algunas páginas del quinto, en las que los miembros del grupo supieron proyectar el aliento heroico, casi épico, de una escritura camerística que, en este caso, guarda numerosos puntos de contacto con el pensamiento sinfónico maduro del compositor finlandés.

Este interesante recital Sibelius tuvo lugar en la Capilla del Arte, sede reciente de las actividades culturales de la Universidad de Las Américas, Puebla, originalmente adaptado para la exhibición de artes plásticas, pero que, con un poco de esfuerzo e imaginación, bien puede convertirse en una buena sala de música, sobre todo si se aíslan sus espacios del bullicio que se produce en la esquina de las calles 2 Norte y 2 Oriente, que no forman el crucero más silencioso del centro de Puebla, ni mucho menos.