Opinión
Ver día anteriorMartes 13 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Refinamiento culinario

U

no de los más bellos libros sobre arte popular mexicano es Las artes populares en México, de Gerardo Murillo, conocido como Dr. Atl. En las conclusiones menciona lo que falta en la obra y considera la laguna más considerable del cuerpo de esta obra, a la cocina mexicana.

Opina que merecería por sí sola un volumen entero que habría que concebir no sólo como un simple diccionario de recetas, sino como un tratado de filosofía. Concluye: No es posible conocer completamente al pueblo de México si no se ha saboreado su cocina y si no se le ha visto comer.

En un estilo costumbrista lleno de humor, el Dr. Atl trata de subsanar la ausencia del tema con observaciones hechas a vuelapluma que son una delicia.

Destaca el gasto que hacen las familias mexicanas de la ciudad en comida. Una familia de cinco o seis personas, cuyo jefe gana 150 pesos al mes (recuerde el lector que estamos en 1922), desayuna con chocolate de metate que es tres veces más caro que el chocolate de una fábrica. Este chocolatito no puede ir sino acompañado de diez o doce clases de bizcocho que los niños más pequeños reclaman que sea de La Purísima, bizcochería que debió ser famosa en aquel entonces, como también lo fue la de Ambriz.

La comida en el hogar más modesto (siga claro el lector de que esto ocurría hace 90 años), no puede menos que abarcar “una sopa aguada (...) la imprescindible sopa de arroz… un guisado de carne, algún mole de los doscientos mil de que se compone la cocina mexicana y los ineludibles frijoles fritos, refritos y contrarrefritos”.

Aunque se baje en la escala de la pobreza, agrega, no se crea que desciende el refinamiento o la cantidad de los manjares disminuye; al contrario, aumentan aunque esto parezca paradoja.

La imagen casi plástica con que describe la manera en que la mujer del albañil o plomero llega hasta la obra, tal vez al otro extremo de la ciudad con el niño en un brazo y la comida en la otra mano hasta el pie del andamio o la puerta de la fábrica, es muy real.

Imagina a la mujer echando tortillas y preparando la comida toda la mañana para luego ponerla en una canasta, donde habrá “cuatro o cinco cazuelas con mole verde, salsa de chile, ‘sopita de arroz’ con huevos fritos, frijoles también refritos y un jarro de pulque”.

Y ahí es donde empieza el banquete y los elogios. Cada bocado “es cogido con una cuchara hecha por los fragmentos de dos o tres tortillas cuidadosamente recortadas para que quepa la mayor cantidad posible de ‘molito’ o de los frijoles. El mexicano de todas las categorías sociales, expresa Atl, come siempre con voluptuosidad, sabrosamente.