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La vida en los aeropuertos
De pronto volteo y le digo a Blanca, que mira la neblina empañar los ventanales del aeropuerto de París. Le digo, de pronto, a Blanca: y son iguales los destinos del hombre a los aviones, ¿lo ves? Blanca no responde. Los hay (destinos, aviones) que nunca llegan a la hora precisa o que, ayuda dos por un viento cómplice, arriban antes de la hora, así como los hom bres que tocan la puerta equivocada o aquellos que encuentran en la calle el boleto premiado de la lotería. Pero también los hay que no salen del aeropuerto por mal tiempo o los que, aun con nieve o tormenta, realizan un aterrizaje forzado, tal como los hombres que se dejan derribar por los acontecimientos o aquellos que los van construyendo día a día. También hay aviones detectados con fallas técnicas cinco minutos antes de despegar y otros que, averiados, llegan a su destino sin problema, igual que los hombres que toda su vida han dado gato por liebre o los otros, los de la otra orilla, que nacieron con dos pies izquierdos. Hay aviones, eso es, como destinos del hombre, y esto es así, los unos que despegan y aterrizan sin contratiempos y los otros, que nadie sabe por qué, caen, sorpre sivamente, siempre, a mitad del océano. |