Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de diciembre de 2009 Num: 773

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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La Trampa: Alva y López
CHRISTIAN BARRAGÁN

Ballagas o el hedonismo sensualista
JUAN NICOLÁS PADRÓN

El último libro de Emilio Ballagas
ENRIQUE SAÍNZ

Emilio Ballagas: desde su prosa, la poesía
CIRA ROMERO

Poemas
EMILIO BALLAGAS

Rock09. Quince discos para soportar malos tiempos
ROBERTO GARZA ITURBIDE

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Emilio Ballagas: desde su prosa, la poesía

Cira Romero

A cien años de su nacimiento parecería que no es necesario reiterarlo, pero resulta pertinente hacerlo: Emilio Ballagas pertenece a lo mejor de la tradición poética cubana. La frase, tantas veces repetida para valorar a otros poetas, no pierde sustancia para que cabalgue emparejada a su creación, pues su voz, íntima y auténtica, llenó uno de los segmentos más significativos de la lírica cubana del siglo XX. En posesión de un discurso del cual estuvo ausente, desde sus mismos inicios, el deseo o la voluntad del sobrepasamiento, al mantenerse siempre en equilibrio frente al de sus contemporáneos, Ballagas supo que el poema no constituía un capricho, sino que era la textura de una experiencia que sólo se entrevé súbitamente, como el vuelo de un pájaro. Y si anudó una red para liberar la palabra, la audacia de su gesto tuvo el don de la ligereza, que es también libertad creadora, abismo recobrado, tiempo como fugacidad e intersección de la muerte en la vida. Una extrañeza que es un entrañarse.

Como todo gran poeta, Emilio Ballagas fue también un pensador que estuvo al tanto de su entorno: el cultural en su más amplio espectro, y también el social y el político, además de haber dejado plasmado en no pocos textos, de manera directa o incidental, su propio sistema poético y su experiencia de poesía, como lo han hecho otros muchos escritores “preferentemente imaginativos” a lo largo de la historia literaria universal, y donde los cubanos también han dejado huellas notables, comenzando por nuestro José María Heredia. E igualmente no pueden desmerecerse los aportes ballaguianos a la interpretación y a la divulgación de los postulados estéticos de la poesía de vanguardia en sus vertientes pura y negrista, así como la labor de rescate y de puesta al día para el lector cubano de su tiempo de voces líricas poco conocidas en nuestro país, preferentemente inglesas y francesas. Esa zona de su creación queda patentizada, en primera instancia, a través de la publicación de tres folletos que contienen cado uno los ensayos titulados Pasión y muerte del futurismo (1935), Sergio Lifar, el hombre del espacio (1938) y La herencia viva de Tagore (1941), a los que pueden agregarse Magia blanca y poesía (1932), Poesía negra liberada (1935) La poesía en mí (1937), Sobre nocturno y elegía (1939), Historia, leyenda y poesía (1950) y Ronsard, ni más ni menos (1951), para no citar más que algunos títulos significativos, algunos de ellos recogidos en sus columnas Periscopio y Peristilo, que mantuvo, con algunas alternancias temporales, en el Diario de la Marina, donde incluyó desde ensayos y notas críticas a libros publicados –tanto de autores cubanos, los más, como de autores extranjeros– hasta comentarios sobre exposiciones o sobre representaciones teatrales.

Magia blanca y poesía y Sobre nocturno y elegía forman una especie de entretejido que contribuye a dar cuerpo a su poética. Sin embargo, es de notar que el autor de Júbilo y fuga, quizás sin proponérselo, trasladó a la mayoría de sus trabajos, ya fuera un ensayo, una nota crítica o un artículo periodístico de carácter cultural, su pensamiento poético, bien deslizado “al paso” o bien diáfanamente formulado. Muestra de ellos es su breve prólogo al libro Canción cruzada (1940), de las hermanas Acacia y Aida Hernández Jiménez, donde expresa: “ La Poesía existe independientemente del poeta […] Como la verdad sin el filósofo y el metal antes de sacarlo a la luz, la Poesía está siempre esperando por el poeta, en una espera esperanzada, sin que el desasosiego borre las nubes o seque duramente los ojos, sin que la rosa vuelva a vestirse de miradas marchitas ni la gaviota feliz quiebre sus alas en carbones torcidos. El poeta como el filósofo y como el investigador científico no crea, descubre.”

Poesía negra liberada forma parte de los estudios que realizó acerca de la llamada poesía negra, tema que siempre lo atrajo como parte de sus intereses sobre los movimientos de vanguardia, y al que Ballagas recurrió en su Cuaderno de poesía negra (1934). Si bien defendió y practicó este tipo de manifestación, la consideró parte integradora de un arte totalizador, universal y único, tal y como lo formula en este artículo.

Sobre nocturno y elegía, publicado un año después de la aparición de este libro-poema, es un texto sorprendente, que califico y juzgo como acto de “desnudez” ante el ejercicio de la creación poética. Allí Ballagas se despoja del élan o de la alquimia íntima generadora de toda poesía, porque explica cómo elaboró este poema, el por qué sí de una palabra asumida y el por qué no de una palabra rechazada y de aquellas que desechó por falta de ritmo.

“Me sentí sorprendido –dice– cuando al acabar el poema y leerlo en voz alta en el silencio de mi habitación advertí que cada estrofa constaba invariablemente de siete versos. Más sorprendido cuanto que el siete es un número cabalístico y yo fui nacido un día siete [7/ XI /1908] Esto pertenece a lo que puede llamarse lo mágico en el poema. Lo místico cala más adentro.”

El fino desbroce que realiza, estrofa a estrofa, casi vocablo a vocablo, ratifica su ansia de alcanzar la perfección, el manejo del verso hasta más allá de las propias palabras, si ello fuera posible. Por otra parte, el tono del trabajo invita al diálogo con un interlocutor que quiere aprender (él también lo desea) a hacer poesía. Quizás ello explique su publicación en una revista titulada Varona, dedicada a los intereses del estudiantado habanero. Asimismo, Historia, leyenda y poesía es una muestra de su periodismo cultural, en este caso para tratar de explicar la imbricación y el deslinde que existe en esta tríada de elementos de aparente desarticulación.

En una carta a Juan Marinello fechada en 1933, le expresa: “La prosa cada día me seduce más con sus dificultades y porque (sin matar el alma) se puede poner en ella más técnica que en la poesía. Cuando llegue a ser dueño de una prosa no desearé nada más.” Creo que Emilio Ballagas se apropió de la prosa para tratar de explicar y de explicarse la poesía en tanto acto de creación del espíritu, aunque sus formulaciones al respecto descansaban en las propuestas del abate Henri Brémond expuestas en un discurso pronunciado en la Academia Francesa en 1925, y que desató una polémica que se sintetiza en dos consideraciones esenciales: “La poesía es inexplicable y alude a una realidad inaccesible por la vía del conocimiento racional.”

El autor de Sabor eterno supo rescatar y rescatarse en su prosa de algo espontáneamente oculto que intentó develar a toda costa: la poesía, que conduce al hombre hacia su esencia última. Meditó acerca de la potencia y de la impotencia de la creación en busca de la resurrección de la palabra que creía perdida.