Ciencias
Ver día anteriorSábado 12 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Profesores y estudiantes de la URACT se desempeñan en condiciones alejadas de la realidad

Arabia Saudita: investigación y docencia, en una torre de marfil

Autoridades de la universidad aplican medidas de seguridad, como vigilancia armada y dos retenes por temor a Al Qaeda

Becas y sueldos generosos persuaden incluso a investigadores de prestigio

 
Periódico La Jornada
Sábado 12 de diciembre de 2009, p. 2

Thuwal, Arabia Saudita, 11 de diciembre. Quien como científico pierde la relación con la realidad se encuentra dentro de una torre de marfil. Sin embargo, ¿qué seduce a investigadores de prestigio a instalar sus carpas en una fortaleza en el desierto de Arabia Saudita, escondidas detrás de muros de hormigón elevados y vigiladas por guardias de seguridad fuertemente armados?

La respuesta de los estudiantes y profesores que desde el pasado septiembre viven, investigan, enseñan y aprenden en el campus de la Universidad Rey Abdulá de Ciencia y Tecnología (URACT) en Arabia Saudita es muy simple: el dinero.

Pues en la recientemente inaugurada casa de estudios, a orillas del mar Rojo, las becas están muy bien dotadas, los sueldos son decentes y los presupuestos de investigación generosos. A eso se le suma una experiencia única en un contexto multicultural, que agrega un toque exótico a cualquier carrera convencional.

Las desventajas: algunos investigadores comprobaron, apenas llegaron al campus, que los laboratorios que necesitaban para trabajar aún no estaban listos y que las medidas de seguridad en el terreno universitario son excesivamente estrictas.

Clima de miedo

Para llegar al campus, cercado herméticamente, no basta con pasar la primera barrera, controlada por la guardia nacional; quien allí se dirija debe presentarse a continuación ante un guardia en un pabellón para visitantes. Tan sólo cuando ha comprobado qué empleado de la universidad invitó al visitante, éste podrá pasar a una segunda barrera, donde se encuentran emplazados miembros de la compañía estatal de petróleo, Saudi Aramco.

Dentro, en el terreno del campus, la vigilancia está en manos de la empresa de seguridad de la universidad.

Una joven saudí, que con su velo negro y sandalias blancas de tacones altos en este día otoñal, recorrió con su tutor masculino los 80 kilómetros que separan la ciudad portuaria de Yeddah de la universidad, no logró siquiera llegar hasta la segunda barrera.

Yo quiero estudiar aquí, si Dios quiere, dice, pero necesito más información sobre los requisitos de admisión. El guardia es afable con la aspirante, sin embargo, en vez de enviarla al edificio de la administración de la URACT, tras 10 minutos de discusión y dos conversaciones telefónicas con la administración, termina dándole al tutor un papelito amarillo con un número telefónico.

Ayer estuvo aquí un funcionario gubernamental de alto rango que tampoco pudo entrar, y se enojó, cuenta. Yo no puedo hacer nada al respecto, tengo órdenes estrictas, y si no las cumplo, pierdo mi trabajo, dice el joven guardia.

El clima de miedo alcanza evidentemente a algunos docentes también, Si invito a un periodista como visitante al campus universitario, tal vez me meta en líos, comenta inseguro un profesor europeo adjunto.

Las estrictas medidas de seguridad están enfocadas no sólo en evitar ataques de terroristas de Al Qaeda, agrupación que en años recientes ha perpetrado varios atentados suicidas dirigidos a instituciones extranjeras en el reino islámico, sino que deberán también mantener a los periodistas alejados.

Actualmente no recibimos a ningún periodista; tampoco puedo decir cuándo se modificará esta situación, explica Christopher Sands, asistente del rector de la institución para relaciones universitarias. Tampoco puede decir nada sobre los motivos de esta actitud de rechazo.

Los analistas del reino saudita suponen que desde la jefatura de la universidad se ha ordenado a todos los empleados mantener silencio debido a las disputas con los sabios religiosos. Poco tiempo después de la pomposa inauguración de la universidad, en septiembre pasado, una de las autoridades en islam del reino saudita se expresó de forma crítica sobre la URACT.

El jeque Saad al Shithri se escandalizó porque hombres y mujeres pueden investigar y estudiar juntos en URACT, puesto que en las demás instituciones del país, de acuerdo con la separación de géneros decretada por el Estado, no hay clases mixtas. Al Schithri además pidió la creación de un comité que debería examinar si los planes de estudio de URACT son compatibles con el islam.

Aquello hizo enojar al rey Ahdulá, quien encargó la construcción de la universidad y apartó al jeque crítico del alto consejo de los sabios religiosos. Algo así no había acontecido nunca anteriormente en el conservador reino islámico.

La nueva universidad es un sueño, el equipamiento técnico es de máxima calidad, dice, entusiasmado, un joven empresario de Yeddah que quiere cooperar con los investigadores de URACT. Pero el plan de extender la sociedad del conocimiento a partir de esta universidad a todo Arabia Saudita, paso a paso, quedará en la nada mientras se mantenga la investigación escondida tras sus altos muros.