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Este desembolso pervierte la democracia y nutre la apatía electoral, señalan críticos

Bloomberg ha gastado más de 85 mdd para relegirse en alcaldía de Nueva York

Va por su tercer periodo; en todas sus campañas lleva invertidos más de 250 mdd de su fortuna

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Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York que buscará el 3 de noviembre un tercer periodo de gobierno, durante un debate electoral, el pasado 13 de octubreFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 26 de octubre de 2009, p. 25

Nueva York, 25 de octubre. Uno de los hombres más ricos del mundo está por comprar, por tercera ocasión, la alcaldía de Nueva York, la ciudad más grande y rica de Estados Unidos, por poco más de 85 millones de dólares.

Michael Bloomberg, cuya fortuna personal este año asciende a más de 16 mil millones de dólares según la revista Forbes (que lo ubica en el lugar 17 de los más ricos del mundo), ganará, según todo pronóstico, un tercer periodo como alcalde en las elecciones del 3 de noviembre aquí.

Para asegurar la victoria ya ha gastado unos 85 millones de dólares de su fortuna. Eso marca un récord que lo convierte en el ciudadano que más de su propio dinero ha invertido para ocupar un cargo político en la historia de Estados Unidos.

Y se calcula que si mantiene este ritmo en los días previos a la elección, habrá gastado entre 110 y 140 millones antes del 3 de noviembre, reporta el New York Times.

En sus tres campañas para elegirse alcalde, Bloomberg habrá gastado más de 250 millones de dólares, casi el doble de cualquier otro político que ha buscado comprar con recursos propios un puesto público a nivel estatal o federal.

En esta campaña ya ha gastado por lo menos 14 veces más que su contrincante demócrata (él está en la línea republicana) William Thompson Jr., quien le ha destinado a la contienda 6 millones de dólares. Por ahora, a este ritmo, Bloomberg invierte casi un millón de dólares por día en la recta final de la campaña electoral. Todo mundo considera que Bloomberg ya contaba con enormes ventajas sobre Thompson por el simple hecho de ocupar ya ese puesto, con un amplio apoyo, aunque no necesariamente entusiasta, y este gasto astronómico ha provocado críticas y asombro.

Díganle a Bloomberg que la ciudad de Nueva York no está en venta, se afirma en un anuncio político que se transmite en la televisión local, creado por la sección sindical de trabajadores municipales CWA 1180. Pero todo indica que el puesto más alto de esta metrópoli sí se puede comprar.

Sin embargo, críticos dicen que este gasto pervierte la democracia y nutre la apatía y la falta de credibilidad tanto en el proceso electoral como entre los políticos electos. Los voceros de Bloomberg, al contrario, argumentan que es motivo de orgullo, al señalar que sus contrincantes aceptan dinero y apoyo de intereses especiales, mientras que el alcalde multimillonario no acepta nada de nadie, ya que gasta su propio dinero.

Opositores señalan que Bloomberg evadió la voluntad popular al revertir la legislación que limita a los alcaldes a ocupar el puesto durante dos periodos, algo que hizo con su dinero e influencia, y para lograrlo evitó un referendo. Eso, dicen, será una mancha en su legado.

Los críticos afirman que un multimillonario con mansiones en varios países, quien ha incrementado su fortuna cuatro veces en los últimos ocho años, no puede tener mucha idea de la situación que padecen los neoyorquinos comunes.

De hecho, 1.3 millones de los habitantes de esta ciudad viven en inseguridad alimentaria, según la Coalición de Nueva York Contra el Hambre, y 39 mil personas viven en albergues municipales, la cifra más alta desde la gran depresión. La fortuna de Bloomberg es 2.5 veces más grande que el ingreso recibido por los 1.5 millones de neoyorquinos (uno de cada seis) que viven en la pobreza.

Bloomberg, quien dice que su prioridad es aliviar la pobreza y reducir la desigualdad de oportunidades, ha utilizado su riqueza y sus conexiones con las más altas esferas de esta ciudad y este país para promover su agenda, y se ha impuesto como la figura más poderosa de los tiempos recientes en esta ciudad.

Su vasta fortuna ha sido empleada para poner de cabeza a la dinámica política común: en lugar de que los intereses especiales compren a los políticos, el político más alto de la ciudad ha comprado a los intereses especiales, reporta New York Magazine. Agrega que el dinero le ha permitido crear el Partido Bloomberg, cuyo club son las elites empresariales.

Su mansión en la Calle 79, a la vuelta del Museo Metropolitan, es escenario frecuente de cenas de lujo y funciones de gala. Ahí suelen estar, en ocasiones importantes, los directores de los tres principales diarios de Nueva York, entre otras figuras. Arthur Sulzberger Jr., del New York Times; Rupert Murdoch, del New York Post, y Mort Zuckerman del Daily News, están en todo lo que verdaderamente le importa a Mike, comentó a New York Magazine uno de los participantes en estos eventos.

Tal vez por ello no fue sorpresa que este pasado fin de semana The New York Times diera su apoyo a Bloomberg en su aspiración a un tercer periodo.

No es un republicano tradicional, por supuesto. No podría sobrevivir políticamente así en esta ciudad: tiene posturas liberales en temas sociales como los derechos de los inmigrantes (ésta es una de las principales capitales de la diáspora mundial, donde se dice que se hablan unos 200 idiomas), está en favor del control de armas y de los derechos de los gays, entre otros.

Su tema central es la reforma del sistema escolar, el más grande del país, en el cual ha aplicado su visión empresarial. Según él, todo lo que ha hecho en el rubro educativo es un gran éxito, aunque eso es debatido intensamente por educadores y maestros que padecen una reforma autoritaria disfrazada de participativa, guiada por gente a la que le interesa más cómo convertir escuelas en centros de capacitación laboral, que en instituciones de donde egresen ciudadanos preparados. De hecho, el secretario de Educación, Joel Klein, no es educador, sino abogado de Wall Street.

No hay rubro en que el alcalde tolere mucho debate, y menos disidencia. Pocos se atreven a enfrentarlo directamente, por el enorme poder que compran su dinero y sus conexiones. Y pocos se atreven a decirle de frente que está equivocado, ya que tiene fama de no escuchar a nadie.

Para algunos, el que manda aquí no es un alcalde electo, sino un rey: el individuo más rico de la ciudad más rica del mundo.