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Los pedazos de Juan

Amuletos, fetiches, talismanes y conjuros

E

l amuleto es, dice la RAE, un objeto pequeño que se lleva encima, al que se atribuye la virtud de alejar el mal o propiciar el bien; el término deriva del latín amuletum, aparece por primera vez en la Naturalis Historiæ de Plinio el Viejo y está estrechamente emparentado, por su significado, con talismán, que procede del persa telesmat: Objeto, a veces con figura o inscripción, al que se atribuyen poderes mágicos, afirma RAE con extremada austeridad, dejando de lado el hecho de que la palabra amuleto suele usarse para designar cualquier clase de objeto protector, en tanto que talismán se prefiere para mentar gemas o cosas hechas con metales preciosos.

De fetiche, Madre Academia indica que proviene del francés fétiche y que es un ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos, y se olvida del enorme filón de significados que adquiere la palabra en los ámbitos cultural, económico y sexual (por ejemplo) de las sociedades occidentales contemporáneas. Wikipedia, siempre más pródiga y mucho más incierta que la RAE, asegura que el término deriva del portugués feitiço, que significa magia o hechizo, que viene a su vez del latín facticius, artificial. Charles de Brosses (siglo XVIII, cómo no) aventuró que el fetichismo era el estado más primitivo de la religión o la religión original, cosa que fue desmentida en la centuria siguiente. Una de las formas más comunes de amuleto o fetiche es el grigrí, de origen africano: lo fabricaban los tuaregs antes de emprender sus incursiones al inclemente Sáhara desde la misteriosa Timbuctú, en los alrededores del Níger, y en su forma original consistía en una bolsita de cuero o tela en la que se colocaba una mezcla, previamente bendecida en algún ritual, de hierbas, ungüentos, huesos, pelo, uñas y piedras más otros elementos personales. Traídos a América por los esclavos hausas y yorubas, los grigrís fueron adaptados en el vudú y la santería (resguardos), en la que se les denomina también makutos o gurunfindas y se les agrega, a veces, corazones de pájaros o tortugas, monedas y pelos de difuntos.

Una cosa no muy distinta son los relicarios, estuches litúrgicos que, en su versión fresa, guardan algodón empapado en aceite que se toma de las lámparas votivas de un altar o sepulcro dedicado a mártir, beata o santón, y en la hard, cabellos, huesos, dedos, ojos, ombligos o pellejos variados de san o santa quién sabe quién. En el Palacio de Topkapi, en Estambul, además de algunos dientes y un pelo de la barba (dicen) del profeta, se conserva un guante de metal dorado que contiene (dicen) el brazo derecho de san Juan Bautista. A la altura del dorso, el artefacto tiene una suerte de ventanita para que veas los tendones resecos, te impresiones y lo tomes en cuenta para tus pesadillas. El problema es que el retazo tiene varios rivales, todos ellos, derechos: uno, ubicado en la catedral que lleva el nombre de su propietario original, en Perpignan; otro, preservado por la skete de Prodromos, en el Monte Athos, Rumania, y un tercero que se veneró en Yugoslavia por el rumbo de Cetinje, Montenegro, y que se encuentra desaparecido desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Peor le fue a la cabeza del pobre hombre, cercenada por capricho de la cachonda Salomé: tras ese episodio horroroso, fue llevada y traída por Halifax, Inglaterra, París (sede de los templarios), Roma (templo de San Silvestre), Amiens, Antioquia, Damasco y Munich. En el trayecto parece ser que se multiplicó, pues hoy existen cabezas del Bautista en el ya referido Topkapi, en Egipto (monasterio copto de San Macario), en Armenia (monasterio de Gandzasar, Nagorno-Karabaj), en el ya dicho templo romano y en el museo Residenz de Munich.

Foto
Brazo y mano de san Juan Bautista, en el Museo del Palacio Topkapi, en Estambul, www.qantara-med.org

Muchos fieles creen honestamente en las capacidades sobrenaturales de un pedazo de muerto considerado milagroso, muchos otros perciben que el contacto con un despojo cualquiera es equivalente a estar frente a la persona completa, y no será raro escuchar que le hablan al páncreas momificado de perencejo como si se tratara del mismísimo perencejo. Alabados sean estos crédulos y la otra clase de fetichistas, aquellos que prefieren los calzones de fulanita a fulanita en persona, aunque sea (o mejor así) desprovista de ellos.

Parece más elegante, y sobre todo más higiénico, rendir culto a expresiones en las cuales algunos depositan cualidades mágicas o sobrenaturales: Abracadabra, Birlibirloque, Farafat Cachivate, Ábrete, Sésamo, Compadre Nahúm. Eso nos lleva a otro asunto, que son los conjuros o fórmulas capaces de obrar, mediante su dicción, milagros y portentos: los nombres de Dios, grabados en la frente del Golem, dan al mamarracho vida y obediencia. Así lo contó Borges:

“No a la manera de otras que una vaga / sombra insinúan en la vaga historia, / aún está verde y viva la memoria / de Judá León, que era rabino en Praga. // Sediento de saber lo que Dios sabe, / Judá León se dio a permutaciones / de letras y a complejas variaciones / y al fin pronunció el Nombre que es la Clave, // la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio, / sobre un muñeco que con torpes manos / labró, para enseñarle los arcanos / de las Letras, del Tiempo y del Espacio. // El simulacro alzó los soñolientos / párpados y vio formas y colores / que no entendió, perdidos en rumores / y ensayó temerosos movimientos. // Gradualmente se vio (como nosotros) / aprisionado en esta red sonora / de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora, / Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros. // (El cabalista que ofició de numen / a la vasta criatura apodó Golem; / estas verdades las refiere Scholem / en un docto lugar de su volumen.) // El rabí le explicaba el universo: / ‘esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga.’ / y logró, al cabo de años, que el perverso / barriera bien o mal la sinagoga.”

Links, en el blog. En lo personal, encuentro que no hay que confundir las cosas con sus símbolos y representaciones y que si se actúa así es posible padecer situaciones muy frustrantes. Pienso que el mejor ritual para recuperar o mantener la salud es ir al médico; que para salir de la pobreza no queda más que trabajar duro para sí y para transformar el país; que no hay conjuro más eficaz que verbalizar los deseos, ni mejor amuleto que un huequito en el corazón de la persona amada, ni talismán más poderoso que un minuto ante la mirada de la persona amable, ni hechizo más prodigioso que un apretón de manos y un abrazo con la persona amiga.