Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 26 de mayo de 2013 Num: 951

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El espíritu abierto
de Valery Larbaud

Vilma Fuentes

Ditoria: en el centro
de la edición

Ricardo Venegas entrevista
con Roberto Rébora

Caparrós, memoria
singular de Argentina

Sergio Gómez Montero

Cualidad y horizontes
del adjetivo

Leandro Arellano

Gilbert, Sullivan
y Grossmith,
el humor Victoriano

Ricardo Guzmán Wolffer

El joven Dickens
Graham Greene

Una tempestad
llamada progreso

Hugo José Suárez

La poesía
Aris Diktaios

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Encuentros y desencuentros multiétnicos

Fabrizio Lorusso


Choque de civilizaciones por un ascensor en Piazza Vittorio,
Amara Lakhous,
traducción de Fabrizio Lorusso,
Editorial Elephas,
México, 2012.

Las civilizaciones pueden chocar de muchas maneras. Y si en lugar de hacerlo en la política o en la historia, lo hacen en una simple unidad habitacional o, incluso, dentro de un ascensor, la situación se complica.

El escritor argelino Amara Lakhous, quien radica en Roma y es autor de Las chinches y el pirata (1999) y Divorcio a la islámica en Vía Marconi (2010), nos lleva a la Italia de los migrantes y con una novela policiaca coral.

Hubo un homicidio en un edificio de Piazza Vittorio y los vecinos, uno tras otro, narran su propia versión de los hechos y, al mismo tiempo, van describiendo su pasado y sus vidas cotidianas de migrantes, entre la integración y el rechazo que Roma les brinda alternadamente.

Parviz Manssor Samadi es iraní y Benedetta Esposito es de Nápoles. Iqbal Amir Allah es bengalí y María Cristina González es de Perú. Antonio Marini nació en Milán y Johan Van Marten viene de Holanda para ser el “nuevo Fellini”. En cambio, Sandro Dandini es de Roma y Abdallah Ben Kadour es argelino. De Amedeo no sabemos la nacionalidad, pero su novia es italiana y se llama Stefania. Elisabetta Fabiani vive con su perro Valentino y Lorenzo, alias el Gladiador, es el más odiado del condominio. Todos ellos son protagonistas en Piazza Vittorio, todos saben algo.

En sus relatos está la realidad del racismo y de los prejuicios, de los estereotipos y de las incomprensiones en una sociedad cambiante, pero también hay ejemplos de solidaridad y tolerancia en el crisol multicultural de Italia.

El señor Amedeo, personaje clave del libro, conoce a todos los vecinos y cada día apunta en un diario sus pensamientos, que él llama “aullidos”, y también rememora las vivencias de los inquilinos.

Extranjeros e italianos, hombres y mujeres siempre están en pie de guerra por ese ascensor que, según el profesor Antonio Marini, “es la barrera entre la civilización y la barbarie”. Según la portera Benedetta es un templo sagrado e inviolable que ella protege de invitados y forasteros. Sin embargo, para Amedeo el elevador es una caja claustrofóbica insoportable y, para el cocinero Parviz, se trata de un lugar de meditación inigualable. En fin, el Gladiador lo ve como un espacio ideal para orinar y para morir, ya que alguien justo allí pone fin a su existencia.

Empiezan las investigaciones. Poco a poco, se van revelando las piezas de un rompecabezas que el comisario de policía Bettarini trata de armar. 

Este Choque de civilizaciones… es la historia de una comunidad variopinta cuyos miembros, sin embargo, no tienen nada en común, salvo el hecho de vivir en un barrio multiétnico de la ciudad eterna y ser llamados como testigos potenciales de un crimen.

¿Cómo hacerte amamantar por la loba sin que te muerda? Es el título de la primera versión, escrita en árabe, de esta novela. Roma, la loba, tal vez no muerda, pero hace pensar. Lakhous nos invita a ver con los ojos de los otros, a percibir la alteridad irónica y amargamente a la vez, pues el autor nos reta a comprender las integraciones y las resistencias de las culturas migrantes en este rincón romano de la vieja Europa.


Lo que rompió el terremoto

Cuauhtémoc Arista


Después del terremoto,
Haruki Murakami,
Tusquets,
México, 2013.

El bestseller japonés Haruki Murakami no es dado a complicarse la existencia, aunque para ello deba complicar la trama: la sencillez de sus frases suele desembocar en sensaciones precisas y sentimientos que flotan alrededor de los personajes hasta que la trama ofrece un nudo (una imagen o una parábola sutil) y entonces la narración encuentra su centro y, con él, su forma. Es casi un pedagogo del arte y por eso leo sus libros, aunque en ocasiones decaiga el interés por sus reiteradas huidas a rincones secretos de lo cotidiano.

En su libro Después del terremoto la imagen que genera la forma de los seis relatos no es la del golpe telúrico que destrozó la ciudad de Kobe en 1995, aunque es el pretexto de la colección y su botón de encendido. Los que a diario veíamos esa devastación en los noticieros –por no hablar de la experiencia mexicana diez años antes– y dejábamos pasar los comentarios del locutor como si fueran el viento, entendemos la dañina fascinación que la tragedia provoca en los personajes de Murakami. Conocemos lo fácil que es para la fantasía descubrir rincones inexplorados en su armazón imaginario.

Por ejemplo, dice en “El pastel de miel”: “Las imágenes deben haber sido un estímulo demasiado fuerte para una niña de cuatro años. Porque justo después del terremoto empezó a despertarse de noche. Sara dice que un señor desconocido viene a sobresaltarla. Es el hombre del terremoto. Ese hombre la despierta e intenta meterla en una caja pequeña. La caja no tiene el tamaño suficiente para que entre una persona. Y cuando Sara dice que no quiere ser metida ahí, él la agarra de la mano, la jala y ¡cric!, ¡crac!, le va partiendo las articulaciones y trata de encerrarla a fuerza. Entonces Sara lanza un alarido y despierta.”

En efecto, el movimiento de la que topológicamente es la base de nuestra existencia agrieta también los muros psíquicos y hace en nuestra mente espacio para pérdidas que de otra forma serían inconcebibles. Los protagonistas de Murakami pierden a la esposa, al amante o al menos la seguridad de la ubicación de sus recuerdos. En consecuencia, tienen que luchar contra el gusano milenario, el sueño que los ata al presente insatisfactorio, la confortable cápsula de ser ellos mismos o la insoluble duda acerca de ser hijo de Dios.

Con todo, no son pesimistas estas historias. Ni siquiera “Paisaje con plancha”, donde el pintor y una joven lectora de Jack London marcan con hogueras su camino hacia el frío definitivo, y al novio de la muchacha lo salva su inconsciencia vital. El registro emocional del escritor japonés abarca desde la melancolía de los descubrimientos existenciales hasta una alegría puramente contemplativa y estetizante (“Tailandia”).

Me gusta pensar que el jazz tiene una función en la manera en que Murakami desarrolla sus historias.



No habrá recreo. Contra-reforma constitucional
y desobediencia magisterial,

Luis Hernández Navarro,
Rosa Luxemburg Stiftung/Para Leer en Libertad,
México, 2013.

A excepción de unos cuantos medios de comunicación –este diario es, naturalmente, una de tales excepciones–, las constantes para abordar el movimiento magisterial en contra de la reforma educativa recientemente aprobada, que en estos días sigue viviendo su momento más álgido, son la satanización, la descalificación, la parcialidad y la desinformación. Virulentos e irreflexivos, muchos “comunicadores” echan fácil mano de calificativos como “delincuentes” para definir a los maestros en lucha contra una reforma que, para decirlo sin ambages, poco o nada tiene que ver con cuestiones académicas, y sí mucho o todo con aspectos laborales o, más claramente, con la necesidad neoliberal de hacer de la educación un rubro rentable y no una obligación de Estado. De todo esto habla, con amplísimos datos, profunda reflexión y una postura clara, el colega de estas páginas Luis Hernández Navarro.