Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 26 de mayo de 2013 Num: 951

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El espíritu abierto
de Valery Larbaud

Vilma Fuentes

Ditoria: en el centro
de la edición

Ricardo Venegas entrevista
con Roberto Rébora

Caparrós, memoria
singular de Argentina

Sergio Gómez Montero

Cualidad y horizontes
del adjetivo

Leandro Arellano

Gilbert, Sullivan
y Grossmith,
el humor Victoriano

Ricardo Guzmán Wolffer

El joven Dickens
Graham Greene

Una tempestad
llamada progreso

Hugo José Suárez

La poesía
Aris Diktaios

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Ditoria: en el centro de la edición

entrevista con Roberto Rébora

Taller Ditoria nació en febrero de 1994 con la llegada de La Dominga, una sencilla prensa plana de tipos móviles y una caja de letras tipográficas. Hoy, esta editorial independiente –considerada una de las propuestas editoriales creativas más ingeniosas del país– comparte su sencilla e íntima manera de trabajar con un creciente número de suscriptores nacionales y extranjeros, así como el reconocimiento de instituciones como la Princeton University Library, Stanford Univerity Green Library, la Bancroft Collection, University of California, Berkeley, Biblioteca Nacional de México, la Capilla Alfonsina de Monterrey, entre muchas otras. Róberto Rébora, artista plástico y uno de los principales impulsores de este proyecto, habla de esta empresa sui generis en el mundo editorial.

Ricardo Venegas


Taller Ditoria en Conejoblanco, Galería de Libros
Fotos: Taller Ditoria

–¿Cuál es la historia del Taller Ditoria?


Don Rafa trabaja en La Perfecta, linotypo de 1950

–El vocablo Ditoria se desprende de la palabra editorial, sin su principio y final, por aféresis y apócope, invención de Jorge Jiménez. El taller tiene tres etapas claramente marcadas. Su azaroso inicio fue la llegada de unas cajas de letras tipográficas de manos de mi amigo de juventud Clemente Orozco a mi taller, que motivaron la compra de la primera prensa plana, como las existentes hoy en día en Plaza Santo Domingo. Sitio de encuentro de poetas –principalmente, debido a mi amistad con el poeta Josué Ramírez– y pintores, en ese orden, la lectura en voz alta de poesía era práctica común entre nosotros, hecho que motivó, gracias al entusiasmo y pericia de Jorge Jiménez, el nacimiento de las primeras pruebas tipográficas de impresión que dieron inicio a nuestro trabajo. Nuestro primer libro de poesía, propiamente dicho, timbrado bajo el sello Ditoria, fue Imanes, de Josué Ramírez. Como editor, Josué Ramírez dictó la primera etapa de nuestros libros, que a la postre marcaron la primera línea editorial a seguir, realizadas espontáneamente por Jorge Jiménez, Josué Ramírez y un servidor. Las ediciones numeradas y firmadas, cien ejemplares, diez títulos aproximadamente, sumaron entre nuestros autores a Eduardo Vázquez Martín, Eduardo Milán, Fabio Morábito, Gerardo Deniz, Ida Vitale, Juan Gelman, Adriana Díaz Enciso y José Kózer, entre otros. El propósito de nuestras ediciones era hacer circular de mano en mano entre pintores, editores, poetas y amigos, a manera de obsequio, algo realizado desde la intimidad y la colaboración colectiva. La segunda etapa inicia cuando Josué Ramírez sale del taller, tras cinco años de estrecha colaboración. Para entonces el taller ostentaba la ya conocida Toñita, Chandler 1889, habiéndose integrado a su vez el impresor de oficio, don Gilberto Moctezuma Romero. Comprada la Chandler en el cuarto año de trabajo y poseídos todos por el influjo de la libertad creativa y la completa independencia de producción, Jorge Jiménez, don Gilberto y un servidor dimos inicio al segundo período de producción del taller y continuamos el trabajo editorial hasta la fecha. Entonces mi creciente admiración y relación de amistad con el poeta mayor Gerardo Deniz –el más asiduo visitante de Taller Ditoria en esos años y días– motivó la tarea de publicarlo. Hicimos entonces las ediciones que, considero, dieron identidad al taller: Cubiertos de una piel, Semifusas, Gatos, en colaboración con Juan Soriano, e IMDINB. Publicamos a su vez a José Luis Rivas, así como segundos títulos de Ida Vitale, Gelman y Kozer, entre otros. Hecho central en nuestro camino fue la participación al décimo año de trabajo en la Feria Internacional del libro de Guadalajara, evento que detonó nuestra distribución en círculos de mayor amplitud, así como la integración por períodos y de manera espontánea de los colaboradores María Teresa Gerard y Marco Perilli, quienes dieron estímulo y enriquecieron al Taller. Publicamos a Ulises Carrión y a Mallarmé; nació Autoria, nuestra colección de ensayo. El tercer período fue la apertura de un segundo taller en mi ciudad natal, Guadalajara, donde renové mi colaboración con Clemente Orozco y dimos inicio a la Colección del Semáforo, en colaboración con H. Aldana, mujer de un gusto exquisito, mecenas, y A. Halteman, editora.

–Fueron ampliando sus posibilidades con máquinas quizá no tan modernas, pero sí de mayor capacidad (tipografía, impresión...), como ocurrió con La Perfecta...

–La Perfecta, o Toñita como nos gusta llamarla, llegó de manos de Jorge Jiménez, vecino de unos impresores que la estaban vendiendo. Una tarde me llevó a conocerla y quedé prendado de ella, conseguí los diez mil pesos y la compré. Don Gilberto imprimió ahí nuestro Recuerdos de Coyoacán, de Adolfo Castañón, y el taller pasó a otro nivel de producción. La Perfecta nos permitió eso, perfeccionarnos, y su presencia dio al taller un aura que antes no tenía. Una tarde, por cierto, llamó al taller la señora Mercedes, esposa de García Márquez, para comentar elogiosamente –de parte de Gabo–, la edición y mi retrato a pluma de Castañón. Me parece que hicimos cerca de cuatrocientos ejemplares en esa ocasión, y alcanzaron una gran circulación.

–Ditoria es un equipo de varios colaboradores. ¿Cómo trabajan y cómo han logrado perdurar? Muchas editoriales independientes se desintegran por falta de armonía...

–La armonía en el taller está siempre en disputa: mi papel como generador del ejercicio editorial y lugar de encuentro colectivo está en relación con el reconocimiento del talento del “otro”; es una actitud que en lo personal me permite aprender el oficio, reconocer las motivaciones de los colaboradores, sus gustos y afectos. No es fácil, pero el trabajo manual tiene esa cualidad, te forma como persona en cuanto a tus limitaciones y capacidades. Sin todos aquellos que te he mencionado, Taller Ditoria sencillamente no existiría. Nuestro futuro siempre está bailando.