Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de octubre de 2009 Num: 761

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Edith Wharton,
afortunada y sola

LAURA FALCOFF

Asesinato impune
Joan O'Neill

Una zanahoria
para el desayuno

ROSALEEN LINEHAN

Las veleidades del consenso: Ibargüengoitia, Garibay y Spota
RAÚL OLVERA MIJARES

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
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Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

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ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
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Manuel Stephens

Ballets Rusos 100

El crítico inglés Richard Buckle recupera en su libro Diaghilev (Siruela, 1991) un diálogo entre éste y el rey Alfonso XIII de España, fanático de los Ballets Rusos: “En la primera ocasión que Diaghilev fue recibido en palacio, junto a sus principales colaboradores y bailarines, el rey Alfonso le preguntó: ‘Bien, ¿qué hace usted en la compañía? Usted no dirige. No baila. No toca el piano. ¿Qué hace usted?' Diaghilev replicó: ‘Majestad, soy como Vos. No trabajo, no hago nada, pero soy indispensable.'” La altanería de Sergéi Diaghilev y su punzante ironía se deben a la seguridad de que él era el artífice de la que es hasta hoy la compañía de ballet más importante de la historia.

Los Ballets Rusos revolucionaron la danza, el diseño en escenografía, vestuario e iluminación, dieron lugar a un nuevo modo de producción y colaboración entre artistas, así como comisionaron algunas de las obras musicales más importantes para la modernidad. Diaghilev era un empresario y visionario del arte en todas sus manifestaciones. En 1906 organiza una exhibición de pintura y escultura de autores rusos que se acompaña con una serie de conciertos en París, entonces la ciudad non plus ultra para las artes y de la que abrevan artistas de todo el mundo, incluidos los mexicanos. Diaghilev decide acrecentar su proyecto y produce la ópera Boris Godunov, de Mussorgsky, para llevarla de gira y obtiene gran éxito con el público parisino. Pero el verdadero triunfo estaba por venir.

En 1907 Diaghilev asiste a la función de El pabellón de Armida, de Michel Fokine, con libreto y diseños de Alexandre Benois, en la que bailaban Anna Pavlova y Vaslav Nijinsky. El empresario queda impresionado con la obra y Benois le propone que también lleve ballets a París. Los Ballets Rusos están por nacer.


Nijinsky

Diaghilev organiza una compañía con bailarines de los Teatros Imperiales cuya estrella será Nijinsky y encarga a Fokine un repertorio para que éste luzca su virtuosismo. Los Ballets Rusos debutan en el Theatre du Chatelet en mayo de 1909; en adelante Nijinsky sería nombrado Le Dieu de la Danse. Uno de los grandes logros de Diaghilev es poner en primer plano a los bailarines; en la danza decimonónica se les había relegado a un segundo plano y a falta de ellos mujeres interpretaban roles masculinos.

El primer período de los veinte años de vida de los Ballets Rusos está signado por el genio de Fokine, quien compone ballets que ahora forman parte del repertorio clásico, como Las sílfides , que se estrena en la primera temporada parisina; Scherezada (1910), con música de Rimsky-Korsakov; El pájaro de fuego (1910) y Petrushka (1911), con música de Stravinsky; y El espectro de la rosa (1911), con partitura de Weber.


Diaghilev

Pero sin duda la nota más álgida y revolucionaria en esta etapa corresponde a Nijinsky, quien crea Preludio a la siesta de un fauno (1912) y Jeux (1913), con música de Debussy y diseños de Bakst, y La consagración de la primavera (1913), con música de Stravinsky y diseños de Roerich. Son muy conocidos el escándalo y la gresca que causaron entre el público Preludio –en la que el Fauno termina jugando con el pañuelo de una de las ninfas y simulando masturbarse–, y la Consagración, que escenifica un ritual pagano en el que se sacrifica a una doncella, para lo cual Nijinsky y Stravinsky recurrieron a formas que se deslindaban por completo de los cánones del arte de la época y fueron tachadas por algunos como un atentado al arte y las buenas costumbres. La obra de Nijinsky está plena de erotismo y vino a confrontar la gazmoñería del amor romántico. Formalmente, es un parangón en rumbos que enarbolan las vanguardias, por su uso de la linealidad y de la colocación del torso de frente y la cabeza de perfil, por ejemplo. En los Ballets Rusos toman cuerpo el art déco, el primitivismo, el orientalismo y el exotismo.

Diaghilev reformó la escena convocando a bailarines como Tamara Karsavina, Anna Pavlova (quien después continúa en solitario) y Anton Dolin; a los coreógrafos Fokine, Bronislava Nijinska, Léonide Massine y George Balanchine; músicos como Stravinsky, Debussy y Ravel; y pintores como Picasso, Matisse, Bakst y Miró.

Lo anterior es sólo una muy limitada muestra de cómo un grupo de artistas cambiaron la escena a escala mundial bajo la dirección de una figura esencial para las artes. Este año se cumplen cien del debut de los Ballets Rusos y ochenta de la muerte de Diaghilev. Es lamentable que en nuestro país la conmemoración esté pasando desapercibida.