Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de octubre de 2009 Num: 761

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Edith Wharton,
afortunada y sola

LAURA FALCOFF

Asesinato impune
Joan O'Neill

Una zanahoria
para el desayuno

ROSALEEN LINEHAN

Las veleidades del consenso: Ibargüengoitia, Garibay y Spota
RAÚL OLVERA MIJARES

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Hugo Gutiérrez Vega

LAS EMPRESAS INFORMATIVAS Y LA ENAJENACIÓN (I DE VII)

La ciencia burguesa ha manoseado de tal manera la palabra comunicación, que ha dejado irreconocible su concepto. Para asfixiar su verdadero significado la ha cubierto de afeites y le ha colocado las pestañas postizas y la grotesca melena rubia de la publicidad comercial; para salvar el prestigio de la inteligencia científica la ha cubierto con nombres de una grandilocuencia abrumadora y, por último, para ocultar el rostro granujiento del comerciante voraz, ha ideado términos complicados y huido de aquellas formas por las que debían transcurrir, de manera natural, las relaciones entre los miembros del “grupo zoológico humano”.

Todo indica que los problemas del lenguaje, de la información y de la transmisión de significados, son algunas de las preocupaciones centrales de los estudiosos del conocimiento científico. Por esta razón, y a riesgo de ser calificado de rupestre, bucólico o romántico incurable, pretendo abrirme paso entre la inextricable maraña de cables cibernéticos, de ruidos electrónicos y fórmulas matemáticas, para descubrir el mundo original en el que un hombre comunicaba su mensaje a otro hombre buscando una respuesta. Tal vez la ciencia pueda explicarnos las causas por las cuales se enturbió ese diálogo y se instauró el mundo de la incomunicación; tal vez las ciencias sociales puedan decirnos de qué manera la sociedad interfiere en el proceso comunicativo, imposibilita el diálogo y divide el mundo en dos sectores: el de los que dictan las órdenes y el de los que las acatan.

La imagen del hombre sentado ante el receptor de televisión que vomita boletines políticos y anuncios comerciales cargados de contenido ideológico, no corresponde a nuestra idea del diálogo y de la discusión. Inerme ante el aparato, el hombre anula todas sus posibilidades de relación con el mundo y acepta la visión de la realidad que le propone el programa “comunicativo” de la racionalidad tecnológica. Este programa le proporciona una identidad, le indica cómo debe actuar y lo dota de criterios para descubrir cuáles son los momentos de felicidad y cuáles los correspondientes a la tristeza y la frustración. Esta pequeña escena cotidiana confirma la teoría indicadora de la interferencia establecida por los medios de comunicación, entre el hombre y la realidad. Es indudable –y esta certeza no es necesariamente apocalíptica– que los medios masivos influyen en la elaboración de la idea que de nosotros mismos tenemos. La publicidad de los bancos mexicanos y de algunas instituciones financieras –Somex, entre otras– nos indica cuál es “la mejor etapa de nuestra vida” y difunde sin subterfugios un punto esencial de la ideología capitalista que puede enunciarse brevemente de la siguiente manera: el dinero es el valor principal de la vida humana; la felicidad depende de la cantidad de dinero que se tenga depositado en un banco serio y seguro; “la mejor etapa de tu vida” es la correspondiente a tu acceso a la propiedad privada, el mayor deleite consiste en contar monedas y acariciar collares de perlas extraídos de un cofre de tesoros, o en sentarte a observar cómo tus moneditas crecen y se multiplican en la caja milagrosa de tu banco, etcétera. Un anuncio de la televisión mexicana nos muestra a un hombre que lleva una corona real, inclinado sobre un cofre repleto de tesoros y contando monedas relucientes. El personaje de este anuncio, con fondo musical de violines melosos, baila asediado por los enemigos de su felicidad y, por fin, se convence de que sólo esforzándose y aceptando las reglas del trabajo fijadas por la sociedad mercantil, podrá alcanzar el cofre lleno de las anheladas moneditas. Este programa vital propuesto por el anuncio rebasa las más caras aspiraciones de Shylock y de los avaros de las novelas de Balzac, y forma parte de la programación de un medio que según lo indican sus propietarios, ha adquirido a últimas fechas “un mayor contenido humano”.

El estudio de los medios de comunicación debe partir de un análisis de contexto social en el que actúan. W. Hund afirma (en Comunicación y sociedad) que muchos estudiosos del tema no obtienen de sus investigaciones los resultados apetecidos, porque se empeñan en sacar el fenómeno estudiado de “su entorno histórico-genético y de su ámbito histórico de incidencia, para ser analizados desde el exclusivo punto de vista del contexto de justificación”. Pienso que lo que Hund considera una deficiencia metodológica constituye todo un programa ideológico de la ciencia burguesa. Limitarse a estudiar la lógica interna de un medio de comunicación social equivale a separarlo de la sociedad global y a hacer caso omiso del complejo juego dialéctico de interinfluencias e interconexiones que, segundo por segundo, celebra con ella. La mayor parte de los programas de estudio de las escuelas de comunicación colectiva de Estados Unidos y de un buen número de universidades iberoamericanas insiste en evitar el análisis dialéctico de los medios ubicados en la sociedad global. Las magníficas instalaciones técnicas y el interés puesto en los problemas derivados del mercado de trabajo refuerzan este programa tendiente a convertir el medio de comunicación en una fuerza regida por leyes autónomas y totalmente separadas de las características que dan a la sociedad global una configuración determinada.

(Continuará)

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