Opinión
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Isocronías

Sin lenguaje

F

rase del taller, especie de aforismo guía para quienes procuran expresarse creativamente, señaladamente en poesía: “Si tienes la experiencia tienes el lenguaje. Lo contrario, no imposible, es más difícil”. Los hechos han venido a contradecir el aserto de quien esto mismo escribe. (Por cierto, en aproximadamente mes y medio, aparte de mensajitos telefónicos, esto es lo primero que escribo).

Me encaminaba, 11 de septiembre, a abordar un taxi para acudir a una cita hospitalaria cuando casi al final de la banqueta de disparejos adoquines mi tenis tropezó, sin yo sentirlo; luego de dos pasos veloces intentando recuperar el equilibrio, fui a dar de boca contra el pavimento, el pecho en un charco, las piezas de mi prótesis dental hechas añicos, herido por dentro el labio superior y el húmero derecho (no lo supe entonces) roto en siete fragmentos. Eso, debo informar a mis no improbables lectores, explica las semanas de ausencia de la columna en nuestro diario. Sin abrumar, diré que luego de la sutura (boca, en Gea) y operación (brazo, en clínica particular) pensé que ya iba de salida cuando (16 de octubre), bien que ya no de modo tan aparatoso y atroz volví a caer, ahora de frente y en casa.

Ya lo dije (creí que no podría), así sea sucintamente. Pero volvamos al lenguaje. No sólo dejé de escribir sino que tampoco, aparte de revisar el periódico como siempre, tenía cabeza para leer, y poesía (llegué a esforzarme) menos.

Dícese que cuando alguien está a punto de morir mira en segundos pasar ante sí toda su vida. En mi caso ocurrió a lo largo de los bastantes días de reposo obligado, todo en blanco (poco) y negro (al principio mucho, mezclado con gris plomo y otros grises menos patéticos). No me dejó muy contento la visión. Incluso como presunto poeta me cuestioné. Tenía imágenes, no palabras.

Olvidémonos de los accidentes; la sola edad, y medio haciendo a un lado los achaques que, cuando avanzada cual es la mía, le son propios, anuncia el capítulo final. Por lo demás, próximos están los días que acercan a nosotros nuestros muertos, el tema está en el aire.

Ya escribo con las dos manos, aun cuando la izquierda, debido a otra, vieja, caída, la tengo en parte agarrotada. He vuelto a leer (literatura en general, no tanto poesía), sigo débil pero ya no tan disperso y aunque todavía no propiamente en circulación, siento que he retomado la palabra.