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Joyland: La tierra de los sueños

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▲ Fotograma de la cinta de Saim Sadiq.
A

nadie podía sorprender que en el festival de Cannes 2022 tuviera una cálida acogida y fuera premiada la película Close, del joven director belga Lukas Dhont, un emotivo y estupendo drama sentimental protagonizado por dos niños. Lo novedoso fue que al mismo tiempo el certamen francés seleccionara y otorgara el premio del jurado de la sección Una Cierta Mirada a una cinta de Pakistán directamente relacionada con la diversidad sexual, asunto siempre espinoso en un país musulmán. Joyland: La tierra de los sueños (Joyland, 2021), primer largometraje del también guionista Saim Sadiq, relata las preocupaciones de la muy tradicional familia Rana, dominada por el patriarca viudo Rana Amanullah (Salman Peerzada), quien desespera porque su hijo primogénito Saalem (Sohail Sameer) no ha podido aún gratificarlo con el nacimiento de un vástago que perpetúe el clan familiar.

De modo irónico, su hijo menor Haider (Ali Junejo), joven desempleado y con muy poca suerte, casado con Mumtaz (Sarwat Gilani), mujer emprendedora que prácticamente lo mantiene, se volverá el favorito del viejo y lisiado Amanullah ante la simple perspectiva de que pueda procurarle el nieto tan anhelado.

Todo parece entonces tomar un buen rumbo, excepto por una pequeña contrariedad: el joven ha conseguido un trabajo como bailarín en un centro nocturno y en una compañía presidida por la estrella transexual Biba (Alina Kahn), de quien finalmente se enamora.

Haider, hasta ese momento confinado a tareas domésticas en principio reservadas a su esposa, cobra ahora un nuevo aliento vital al lado de Biba, quien lo ayuda a liberar su cuerpo con una desenvoltura dancística casi femenina, y también a cuestionarse su propio papel dentro del esquema familiar patriarcal en el que ha vivido.

No sólo Haider vive de modo confuso ese súbito cambio, sino también quienes lo rodean, y en particular su esposa, Mumtaz, angustiada y perpleja ante la inesperada liberación de su marido.

El realizador Saim Sadiq parece extraer un curioso placer en su faena de reunir los elementos de un cuadro familiar convencional, sacudirlos después maliciosamente, para al final colocarlos en posiciones inhabituales.

Se trata así de una ampliación no sólo del concepto de familia, sino también de las expectativas de género, subvirtiendo de modo jocoso la vieja hegemonía del poder masculino en una sociedad tan hermética, en lo moral, como la pakistaní musulmana.

Destaca una escena elocuente y jubilosa: Haider transportando en su bicicleta, por las calles de Lahore, un cartel enorme de su amada transexual Biba. Tal vez haya sido por su espíritu innovador y rebelde, la complejidad de sus planteamientos culturales y su gran eficacia narrativa, por lo que Cannes concedió su Palma Queer a esta película.

Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional Xoco, a las 12:45 y 17:45 horas.

X: @CarlosBonfil1