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Apuntes postsoviéticos

Gestiones de paz

C

ada vez son más los países que intentan detener la locura de la guerra sin sentido que libran Rusia y Ucrania, dos pueblos eslavos que eran hermanos y, ahora, se odian, pero por más gestiones de paz que se hagan, mientras los responsables de esta tragedia se sientan con posibilidades de derrotar al enemigo, poco se podrá conseguir.

Esta semana el enviado especial de China, Li Hui, emprendió un periplo por Kiev y Moscú, que también lo llevará a las principales capitales de la Unión Europa, para sondear el terreno respecto a las posibilidades de llevar a la práctica la iniciativa de 12 puntos que China presentó al cumplirse el primer aniversario de esta guerra. Pekín es consciente de que su plan sólo puede tener éxito si se cumple completo, única forma de resolver las obvias contradicciones que contiene como, por mencionar sólo dos, defender la integridad territorial (lo cual exige Ucrania) y sostener que la seguridad de uno no puede lograrse en detrimento de otro (lo que demanda Rusia en relación con la expansión de la alianza noratlántica hacia sus fronteras).

A comienzos de junio, a iniciativa del mandatario de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, junto con sus colegas de República del Congo, Egipto, Senegal, Uganda y Zambia (seis países de África), visitarán Kiev y Moscú para transmitir el mensaje de que es indispensable sentarse a negociar un arreglo político de sus controversias.

Antes que otros, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hizo un llamado a establecer un Comité para el Diálogo y la Paz que facilite buscar una solución en la mesa de negociaciones, y hace poco retomaron ese sensato planteamiento, desde extremos opuestos del espectro político, Lula, el presidente de Brasil, y Giorgia Meloni, la primera ministra de Italia.

Nadie tiene una fórmula mágica para lograr la paz, pero todos quieren que Rusia y Ucrania establezcan un alto el fuego que los haga sentarse a negociar sus condiciones, con el objetivo de poner fin al derramamiento de sangre y la devastación.

Sólo falta que Moscú y Kiev estén dispuestos a hacer concesiones –el primero no quiere ceder las regiones ucranias ya anexionadas, el segundo se niega a perder territorios–, sin lo cual no parece posible despejar el camino hacia la paz en una guerra que, digan lo que digan, sólo trae calamidades.