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Cuna de instituciones
Y

a hemos mencionado que en la calle de Moneda nacieron varias de las instituciones más importantes del continente americano: la Real y Pontificia Universidad, las primeras imprenta, casa de moneda, museo, arzobispado y academia de arte.

En el costado sur de la vía se levanta el Palacio Nacional, en el sitio donde estuvo el del gran tlatoani Moctezuma. Aquí se dice que estuvieron las llamadas casas denegridas, que eran unos cuartos pintados de negro, donde el monarca mexica solía recluirse a meditar cuando lo agobiaban los problemas.

A fines del siglo XVI se edificó en el predio la Casa de Moneda, que bautizó la calle (antes era arzobispado). Fue obra del arquitecto Juan Peinado y en la segunda mitad del siglo XVIII fue reconstruida por el ingeniero Miguel Constanzó, quien diseñó un soberbio palacio en estilo barroco con elementos neoclásicos. La razón fue que se realizó en el momento en que el segundo venía a desplazar al primero.

En 1848, la institución se trasladó al Palacio del Apartado, y el edificio fue ocupado por la Suprema Corte de Justicia. En 1868 se instaló ahí el primer museo de América, denominado Museo Público de Historia Natural, Arqueología y de Historia.

De aquí salieron las colecciones para crear los recintos de Historia Natural, que se instaló en la moderna edificación de hierro y cristal que iba ser conocida como Museo del Chopo; el de Historia, que se alojó en el Castillo de Chapultepec; el del Virreinato, en el antiguo convento de Tepotzotlán, y el soberbio de Antropología, en su portentosa sede del Bosque de Chapultepec. Por esa razón le hemos llamado la madre de los museos.

Recientemente estrenó directora y exposición; en sustitución de la antropóloga Gloria Artis Mercadet, quien desarrolló fructífera labor, nombraron a Alejandra Gómez Colorado, quien ha colaborado en varias posiciones dentro de la institución y llega con gran conocimiento y entusiasmo a materializar la nueva muestra.

Con la colaboración de la Boris Lurie Art Foundation, se estrenó la exhibición retrospectiva No Complaciente. Boris Lurie en México, que reúne 95 obras de uno de los artistas más radicales en la historia del arte, para reflexionar que el olvido de los horrores del fascismo es la inminencia de la repetición.

Boris Lurie fue el hijo más pequeño de una familia judía de orígenes rusos. El control de Letonia por los nazis condujo a que, en 1941, fuera enviada al gueto de Riga. Su abuela, madre, hermana y su novia fueron asesinadas en la masacre de Rumbula. Mientras, él y su padre pasaron por varios campos de concentración y permanecieron un tiempo en Alemania al terminar la Segunda Guerra Mundial, para después emigrar a Nueva York, Estados Unidos.

La dramática vida del artista ruso-estadunidense se refleja en los dibujos, acuarelas, pinturas al pastel y gouaches de su época más temprana, en la década de 1940, y es parte de la serie denominada Guerra.

El curador de la exposición e investigador del mismo recinto, Reynier Valdés Piñeiro, explica que es imposible separar vida y obra para comprender las inquietudes y tormentos de un artista como Lurie, quien sólo en la creación pudo sobrellevar la culpa que suele acompañar a los sobrevivientes de masacres inimaginables.

Añadió que los núcleos temáticos que componen la exposición (Fragmentos de la guerra, Mujeres desmembradas, Pop art es barbarie y Estrellas heridas) poseen carácter biográfico.

Lurie visitó México en 1959 y en 1994 y se encontraron huellas de la cultura mexicana en dos piezas: Mexican woman y un collage, donde entre chicas pin-up y otras imágenes publicitarias se inserta la máscara de Tezcatlipoca, la cual, tal vez, se incluyó para criticar su custodia en un museo extranjero, el Museo Británico, y no en su país, refirió Reynier Valdés.

Una exposición intensa, como bien dice el título, No complaciente pero muy interesante. Para bajar la tensión al salir de la muestra, hay que darse una vuelta por el museo y cargarse de belleza con lo que exhiben las distintas salas. Para que se den una idea, sólo les menciono la del Mediterráneo, que muestra colecciones de Grecia, Roma, Egipto, El Levante, Mesopotamia y Persia.

Y vámonos a la vuelta, a la esquina de Argentina y Luis González Obregón, a la cantina Salón España, que por cierto abre los domingos. Ofrece buena botana y sabrosas tortas. Presume una vasta colección de tequilas.