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Santo llamando a Blue Demon
Quien conoce al personaje no me conoce a mí

Entrevista de Blue Demon con La Jornada, una de las últimas que dio en su vida

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▲ Alejandro Muñoz Moreno, Blue Demon, murió en la Ciudad de México el 16 de diciembre de 2000.Foto cortesía del Museo del Estanquillo
 
Periódico La Jornada
Martes 14 de marzo de 2023, p. 4

En junio de 1999, el legendario Blue Demon ofreció a La Jornada una de las últimas entrevistas de su vida. Aquí la charla con el ídolo de varias generaciones de aficionados a la lucha libre.

En la esquina de Kansas y Nebraska, colonia Nápoles, se levanta la cortina metálica de un restaurante. Es muy temprano, por eso hay pocas personas en la calle. Alguien nos hace una seña para entrar. Lo seguimos e inmediatamente se cierra la puerta. En la mesa del fondo, luciendo un elegante traje gris y corbata oscura, nos espera el héroe de quienes fueron niños hace 40 años, un hombre que venció a Santo, El Enmascarado de Plata. Estamos ante una leyenda: Blue Demon.

El ambiente es como en una de esas películas en las que el luchador, convertido en paladín de la justicia, se reunía con los inspectores de policía para conocer su siguiente misión. Siempre utiliza la misma mecánica en cada una de sus citas, para no llamar la atención. Es una de sus más estrictas precauciones para mantener el anonimato: Necesito salir lo más temprano posible entre las personas que se mueven continuamente, como en rutina. En esos momentos todos van a sus trabajos, a las escuelas, más preocupados por llegar a su destino que por fijarse en uno.

Estrechamos su mano que, efectivamente, como la describen los niños aficionados a las luchas, ¡es dos veces más grande que mi mano! Y muy fuerte. No estamos ante un abuelo, como pensábamos encontrarlo después de leer que nació el 24 de abril de 1922, en una ranchería de García, Nuevo León. Blue Demon es, ante todo, un atleta. Entero. Enmascarado, eso sí, y sagaz a la hora de responder preguntas que en vano intentan llegar hasta su otra personalidad, la del hombre que existe debajo de la máscara.

El mismísimo Demonio Azul

Después de conversar con él y compartir la emoción que en chispazos lanzan sus ojos cuando recuerda sus anécdotas en el ring, poco importa saber quién es Blue Demon cuando no es Blue Demon.

Quien conoce al personaje no me conoce a mí, dice y uno queda satisfecho con esa respuesta, pues estamos ante el mismísimo Demonio Azul, aquel que peleó en más de 30 películas con toda clase de malhechores, monstruos, mujeres vampiros, poderes satánicos, cerebros infernales y hasta extraterrestres; aquel que en el ring, cuando la lucha libre era un deporte de a de veras, hizo época al lado de Black Shadow; aquel que le lleva ganadas dos caídas a la vida: una fractura de vértebra cervical y otra de cráneo que fue antes de que cumpliera 20 años como luchador y a la mitad de mi trayectoria fílmica... (los doctores que lo operaron) tuvieron que hacer como un rompecabezas para acomodarme los huesitos que tenía destruidos.

Blue Demon no es una fantasía, como los superhéroes importados que actualmente distraen a los pequeños, es de carne y hueso y ese es su mayor orgullo: “Uno se expone ante el público, entonces, frente a ellos, uno tiene que dar constancia de sus conocimientos y demostrar que no les está haciendo fraude. Que no duden y crean en mi autenticidad es lo más valioso que me ha dejado ser Blue Demon, incluso me importó y me importa más que la cuestión económica. Por eso, hasta la fecha cuido mi personaje, me cuido de no perder la incógnita, porque el secreto del demonio azul significa bastante para muchos, no sólo para mí. Después de todo, ¿qué ganarían con conocerme? ¿Qué me quieren ver? Aquí estoy”.

El azul diamantino de su máscara es impecable. Alrededor de su boca, nariz y ojos están las franjas plateadas que en conjunto forman una máscara sobre la máscara. Su voz, aunque lijada por el tiempo, es clara y vasta. Sus dedos son los únicos que delatan su edad y la rudeza de la profesión a la que dedicó cuatro décadas. De su otro oficio, el de actor, conserva el mirar franco, porque yo hablo mucho con los ojos, dice.

–¿Le gustó hacer cine, don Blue Demon?

–¡Pues claro que sí! Fueron años inolvidables, no tengo motivos de disgusto. Mi gran satisfacción es que esas películas forman parte de la vida de muchos niños. Hace poco una muchacha me dijo que ella de niña no iba a las luchas, pero me conocía por el cine y que cuando sus primos le decían “Blue Demon es rudo”; ella protestaba: “No, Blue Demon es bueno, pelea contra los monstruos”, no entendía eso de ser rudo y técnico en la lucha libre. Pero Blue Demon eso fue y eso es, un rudo bueno.

“Llegar al cine fue sorpresivo para mí. No lo busqué. Un día, a principios de 1964, después de una función en la Arena México llegó a buscarme el asistente del productor Enrique Vergara, me llevó tres argumentos de películas escritas especialmente para Blue Demon.”

Producto de una vida

–¿Fue fácil aprender a actuar?

–No, no, no. Pensé que era fácil, que todo era cuestión de estudiar, así que me aprendí de memoria el libreto, pero no tenía ni idea de cómo se filmaba, así que el primer día me sucedió algo que me gusta mucho platicar: siempre creí que las películas se hacían como se ven en la pantalla; es decir, en ese orden. Entonces, llegué y me pidieron que hiciera una escena que yo recordaba era de las últimas; debía mostrarme preocupado, pero empecé a actuar como si estuviera enojado, porque pensé que era el principio. Todos se rieron mucho. Gritaron ¡corte!, y después me explicaron cómo era el asunto.

Cuando uno va por un camino que no conoce siempre hay tropezones. Es entonces cuando hay que hacer el esfuerzo para superar el contratiempo. Eso me lo enseñó mi maestro Rolando Vera, por eso siempre lo admiré. No sólo me enseñó a dedicarme a la lucha en la práctica o en el gimnasio; también platicábamos mucho acerca de los errores que uno comete sin darse cuenta, que no se puede hacer algo sin tener los conocimientos. Uno debe tener un principio básico: si se cometen errores hay que enmendarlos.

Los ojos de Blue Demon se vuelven niños cuando habla de la disciplina, que en él es la pasión con la que continúa acudiendo cada mañana al gimnasio para realizar una o dos horas de ejercicio. Siempre llega lo más temprano posible, para no encontrarse con algunos de sus ex compañeros, porque ya no quiero broncas, y luego son muy pleiteros.

–Está usted muy bien conservado, no parece que tenga... ¿cuántos años?

–Mmmm, 80 y..., no, 90 y...

–¡Espérese!, si usted nació en 1922, apenas tiene 77.

–¡Ah! Sí, ¿verdad? –y suelta la carcajada.

–No se ponga más años –de nuevo, sus ojos niños sonríen.

–Nunca he tratado de recurrir a una mentira o un engaño. Blue Demon sigue siendo un atleta, pero ahora el deporte es para mí manutención física. Cuando luchaba y hacía cine, casi no dormía. Hubo una época en la que luchaba a diario, hasta en dos ciudades diferentes. Dormía un ratito en los aviones. El cuerpo siempre accede a todo esfuerzo si se le cuida y se le fortifica, claro, siempre dentro de las posibilidades que no sean inhumanas. Hay que comer bien, dormir y leer, pues también de aquí (se señala la cabeza) hay que mantenerse ágil. Blue Demon nunca dejó ni dejará que se dude del personaje, porque siempre he disfrutado de complacer a todos los públicos que tuve, sobre todo a los niños, que me ven como un aliciente. Blue Demon es el producto de una vida.

–Entonces, ¿está en perfectas condiciones para tener una lucha como en sus viejos tiempos?

–¡Claro! –y yergue su ancha espalda–, pero no lo hago porque no hay con quién –por su máscara vuelven a asomar sus dientes blancos que son señal de su gran sonrisa.

–Actualmente, ¿asiste a las funciones de lucha libre?

–No, ya no. Hay un deterioro en la forma de transmitir eso y es por falta de maestría. Es decir, hay que seguir una escuela para aprender poco a poco, asimilarlo e ir poniendo todo en práctica a nivel físico y mental, para avanzar con certeza, con seguridad y sentir cierta la superioridad. No hay maestros.

El maestro debe ser una persona con los deseos de formar un núcleo de seres con una firmeza dentro de la realidad, de otra manera es una pachanga y no se logra la rectitud, la firmeza, una plasticidad concreta. Por eso extraño esa seriedad, ese esfuerzo que se necesita para el aprendizaje, esa obediencia que uno como principiante debe manifestar a sus maestros. Ahora, ¿cómo vas a ser un luchador si sólo echas una maroma? Les falta fincar las bases. La lucha es como cualquier clase en la escuela, tiene sus principios y éstos son básicos. Estoy decepcionado. Ahora no hay formalidad.

–¿Qué pasó con su gimnasio, ya no es maestro?

–No lo pude mantener luego de la última devaluación.

–¿Se arrepiente de algo?

–¡No! –responde de inmediato, pero luego reflexiona y el pequeño lunar de su ojo izquierdo se esconde–. Bueno he tenido un cierto remordimiento por no haberme sabido controlar cuando se han mofado de mí por usar máscara. Ante esas situaciones inoportunas no he tenido control de mí mismo y he dejado que estallen los instintos... pero todo está aquí (vuelve a señalarse la sien con uno de sus dedos corvos), la fuerza para controlarse.

–Si naciera otra vez, ¿volvería a ser Blue Demon?

–Lo he pensado... –por primera vez, su mirada se aparta de nosotros– Todo lo que soy, lo que he sido y lo que seré es porque me lo ha mandado Dios. Soy católico, aunque no vaya mucho a la iglesia y esas cosas, pero desde aquí (por tercera ocasión señala su cráneo remendado), agradezco a Dios ser el Demonio Azul.

Alejandro Muñoz Moreno, nombre real de Blue Demon, murió en la Ciudad de México el 16 de diciembre de 2000.