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Autobiografía de la Madrina del Performance invita a indagar en los límites de la mente

Derribando muros es publicado por el sello MalPaso // Entre fotografías, la creadora serbia comparte sus memorias de infancia y de amor, sus colaboraciones y las fases de sus proyectos artísticos

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La artista presente, rencuentro con Ulay en Nueva York, 2010.Foto cortesía de MalPaso
 
Periódico La Jornada
Sábado 11 de marzo de 2023, p. 9

Romper las barreras del miedo y el dolor, poner al cuerpo al límite y explorar los alcances de la mente para la transformación espiritual son los caminos por los que lleva al lector la artista Marina Abramovic (Belgrado-1946) en su libro autobiográfico Derribando muros, publicado por la editorial MalPaso.

La autora nació al finales de la Segunda Guerra Mundial. Hija de partisanos, su padre, Vojo, y su madre, Danica, fueron héroes de guerra e integrantes del Partido Comunista dirigido por Josip Broz Tito. Retrata su infancia y adolescencia con soledad, temor y melancolía, por los conflictos familiares, el abandono de Vojo y el violento control impuesto en su hogar; para ella, la única libertad fue el arte.

La también escultora describe que a sus 27 años empezó su carrera en el Centro Cultural Estudiantil de su natal Belgrado, donde la invitaron al Festival de Edimburgo. En ese encuentro presentó su primer performance, Ritmo 10: “Basado en un juego yugoslavo, coloqué 10 cuchillos. Atemorizada me arrodillé sobre papel blanco, extendí mi mano y apuñalé entre mis dedos tan rápido como pude, cada que fallaba, gemía y cambiaba de cuchillo. Al terminar, la hoja estaba empapada de sangre. El público me miraba fijamente en un silencio sepulcral.

“Una sensación muy extraña se apoderó de mí, como si la electricidad corriera por mi cuerpo y el público y yo nos hubiéramos fusionado. Un organismo único. Una vez que te paras en el performance, actúas desde lo más alto, no eres tú. Había experimentado la realidad absoluta; mi cuerpo no tenía fronteras, los límites el dolor no importaban”, escribe al recordar ese momento que la marcó para siempre.

Al cumplir 29 años, la artista viajó a Ámsterdam para presentar Thomas Lips en la galería De Appel. Con pedazos de una copa rota –narra– trazó en su abdomen una estrella y se azotó hasta no sentir: El dolor es un muro que debe atravesarse.

En el libro, la artista recuerda a un fotógrafo que curó sus heridas. Era Frank Uwe Laysiepen, conocido como Ulay, de quien se enamoró profundamente y con quien emprendió una serie de colaboraciones basadas en la confianza, la resistencia y la concentración.

Su primera presentación juntos fue Relaciones en el espacio en Venecia, donde, desnudos, chocaban con fuerza, una transferencia perfecta de energía, definió. Vivieron en una furgoneta durante cinco años, hasta que en 1980 fueron al desierto de Australia con los aborígenes: “una cultura nómada conectada con la Tierra. En el paisaje escucharon la historia. Se comunicaron por telepatía. La ceremonia era su forma de vida. No creían en el mañana. El concepto de lo inmóvil fue muy revolucionario. Se ralentiza todo: la respiración, los latidos del corazón. Aprendimos a no movernos, no comer, no hablar, ver el ahora.

¿Qué tal si sentados nos miramos fijamente cuanto fuera humanamente posible? ¿Alcanzaríamos un nuevo estado de conciencia? ¿Leeríamos nuestra mente?, escribe la ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Artes 2021.

Abramovic incluye en su libro fragmentos de sus escritos durante su ayuno de 16 días en Sidney, Australia, para hacer la obra Oro hallado por los artistas. A los siete días, Ulay se fue, pero para ella la integridad de la pieza debía prevalecer bajo cualquier situación; eso marcó una grieta en su relación.

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▲ Marina Abramovic y Ulay en Energía de descanso, en Dublín, 1980.Foto cortesía de MalPaso

En Australia también, planeó Los amantes, una caminata en la Gran Muralla China. Ulay saldría por el desierto y yo por las montañas. Al encontrarnos, nos casaríamos. Después de infidelidades mutuas, el recorrido resultó ser una despedida, narró.

Guerra, hambre y conmoción

Abrumada por el conflicto étnico que vivió su país en los años 90, la también actriz realizó Barroco balcánico, pieza con la que ganó el León de Oro a mejor artista de la Bienal de Venecia en 1997. Siempre hay guerra en algún lugar. En un sótano en Venecia, me senté con una pila enorme de huesos de vaca que tallé siete horas diarias, la carne se pudría. El hedor era terrible como los cuerpos de batalla. Lloré y canté canciones folclóricas yugoslavas de mi infancia, detalló.

Su obra más famosa es La artista está presente (2010), recreación de un trabajo con Ulay, que presentó sola en el atrio del Museo de Arte Moderno (MoMa) de Nueva York. Permaneció sentada, sin comer, beber, ni descanso durante tres meses, ocho horas al día. El público podía sentarse frente a ella cuanto deseara y mantendrían contacto visual. “Las ondas cerebrales desencadenadas por la comunicación no verbal entre dos extraños se sincronizan. La gente se conmovía, yo percibía su dolor. Todos evitamos, cuando podemos, confrontar el dolor. Hubo 850 mil visitantes. Los corazones se abrieron.

Doce años en un instante

El MoMa gestionó la llegada de Ulay. No creí que se sentara frente a mí. Fue un momento de conmoción, pasaron 12 años de mi vida en un instante. Sólo por esta ocasión rompí las reglas. Puse mis manos sobre las suyas, nos miramos, teníamos los rostros cubiertos de lágrimas. Meses después, él descubrió que tenía cáncer, luego me demandó ante los tribunales por las regalías de nuestra obra, relató. Ulay falleció en 2020, una década después del encuentro, por complicaciones de su diagnóstico.

También conocida como Madrina del Performance, ha impartido múltiples talleres; una de sus alumnas fue la cantante Lady Gaga. En 2013, se reunieron en Nueva York para permanecer cuatro días, sin celular, ni hablar, ni comer. No tuvo problemas; incluso en una caminata se desnudó y atravesó el bosque con espinas, hiedras venenosas y garrapatas, detalló admirada.

Abramovic lleva al lector a un viaje por sus memorias. Con fotografías nos cuenta sus historias amorosas, no sólo con Ulay, sino con sus ex maridos Paolo Canevari y Neša Paripović; sus colaboraciones con varios artistas en el mundo; las diversas fases de sus proyectos artísticos; su gran esfuerzo por promover y preservar el performance, así como el nacimiento del Instituto Marina Abramovic.

Derribando muros, publicado originalmente en inglés en 2016, traducido al español por Santiago González en 2020, se puede conseguir en Amazon o en las librerías Gandhi, El Sótano o El Péndulo en México.