Opinión
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Arquitectura atemporal
Y

a hemos comentado que la buena arquitectura resiste el paso del tiempo y, con buen mantenimiento, conserva su belleza y funcionalidad. Un ejemplo es la sede del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que este año cumple su 72 aniversario.

Situada en un lugar privilegiado del Paseo de la Reforma, cuando nació estaba rodeada de mansiones y algunos terrenos vacíos; ahora, siete décadas más tarde, la abrazan modernos rascacielos y una que otra casa antigua que milagrosamente sobrevive.

Sin embargo, la imponente construcción que comenzó en 1946 el arquitecto mexicano Carlos Obregón Santacilia, conserva una imagen moderna y actual que armoniza con la arquitectura contemporánea.

Su construcción tardó cuatro años y se inauguró el 13 de septiembre de 1950. En ese entonces, con sus nueve niveles, era uno de los edificios más altos de la ciudad y con la novedad que en las fachadas prevalecía el cristal y no los muros.

Su diseño guarda una mezcla de estilo funcionalista, con detalles art nouveau y art déco; un eclecticismo muy afortunado que nos habla del talento y buen gusto del arquitecto que logró una obra de valores estéticos atemporal. Otro acierto fue la integración de la arquitectura, la pintura y la escultura.

En el monumental pórtico el artista Jorge González Camarena realizó en los flancos dos espléndidos relieves. De un lado la obra El trabajo, y en el lado opuesto Grano de maíz, también llamada La maternidad.

En el vestíbulo pintó un inmenso mural con una alegoría de México, representado como una montaña en construcción. En el teatro Juan Moisés Calleja se encuentra el mural Maternidad, de Federico García Cantú, y en las oficinas de la dirección general hay diversas obras como bocetos de García Cantú, dibujos de Francisco Zúñiga y el retrato Carranza, óleo de Antonio Albanés.

Dentro del salón del consejo técnico se ubican los murales El día y la noche, de Mario Orozco Rivera, y en la parte exterior pinturas al óleo de Emiliano Zapata y Benito Juárez, así como un busto del Benemérito de las Américas.

En fechas más recientes, en las esquinas del edificio se han colocado dos esculturas: una de Leonardo Nierman llamada Vuelo eterno, para celebrar los 50 años de prestaciones sociales, y El ángel de la seguridad social, de Jorge Marín.

En muchos sentidos el edificio fue de avanzada, ya que, entre otras, fue de las primeras construcciones en tener estacionamiento subterráneo, además de contar con un auditorio, guardería y amplios jardines en la parte posterior.

Este inmueble es el símbolo de un proyecto social de nación que generó el movimiento revolucionario y que se plasmó en la Constitución de 1917. Una de las demandas que surgieron con más fuerza fue el compromiso de proteger la salud y los derechos de la clase trabajadora. Así surgió la necesidad de expedir una Ley del Seguro Social.

El presidente Manuel Ávila Camacho lo hizo realidad y el 19 de enero de 1943 fundó el IMSS.

Una década después del terremoto de 1985, se decidió reforzar su estructura al instalar 425 amortiguadores, gracias a lo cual ha resistido fuertes sismos como el de septiembre de 2017 y el más reciente, en el mismo mes de 2022.

Hay que decir que la fachada necesita mantenimiento. La cantera está despostillada, igual que el imponente emblema del IMSS que representa una águila estilizada abrazando a una madre con su hijo. Y por favor, que remuevan un manto azul chillón que ocupa la gran fachada principal dando la bienvenida a los trabajadores y que le da en la torre al edificio.

A un costado, en una casa antigua está el restaurante La Lanterna, que fundó en 1966 Ennio Petterino para ofrecer una auténtica cocina italiana del Piamonte, su tierra natal. Ahora están al frente sus hijos Mario y Piergiorgo, que lo hacen sentir en casa.

Han tenido el talento de conservar su acogedora decoración original en la que predomina la madera oscura con sillas de madera y palma que le dan un ambiente íntimo.

Hay las creaciones de la casa que son mis favoritas: la ensalada de alcachofas crudas o alla bianca, que va cocida y bañada con el fondue piamontés; las hojas sirven como cucharas, ¡único! El príncipe de Piamonte, que es un filete de res horneado, bañado en salsa napolitana de tomate con albahaca y gratinado. Los postres: zabaglione al jerez y affogato con café.