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Disquero
Roger Waters, ese sinfonista
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▲ Detalle de la portada de The Lockdown Sessions, con piezas grabadas durante los días más difíciles de la pandemia.Foto
 
Periódico La Jornada
Sábado 4 de febrero de 2023, p. a12

En la intimidad del aislamiento, el compositor británico Roger Waters creó uno de los discos más hermosos paridos en medio de la pandemia: The Lockdown Sessions: seis piezas desnudas, estremecidas apenas por trazos firmes, como un dibujo de Da Vinci.

Hay obras maestras que nacieron siendo clásicas. El nuevo disco de Roger Waters posee talante tal.

El procedimiento de análisis que acostumbra el Disquero tiene como primer paso y definitivo la escucha a ciegas del material a reseñar, intensivamente, denodadamente, hasta aprenderlo de memoria, con plena conciencia y con toda la atención puesta solamente en el sonido, porque lo que el sonido nos dice sin palabras, es lo que queda para siempre.

La preceptiva que suele seguirse en el análisis de la música de concierto determina que el producto sonoro es lo que importa y, en el caso del disco que hoy nos ocupa, basta con la primera escucha para saber que estamos frente a una obra maestra.

El segundo paso es una investigación a fondo del contexto, particularidades técnicas y condiciones espacio-temporales de la obra en cuestión.

En el caso que hoy nos ocupa, todos los pasos arrojaron resultados asombrosos: todos ellos confirmaron la naturaleza de obra de arte de The Lockdown Sessions.

El primer episodio consistió en la escucha continua durante días y noches enteros del material sonoro. Apabullante. En cada ocasión surgen nuevos detalles, que parecían minucias, y al armar el rompecabezas se confirma la estructura general de la obra en su conjunto: posee la perfección de la proporción áurea.

El número de oro, la razón dorada, la medida áurea o la divina proporción, definen la belleza del disco que nos ocupa.

La primera vez que lo escuché, sin investigar anécdota alguna, fue en un viaje en carretera, al atardecer. Cuando Roger Waters canta el verso In my rearview mirror / the sun is going down, vi a través de la ventanilla del autobús, a lo lejos, ocultarse el sol en medio de un incendio de oro y fulgores color naranja en el firmamento.

La sensación de velocidad en carretera, la noción de flotar que proporciona la música cuando es perfecta en su armonía, la intensidad de la poesía en cada verso, proporcionan un bienestar parecido a una epifanía. Resulta inevitable llorar de felicidad frente a tanta belleza.

La escucha de este disco manejando en la noche de calles desiertas, o bien bajo el resguardo en casa, acurrucados, o mientras transcurren las tareas del día, es uno de esos actos que dan dimensión de vida plena, una euforia controlada, un estado de serenidad perenne.

¿En qué consiste la belleza de este disco? Desgloso los elementos: la sencillez de las líneas melódicas, la concisión de las frases musicales, la simpleza de los acordes, o mejor dicho: la apariencia de sencillez y simpleza que tiene toda obra de arte clásica (entendido el término clásico como atemporal) y que es característica central de la obra entera de Roger Waters, es lo que va siempre por delante, se aúpa a las voces, se alinea al quinteto instrumental, se mueve del susurro al alarido.

Las seis piezas que conforman el disco: Mother; Two Suns in the Sunset; Vera; The Gunner’s Dream; The Bravery of Being Out of Range; Confortably Numb 2022.

Estas seis piezas fueron grabadas durante los días más cruentos de la pandemia. La razón que explica la perfección de su belleza como obra de arte es clara: frente al infortunio, la sonrisa; frente a la tragedia, la esperanza; contra el horror, la belleza.

En la segunda etapa de la investigación para la reseña de este disco, confirmamos ese elemento en los videos editados artísticamente para ser difundidos en YouTube: las miradas de los músicos, concentrados en hacer música en la sala de su casa, en el estudio de su casa, lo dice todo: el fragor de la batalla, esa energía de volcán contenida, pulsada en su respiración, detectada en el sístole y el diástole, los movimientos del torso, los cuerpos contoneados suavemente al compás de la poesía en sonido y en palabras.

Toda obra de arte proviene de una tensión anímica, una inquietud del alma, una dramaturgia de la vida.

De manera que el disco The Lockdown Sessions no es una revisita a temas clásicos para pasar el rato en el encierro. Todo lo contrario, es una creación renovada, una recreación, un volver al origen. Es un hermoso gesto de esperanza en medio del desastre.

El álbum nació de manera natural y fue creciendo así: en la mente de Roger Waters incubó la idea de un disco con los encores, o piezas de regalo, que interpretaron estos mismos músicos durante su gira Us + Them, que duró por cierto tres años y medio y fue abruptamente interrumpida por la emergencia sanitaria que produjo ese instante terrorífico y mágico al mismo tiempo: el momento en el que el mundo se paralizó.

La portada de The Lockdown Sessions es el retrato de una era: las calles desiertas, el mundo deshabitado, la soledad en la incertidumbre, la combinación exacta de terror, pesadilla, sufrimiento y esperanza.

Frente a la cámara, siempre en blanco y negro, Roger Waters da la bienvenida a todo aquel que vea, a todo aquel que escuche. Y comienza con una pieza clásica: Mother, con una guitarra acústica a manera de batuta, diapasón, secuencia de Fibonacci. Y además, otro instrumento guía: un piano de concierto.

Los elementos que proporcionan la belleza a este disco: la participación del gran guitarrista, fenomenal maestro británico Dave Kilminster, quien sustituye y supera el sonido David Gilmour, con quien por cierto también colabora estrechamente.

El elemento fundamental del disco son las voces de Jess Wolfe y Holly Laessig: esas muchachas que en las giras de Roger Waters, incluyendo sus presentaciones en México, se encasquetan pelucas verdes o violetas fosforescentes y hacen retumbar tambores y sus voces. Sus voces, que en este disco asemejan las de diosas de la antigua Grecia.

Hay que recordar que el uso de las voces femeninas han sido elementos esenciales de toda la música de Pink Floyd. El pináculo era hasta el momento The Great Gig in The Sky, capítulo legendario en la historia de la música.

Hay que decir también que las voces femeninas en Pink Floyd tiran por la borda el injusto término de backing vocals, que se utiliza para las y los cantantes que están al fondo, en la zona más oscura del escenario, pero que siempre iluminan el firmamento entero con sus intervenciones.

En el disco que nos ocupa, las voces de Jess Wolfe y Holly Laessig, que parecen hermanas gemelas –una de ellas aparece cargando un pequeño pitbul rescatado de la calle–, son el elemento fundamental que dota de belleza a todo el álbum.

Sin duda, el track más hermoso es Vera, que en realidad junta esa pieza clásica con otra: Bring the Boys Back Home; es el momento de la epifanía, cuando Roger Waters da la indicación en el micrófono: Ladies, ellas entran a escena como hadas en el bosque, y lo que se escucha es algo apoteósico y se asemeja a la Octava Sinfonía de Gustav Mahler.

La observación es pertinente por distintos motivos: el primero de los conciertos de Roger Waters en México, hace décadas, comenzó precisamente con la Quinta Sinfonía de Mahler. En Bring the Boys Back Home, del nuevo disco, el baterista zurdo emite redoble idéntico al que incluye Mahler en sus sinfonías. Ambos compositores, Waters y Mahler, están marcados por improntas semejantes: el padre de Roger murió en la guerra; Gustav nació y creció en una casa que se situaba detrás de un cuartel militar y escuchaba desde el amanecer hasta que se quedaba dormido esa música de tambores y trompetas, que convirtió en celestiales.

Los cinco instrumentistas que participan en este trabajo de música de concierto son extraordinarios todos ellos. Se multiplican en tambores, platillos, contrabajo con arco, violonchelo, guitarras, bajo, y un teclado Prophet Five, como el que usa Philip Glass.

La poesía de Roger Waters encuentra en este disco su hábitat perfecto:

Floto entre nubes
los recuerdos me inundan
en el intersticio entre los cielos
y el rincón recóndito de un campo
extraño
tuve un sueño...
Caminas con placidez
y tu pelo brilla en el aire puro de
noviembre
escuchas el canto de campanas que
silban en tu solapa de seda
y las gotas de lágrimas emergen para
confortar a los músicos
tomas su mano frágil
y nos conduces a tu sueño

Hay muchos momentos de ensueño en el nuevo disco de Roger Waters. La ultima pieza es una versión nueva de otro clásico: Comfortably Numb.

Es sublime.

La voz de Shanay Johnson nos estremece, los teclados del Prophet Five nos ponen a flotar y el coro masculino y las voces todas nos confirman nuevo hallazgo: Comfortably Numb es un gospel con todas las de la ley.

Las sesiones del confinamiento, el nuevo disco de Roger Waters, es una de las grandes obras maestras nacidas en la nueva era que vivimos a partir de la pandemia.

Su belleza es dorada. Tiene el poder del vellocino de oro. Transforma y cura. Protege. Es el Grial.

Abriga la armonía de la proporción áurea. Flota en el ambiente y cae como la lluvia de oro que desciende sobre Dánae en el óleo de Gustav Klimt.

Florece.

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