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El clima y la guerra
D

esde el Instituto Transnacional (TNI), con sede en Ámsterdam, nos llega gracias a Jeremy Kusmarov, de Covert Action Magazine (5/12/22), un valioso artículo sobre una temática que habría estado en la primera línea de la agenda de trabajo de Richard Barnett y Marcus Raskin, los fundadores e impulsores de ese centro de investigación. Con ambos tuve una relación profesional y de amistad y sus ausencias han sido difíciles de aceptar.

Los vínculos entre las dos materias abordadas en el título han sido articuladas con claridad y precisión, importante porque no son problemáticas separadas, como se presentan a la opinión pública. Integradas son parte y parcela de lo que Herbert Marcuse denominó el uso público de la razón. La industria de los combustibles fósiles se ha visto afectada por la profundidad y los ya de por sí innecesarios sufrimientos y muertes ante los crecientes embates del deterioro climático y de la movilización bélico industrial, ya que ambos, la guerra y el clima, entran en un área de nueva complejidad ante lo terminal y presencial de estos dos ejes de destrucción civilizatoria.

Esto hace añicos su vasta campaña de negacionismo climático, todavía apoyada por las finanzas estatales y los principales bancos del mundo (véase Banking on Climate Chaos). Cada incendio forestal, cada inundación, cada gran deshielo en los polos hace obvio al público la razón que asiste a las advertencias hechas por la comunidad científica. Ahora la guerra viene a dar un respiro a los intereses de la industria de los combustibles fósiles.

En el informe del TNI, que cito in extenso, se detalla cómo el inmenso gasto militar realizado por los países más ricos en gran medida aceleran la crisis climática: cada dólar gastado en el ejército no sólo aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también desvía los recursos financieros, las habilidades y la atención para abordar una de las mayores amenazas que la humanidad haya experimentado jamás, señala el informe.

El gasto militar ha venido creciendo desde los años 1990, alcanzando un récord de 2 billones (trillones en el sistema numeral de Estados Unidos). Entre 2013 y 2021, los países más ricos gastaron de manera combinada un total de 9.45 billones ( trillions), correspondiendo por mucho el mayor gasto militar a Estados Unidos.

Al respecto, la fundación Peter G. Peterson, citando un informe del SIPRI, compara los 801 mil millones del presupuesto militar de 2022 de Estados Unidos con los 777 mil millones de nueve países: China, India, Reino Unido, Rusia, Francia, Alemania, Arabia Saudita, Japón y Corea del Sur en su conjunto (Peter G. Peterson F., 11/5/22).

Volviendo al informe del TNI, la relación entre guerra y clima es evidente: entre 2001 y 2018, Estados Unidos emitió un estimado de mil 267 billones de toneladas de gases de efecto invernadero, es decir, 40 por ciento de los que han sido atribuidos a la guerra al terror (las guerras pos-9/11) y a las intervenciones militares en Afganistán e Irak.

Como Estados Unidos llega a tener poco más de 700 bases alrededor del planeta, la coordinación de ese vasto sistema, tanto en tiempos de paz y máxime de guerra, acarrea enorme utilización de combustibles fósiles para el transporte aéreo, terrestre y marítimo de tropas y equipo militar. Téngase presente que, como indica el TNI, hasta ahora los militares no han sido capaces de encontrar alternativas adecuadas a los combustibles para sus vehículos, sus jets de combate que emiten grandes cantidades de gas de efecto invernadero. Y más aún: se mantienen desarrollando nuevas armas que son todavía más contaminantes o comprando jets de combate como los F35, de muy alto consumo de gasolinas y turbosinas: 24 para la República Checa, 35 para Alemania, 36 para Suiza y 375 adicionales para Estados Unidos. Además, la guerra en Ucrania ha sobrecargado el gasto militar; la Comisión Europea anticipa un incremento del gasto de defensa en sus estados miembros de cerca de 200 mil millones de dólares, mientras Estados Unidos ha llegado al récord de 847 mil millones de dólares para 2023 (al exagerar además la amenaza China), y Canadá ha anunciado un incremento extra de 8 mil millones en gasto militar por los próximos cinco años, por lo que los objetivos climáticos han sido rápidamente tirados por la ventana.

Los máximos ganadores de estos conflictos son la industria de armamentos y la de los combustibles fósiles, mientras el mundo se incendia, e incluso muchos grupos en pro de justicia climática dejan de lado su agenda ambientalista para endosar la guerra y las ilegales sanciones económicas que son actos de guerra que pueden, según el documento de TNI, desatar una guerra nuclear. En la dimensión climática, el boicot al gas y al petróleo ruso ha derivado en crecimiento de las embarcaciones de gas natural licuado a Europa por las compañías de Estados Unidos que han devastado el medio ambiente con la revolución del fracking (la extracción de petróleo no convencional) .

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