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Ingresará al salón de la fama

Los que me negaron un derecho, ahora reconocen mi lugar en la historia del boxeo: Laura Serrano
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▲ La ex peleadora asegura que no busca fama ni riqueza, que sigue amando el boxeo, pero ya no da golpes al aire.Foto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Miércoles 14 de diciembre de 2022, p. 5

Laura Serrano derribó varias puertas para que las mujeres pudieran dedicarse al boxeo en México. Durante los años 90 y parte de la siguiente década, emprendió una lucha encarnizada contra los prejuicios, el machismo más feroz y contra reglamentos absurdos que les impedían pelear de manera profesional. Esa joven universitaria e incansable hoy tiene 55 años y toca otras puertas, no metafóricas como las de antes, sino reales, vive en Estados Unidos con su fami-lia y peregrina de casa en casa pa-ra transmitir las palabras de la Biblia cristiana. El boxeo hace 10 años quedó atrás y ahora es una activa testigo de Jehová.

A finales de noviembre pasado, le anunciaron que fue elegida para ingresar en 2023 al Salón Internacional de la Fama de Canastota, Nueva York, el parnaso de las leyendas del boxeo. Es la primera mujer mexicana, también en América Latina, que obtiene ese reconocimiento. Apenas en 2020 fueron admitidas las peleadoras en ese recinto, a pesar de las décadas que llevan peleando no sólo ante las rivales, sino contra una industria que se resistía a que participaran.

Irónica palmadita

Es un poco irónico, porque no deja de ser una palmadita de los mismos señores que no nos dejaban boxear profesionalmente, cuenta desde Las Vegas, donde vive; como si por fin nos dieran el derecho de existir en la historia del boxeo. Creo que después de tanto ruido y problemas que les dimos, no les quedó más remedio y reconocer que las mujeres tenemos el mismo derecho.

En 2020 recibieron por primera vez a mujeres en ese Salón Internacional de la Fama y la estadunidense Christy Martin fue una de las elegidas. Ese reconocimiento ya involucraba a Laura, pues fueron rivales en 1994 en un polémico combate que terminó en empate.

Ese episodio sería para Laura un dato más en la hoja de vida, de no ser porque fue su debut profesional en un escenario inimaginable, el MGM de Las Vegas, como parte del programa estelar de Julio César Chávez contra Frankie Randall.

Martin llegó a esa noche con 22 peleas ganadas y sólo una derrota. Serrano era una joven abogada que había luchado contra organismos de boxeo, autoridades y entrenadores para poder debutar como profesional y sólo había teni-do dos combates como amateur. Era evidente que –recuerda Laura–, la novata mexicana era lo que se conoce en ese ambiente como carne de cañón.

Nunca me dejé vencer por el miedo o los obstáculos. Ni cuando peleé con una experimentada Christy Martin en mi primera pelea profesional ni cuando enfrenté a autoridades para exigir mis derechos. Todo eso fue parte de mi formación para a ser quien ahora soy. Digamos que una cristiana muy bien entrenada, reflexiona. Aquel bautismo de fuego resume lo que fue toda su carrera en el encordado.

Por sus principios religiosos, Laura lucha contra el culto a la personalidad y considera que la soberbia es un riesgo muy tentador para cualquiera. Pero al mirar su vida por el retrovisor admite que el reconocimiento que recibe es por todo un camino en el que pensa-ba no sólo en ella, sino también en las mujeres a quienes se les nega-ba el derecho a participar en un deporte que era un reducto exclusivo del machismo.

Lo recibo con agrado, aunque no asistiré a la ceremonia de entrega, advierte; trabajé tantos años para que se nos permitiera ser boxeadoras. Me enfrenté contra toda clase de obstáculos y dificultades para poder hacer lo que más me gusta-ba, pienso que esa es mi aportación, lo que pude compartir con otras personas, y lo vivo con felicidad.

Laura inició en este deporte en sus años de estudiante de leyes en la UNAM. Antes del debut tan desventajoso en La Vegas en 1994, sólo tuvo un par de combates, pues no se permitían peleas profesionales de mujeres y no había rivales.

En aquellos años, una mujer que quería practicar boxeo tenía que hacerlo de manera furtiva y en con-diciones casi de clandestinidad. Laura recuerda una experiencia que describe como patética y vergonzosa en sus inicios.

En la primavera de 1990, en una calle de un barrio popular en Tláhuac, Ciudad de México, un entrenador de la zona apodado El Huasteco solía montar un cuadrilátero en la vía pública y organizar peleas que oscilaban de la anarquía al esperpento.

Era patético, recuerda Serrano; el espectáculo improvisado daba lástima, pero el público que acudía estaba fascinado. Era una verdadera falta de respeto al deporte.

El clímax de aquel circo era una pelea multitudinaria donde las mujeres subían a pelear y repartir golpes sin orden ni objeti-vo. Una exhibición que parecía más una escena de los Hermanos Marx que una función de boxeo.

Cuando fue el turno de Laura contra María Elena Retana, peleadora amateur conocida en el barrio, aquello cobró seriedad. El lamentable show adquirió niveles de sobriedad deportiva –recuerda–.

Si antes se burlaban de las que se subían al ring, con nosotras cambió su actitud; fue como si tuvieran una revelación. Mi trabajo creo que siempre se trató de eso, tratar de dignificar el boxeo de las mujeres.

Por esos años, también acudió a una función en un poblado de Michoacán. Decir función quizás sea un pleonasmo para describir una arena improvisada en un terreno baldío rodeado de la densa oscuridad de la noche y la vegetación. El cuadrilátero no era más que una lona tendida sobre la tierra y en lugar de encordado las cuatro esquinas, o los palos que cumplían ese cometido, estaban delimitadas por una simple soga.

Esas eran las condiciones pa-ra cualquier mujer que deseara dedicarse al boxeo, en funciones clandestinas, porque no podía hacerlo de manera profesional. Por eso también emprendí mi lucha por abrir esa puerta, advierte.

Laura encabezó una cruzada para modificar la prohibición de la época del Regente de hierro Ernesto Uruchurtu en la década de los años 50 del siglo pasado. La primera función profesional de boxeo femenil en México fue en el Palacio de los Deportes en el verano de 1999.

Hace años que Serrano no piensa en el pugilismo. Desde su bautismo como cristiana rechaza un depor-te cuyo principio es la violencia aun con las reglas que la limitan. Amó tanto ese deporte que soportó las condiciones que los hombres que lo controlaban le impusieron. Pero eso quedó atrás.

No busco fama ni riqueza, sostiene; sin embargo, soy la misma Laura que subía a un cuadrilátero a hacer lo que más amaba. Soy la misma mujer tenaz, pero ahora en una faceta diferente, antes peleaba por lo que creía, hoy hago lo mis-mo, pero como dijo un apóstol: ahora no doy golpes al aire.