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Una historia desde el Norte
L

a Academia Mexicana de la Historia ha distinguido a dos historiadores chihuahuenses nombrándolos como corresponsables en su estado. Se trata de dos figuras destacadas, no solamente por sus aportes a la historiografía, sino porque a lo largo de más de cuatro décadas, Jesús Vargas Valdés y Víctor Orozco han tenido presencia importante dentro de la vida cultural de Chihuahua y del país. Los inicios de su participación política se remontan a los años 60, pero desde entonces han tenido un largo recorrido. Hoy, Víctor Orozco es profesor emérito por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Su producción bibliográfica da fe de sus aportes en temas claves para entender la historia del norte de México. Además, fundó la revista Cuadernos del Norte y luego dirigió Chihuahua hoy, un compendio de varios volúmenes sobre economía, historia, política y cultura. El reconocimiento a su liderazgo moral lo hizo acreedor al nombramiento como defensor de los derechos universitarios de la UACJ.

Hijo de padre minero, Jesús Vargas Valdés ha sido un intelectual orgánico a la base social de donde proviene. Desde muy joven participó en movimientos sociales autogestivos y se desempeñó en la docencia. En 1968 participó en el movimiento estudiantil como representante de su escuela en el Comité Nacional de Huelga. Más tarde se incorporó al movimiento urbano popular. Sin embargo, también ha participado en procesos institucionales, como la creación del Instituto Chihuahuense de la Cultura, en el que colaboró como consejero técnico electo por sus iguales. Fue parte del equipo de investigadores que desarrollaron el proyecto Historia General de Chihuahua, enfoncándose en el estudio de los movimientos sociales. Durante años buscó que se esclareciera la desaparición de Nellie Campobello y recorrió ciudades hablando con gente que la conoció. Su labor de rescate del legado de la escritora ha sido sobresaliente. A ello se debe la reconstrucción de ciertos aspectos de su vida y el rescate de una parte poco conocida de su obra: su poesía. Francisca ¡yo!, publicada en colaboración con Flor Garduño, da cuenta de ese aporte. Vargas Valdés ha hecho un significativo trabajo de divulgación tanto en medios impresos como en las redes sociales. Su columna semanal La Fragua de los Tiempos inició en un periódico hace más de 30 años y continúa en medios digitales. Versátil en sus intereses intelectuales, el historiador ha incursionado como lexicógrafo para estudiar el habla regional. El resultado es el libro Chihuahuismos: dimes y diretes, modismos y malarazones de uso regional: obra disidente del buen hablar.

Si bien el villismo lo apasiona y esto lo ha llevado a abordar aspectos controvertidos de este personaje icónico de la Revolución Mexicana (veáse Villa bandolero), también se ha ocupado de resaltar las contribuciones de revolucionarios menos conocidos, como Máximo Castillo. Su interés por reconstruir el villismo como movimiento social fue reconocido en su momento por Friedrich Katz en su clásico The Life and Times of Pancho Villa.

En el discurso que pronunciará hoy en el Teatro de Cámara de Chihuahua como parte del rito de ingreso a la Academia Mexicana de la Historia, Jesús Vargas tratará un tema que lo apasiona: la relación entre el movimiento para defender el territorio durante la invasión estadunidense de 1847 y la respuesta solidaria expresada en una fuerte organización social para recibir al presidente Benito Juárez y su gabinete en 1864. El historiador afirma que la llegada de Juárez a Chihuahua y la instalación del gobierno de la República durante más de dos años alteró la vida de la gente común de manera que merece un estudio más minucioso y profundo. Vargas señala que los chihuahuenses prodigaron su lealtad y solidaridad al mandatario desterrado, pero esa apuesta tuvo un costo alto: los hizo vivir en la penuria y la zozobra, como es de esperarse en una población acechada por la guerra, pero la experiencia de 1847 les ayudó a sortear muchos de los desafíos. Desde su punto de vista, esta contribución a preservar la soberanía del país no ha sido debidamente estudiada y aquilatada por las historiografía nacional.

La vida de Jesús Vargas Valdés como historiador ha sido tan aventurada y venturosa como la de los personajes que estudia. Su actividad lo ha llevado a recorrer los archivos municipales de Durango y Chihuahua, bibliotecas estadunidenses e incluso a viajar con Anthony Quinn en una avioneta de motor carraspeante, desde la capital del estado hasta el alejado poblado conocido como Chorreras, al encuentro con el pasado de su familia. Su voluntad es inquebrantable. En una ocasión caminé con él por la calles centro de Ciudad Juárez bajo el quemante sol de mayo buscando el hotel donde en su juventud Nellie Campobello había oficiado como adivinadora con el seudónimo de Sobeida.

Pese a las necesarias diferencias en algunos temas, Jesús Vargas Valdés y Víctor Orozco han sabido mantener una amistad que lleva más de 40 años. En el largo camino de la historia, las discrepancias han redundado en visiones diversas, pero complementarias de un mismo objetivo: promover una reflexión sobre el norte y desde el norte, y preservar y avanzar una tradición intelectual liberal de izquierda que data del siglo XIX. Su ingreso a la Academia Mexicana de la Historia, más que un reconocimiento a dos historiadores regionales, representa un intento de la institución por nutrirse de miradas que amplíen sus posibilidades de diálogo con perspectivas más cercanas a quienes escriben una historia desprovista de los almidones de la vida académica ­universitaria.

*Chihuahuense. Su libro más reciente es Fabular Juárez: Marcos de guerra, memoria y los foros por venir. Profesor de la Universidad de Texas. Novelista, ensayista y traductor. Premio Chihuahua 1995