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Con recital para piano y cacerolas festejó la vida María Paz Santibáñez

Dedicó su concierto del sábado pasado en el Cenart a las víctimas de la dictadura de Pinochet

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▲ La pianista chilena reunió en un solo concierto los claros de luna de Debussy, la música nocturna de Bartók, la denuncia, la poesía mapuche, cacerolazos y un pedal descompuesto para el francés Maurice Ohana.Foto Luis Salinas / Archivo Arcos-Alcaraz
 
Periódico La Jornada
Lunes 26 de septiembre de 2022, p. 8

El 24 de septiembre de 1987 el encabezado principal de un diario chileno dio la noticia: Carabinero baleó a quemarropa a una universitaria. Era María Paz Santibáñez, reconocida pianista que, exactamente 35 años después, ofreció el sábado pasado un recital en el Centro Nacional de las Artes (Cenart).

Ante dos pianos de cola en el auditorio Blas Galindo y algunas cazuelas esperando su turno, levantó el puño y entonó: El Estado opresor es un macho violador. Los claros de luna de Debussy, la música nocturna de Bartók, las denuncias, la poesía indígena mapuche, el sonido del cacerolazo y un pedal descompuesto para Maurice Ohana caben en un solo concierto.

Vivo fundamentalmente de la esperanza y de la confianza, afirmó en entrevista un par de días antes de su presentación en el Festival Internacional de Piano En Blanco y Negro. Al mismo tiempo, uno tiene que mirar de dónde viene. Cuando hablo de la memoria, no lo hago solamente de la historia, sino de la experiencia.

En su maleta trajo sus cacerolas y cucharones de palo, como se veía en la foto que publicó en Facebook desde el aeropuerto, al que llegó de París a las 4 de la madrugada, unas horas después de un fuerte temblor en la ciudad. Ya la esperaba una clase magistral con estudiantes. También algunas ollas mexicanas azules que recibió de regalo.

Hoy festejo la vida. Llevo en el corazón a quienes no sobrevivieron, y les dedico el concierto que ofrezco en México, hoy en este día especial. Treinta y cinco años después de estar al borde de engrosar la lista de los asesinados por la dictadura de Pinochet, me obstino en hacer cultura de vida y de esperanza, escribió en sus cuentas oficiales.

Por eso, a su concierto llegó con emoción gigantesca. De alguna manera este día tocaré con una pasión y esperanza diferente, por mí y por aquellos que no están. No se trata de llevar la memoria como un peso, sino como una energía transformadora para un futuro mejor.

Vida de lucha constante

Su vida ha sido la música y la constancia por las luchas sociales. En los años recientes, después del gran movimiento de protesta en 2019 en Chile, comenzó el proyecto Suite impacto, creación viva a la que diferentes compositores van sumando obras escritas para piano y cacerolas. Incluyó en el concierto El violador es… eres… eras… y otros cuatro extractos. Es un proyecto musical y multidisciplinario de creación de obras nacidas de la resistencia, por el respeto a la dignidad de las personas y a los derechos humanos”, explica.

“Creo que esa revuelta que hubo en Chile en octubre, 30 años después de que ese pueblo pacífico esperara esperanzado que de alguna manera ese sistema ultraliberal les devolviera algo de la dignidad perdida, la gente dijo: ‘ya basta’. Salió a manifestarse con toda la fuerza y la represión fue realmente brutal. Ese momento fue clave”, relató en la charla con este diario.

Me reuní con un cineasta y un escritor; hicimos un evento en el teatro Chatelet, en París, para apoyar la causa chilena desde lo artístico. El proyecto Resistencia femenina se cristalizó después, es multidisciplinario, invita al registro callejero. Pero la primera línea no va a ser nadie en una manifestación ni los gases lacrimógenos. Son mujeres bailando o quienes protegen a los heridos, una imagen artística y la parte performática, como pudo ver el público mexicano, también con las cazuelas sobre las cuerdas del piano, a veces rasgando o frotando, golpeando el instrumento de cocción, de diversos tamaños y colores.

Ohana y sus maestros, el mar, el viento...

La noche del séptimo concierto del Festival En Blanco y Negro se inició con dos preludios del compositor francés Claude Debussy (1862-1918), con quien también finalizó, para mostrar a un innovador en la escritura. Del húngaro Béla Bartók interpretó un ejemplo de un renovado impulso de componer obras de piano, se dice, después de ver tocar a Igor Stravinsky. Y María Paz Santibáñez también trajo al francés Maurice Ohana, cuyas más grandes lecciones no las recibió de músicos, sino del mar, el viento, la lluvia, los árboles y la luz, como explicó Juan Arturo Brennan en el programa de mano.

Al respecto, la pianista menciona: “Hay gente que decía que terminaban con los pelos parados después de la Suite impacto. Por eso después toco unas obras de Debussy, que llaman a algo apacible, a la memoria, a lo líquido y al movimiento. Es una manera de decir: ‘bueno, en esto estamos y tenemos que seguir’”.