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Desde otras ciudades

En la capital de Congo reconocen a los pocos policías de tránsitos que destacan por su honestidad

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▲ En la antigua Leopoldville, de 17 millones de habitantes, es común ver autos viejos varados, pero para Cécile Bakindo (al centro) eso no es motivo de un moche.Foto Afp
A

l amanecer en un barrio obrero de Kinshasa, un conductor se detiene y entrega un puñado de billetes a una agente de la policía de tráfico. La escena es habitual en la bulliciosa capital de la República Democrática del Congo, donde los oficiales suelen extorsionar a los ciudadanos para compensar sus bajos salarios.

Pero a diferencia de algunos de sus colegas menos escrupulosos, Cécile Bakindo no pide dinero. El conductor se detuvo espontáneamente para agradecerle su integridad.

Soy muy querida, declaró esta mujer que prefiere no decir su edad y viste una boina, guantes blancos y chaleco naranja fluorescente sobre su uniforme azul. Me hacen muchos regalos.

Denominados roulages, los policías de tránsito en la metrópoli de unos 15 millones de habitantes tienen fama de corruptos.

No es raro verlos subir a un automóvil para incautar las llaves o sacar la cerradura, so pretexto de infracciones a menudo inventadas con la esperanza de obtener dinero a cambio.

Los automovilistas están tan hartos de este comportamiento que los policías íntegros se convierten rápidamente en modelos ejemplares que hay que alentar y recompensar.

Desde una plataforma en medio de un concurrido cruce de calles, Bakindo sonríe mientras dirige el tráfico de un enjambre de motocicletas y vehículos de transporte público destartalados apodados espíritu de la muerte. De pronto, un conductor frena y le entrega dinero.

Ella es realmente genial, comenta Patient Kanuf, un mototaxista de 32 años que compraba combustible cerca de la intersección. Tiene un corazón amoroso.

En otro cruce en el centro, un capitán de policía de lentes negros, alta estatura y voz suave goza de la misma celebridad y la misma reputación de incorruptible.

Jean-Pierre Beya, de 64 años, dirige el tránsito en el mismo sitio desde hace tres lustros; mientras sonríe, cuenta a los conductores que pasan al final de la tarde. Si uno de ellos entra al cruce de forma peligrosa será amonestado.

Según Isaac Woto, un taxista de 45 años, Bakindo y Beyason conocidos en toda Kinshasa. Ellos son serios, mientras los otros sólo buscan el dinero.

La corrupción es endémica en el Congo, que ocupa el puesto 169 entre 180 países en la clasificación de la ONG Transparencia Internacional.

Según un estudio de investigadores de las universidades de Chicago y de Amberes, junto a la Universidad Católica del Congo, los sobornos representan alrededor de 80 por ciento de los ingresos de los policías de tránsito en Kinshasa.

Afp