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¿La fiesta en paz?

¿Anti yanquis pero pro yanquis? // ¿Puntilla a 496 años de toros? // Aguas, aspirantes, no por animalistas sino por su inclinación a prohibir sin bases

I

ncreíble que, por un lado, el presidente Andrés Manuel López Obrador haya declinado asistir a la Cumbre de las Américas, uno de los shows internacionalistas que monta Washington para reiterar línea y proteger sus intereses y, por el otro, desconocidos grupos animalistas y antitaurinos amaguen, con el apoyo de un desquehacerado juez federal, prohibir las corridas de toros en la Ciudad de México, donde se celebran, ojo, Sheinbaum, desde el 24 de junio de 1526, es decir, cinco años antes de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, y 450 años antes de que apareciera −otro milagro− el animalismo anglosajón como falso humanismo.

No descubriremos aquí el manejo que históricamente tiene la ley en provecho de las minorías dominantes, aunque teóricamente concebida para beneficiar a las mayorías. Esta vez provoca alarma la sesgada interpretación de jueces y magistrados que al pretender suprimir tradiciones en sometimiento a frágiles ideologías seudocompasivas, resultan no sólo desinformados y manipulados sino a todas luces incompetentes, por su ignorancia y falta de perspectiva sobre aquello que juzgan y prohíben, erigidos en nuevos pontífices de la verdad absoluta por encima de otras verdades. Fascismo puro, pues.

Con el neoliberalismo apareció otra de sus vertientes: el animalismo, intento de ideología con bases seudocientíficas que afirma que los animales tienen los mismos derechos que los seres humanos, y cuya vida debe ser respetada de la misma manera que la de cualquier persona, como si en el planeta los derechos y el respeto por la gente fueran metas alcanzadas. Si la mayoría de los humanos, sujetos a derechos y obligaciones, con dificultad sobrevive, imagine el lector las exigencias sindicales de un camello o las dificultades matrimoniales de una abeja.

Socavada la conciencia y debilitados el espíritu creador y la memoria de los individuos por un desquiciante consumismo y una tecnología tiránica, irrumpió entonces el buenismo como terapia sensiblera ante los demasiados problemas por solucionar sobre la Tierra. Si la supuesta solidaridad hacia tus semejantes no alcanza para mejorar sus condiciones de vida, entonces vuelca tu corazón y tus esfuerzos por el bienestar de ¡los animales!, menos complicados de proteger que las personas. Todos sintientes pero unos más renuentes, acotó el soso ripioso.

Cubierto con la máscara del animalismo o de la justicia que no altera estructuras pero beneficia intereses, el subvencionado movimiento antitaurino internacional ha logrado meter en su demagógica muleta a gobiernos municipales de Caracas, Quito y Bogotá, donde una izquierda desubicada le hizo el juego al pensamiento único en vez de regular y vigilar la salvaguarda y fomento de la respectiva tradición taurina.

El sainete prohibicionista de ayer, en que el juzgado primero de distrito en materia administrativa con sede en la Ciudad de México otorgó una suspensión definitiva que impide por tiempo indefinido la realización de corridas de toros en la Plaza México, sólo hará que la empresa en turno inicie un pleito que puede prolongarse, ese sí, por los siglos de los siglos, habida cuenta de que dar funciones taurinas de acuerdo con la tradición nunca ha preocupado a los supuestos promotores. Y me entero de que el desconocido grupo Justicia Justa, que solicitó la suspensión de las corridas en la Plaza México, se dedica a temas del sector salud, recursos públicos y combate a la corrupción. En cambio, en países más civilizados acribillan niños en las escuelas.