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Tumbando caña

Los primeros pasos de Silvio Rodríguez en México narrados por Julio Solórzano

L

os inicios de Silvio Rodríguez en México se remontan a 1975 cuando el trovador llegó a nuestro país como parte de una delegación cubana invitada por el entonces presidente Luís Echeverría como un acto de acercamiento diplomático entre Cuba y México. En ese grupo, que incluía funcionarios y artistas de todo tipo, venían, además de Silvio, Pablo Milanés, Sara González, Noé Nicola y el grupo Manguaré, punta de lanza del Movimiento de la Nueva Trova quienes ofrecieron un concierto en el desaparecido Cine París ubicado en la avenida Reforma.

De este primer contacto de los trovadores cubanos con el público mexicano fue testigo Julio Solórzano Foppa, empresario cultural quien ya tenía conocimiento del desarrollo de la Nueva Trova y sus componentes. Silvio era apenas conocido entre algunos de nosotros que le habíamos escuchado, al igual que a Pablo y otros trovadores, mediante casetes enviados por amigos cubanos. Era un joven delgaducho y tímido que poseía una buena cantidad de hermosas canciones que contenían diversas temáticas que iban de lo político a lo amoroso (más lo segundo que lo primero). Se presentaba como un compositor muy rebuscado en su quehacer, más etéreo y poético que, por ejemplo, Pablo, que siempre ha sido más directo, sin tantas metáforas.

“Los primeros trabajos discográficos de Silvio y Pablo no circulaban en México porque la empresa cubana de grabaciones, EGREM, había comprometido los derechos de distribución de gran parte de su catálogo (entre ello la Nueva Trova) con la estadunidense Columbia Records que, paradójicamente, no los distribuía. Yo había iniciado el sello Nueva Cultura Latinoamericana (NCL), pensando en un inicio para dar a conocer mis trabajos, en específico Maderas latinoamericanas (1974), y pensé en distribuirlos pero estaba ese impedimento. Entonces convine con la EGREM firmar a aquellos artistas que no estaban en el convenio con la empresa estadunidense, logré entonces incorporar en mi sello a Noé Nicola, Amaury Pérez, Sara González y el grupo Irakere, entre otros.

Fue así como me hice promotor de artistas cubanos, principalmente de la Nueva Trova. Firmé con Cubartista y empecé con Silvio, Pablo y Noé, presentándolos en un principio en pequeños foros como la Sala Chopin y auditorios de la UNAM.

Año con año los traía y poco a poco el público fue creciendo. En una de esas los incorporé en las giras de Sanampay, agrupación argentina asentada en México que dirigía Naldo Labrín y en la que cantaba Guadalupe Pineda. El concierto de arranque se hizo en la Sala Netzahualcóyotl a teatro lleno. Luego viajamos a muchos estados de la república y nos íbamos en tren porque no había para más. Eran los tiempos de pan y sardina.

Esas giras (que fueron muchas), resultaron muy importantes y aleccionadoras para Silvio y Pablo ya que empezaron a exponer sus trabajos ante un público que los empezaba a conocer.

Iniciados los años 80 el interés por Silvio y Pablo fue mayor y de foros pequeños saltaron a grandes escenarios como el Auditorio Nacional que tenía en ese entonces alrededor de 5 mil butacas.

“En aquellos años la publicidad para los conciertos era complicada porque no contábamos con suficientes recursos económicos ni medios de difusión que se interesaran en ellos. Salvo algunos impresos como el periódico Unomásuno o radiofónicos como Radio Educación y Radio Universidad; lo demás era correr la voz por medio de llamadas telefónicas, volantes y la pega de carteles en las paredes de las principales avenidas y calles de la ciudad. Yo tenía una red de pegacarteles muy buena que tapizaba todo el sur, desde la glorieta de Insurgentes hasta San Ángel, donde se concentraba el interés por estos trovadores”, cita Solórzano.

Llegado el momento, Silvio y Pablo dejaron de presentarse juntos para continuar cada quien con sus proyectos y agrupaciones. Silvio se unió a Diakara, una agrupación de jazz latino de orientación afrocubana con la que ofreció sendos conciertos como el histórico del Palacio de los Deportes el 21 de septiembre de 1991 ante cerca de 20 mil asistentes. Un hecho inusitado fue que previo a ese concierto Silvio se presentó en el programa La Movida de Verónica Castro ante el repruebo de sus seguidores.

Los años han transcurrido, Silvio Rodríguez ha seguido manteniendo contacto con México y aunque sus presentaciones son cada vez más espaciadas siempre se le espera con interés. Los conciertos que brindará en el Auditorio Nacional, 6 y 7, y en el Zócalo capitalino el viernes 10 seguro serán atendidos con la emoción de siempre.