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La muestra

La fiebre de Petrov

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▲ Fotograma de la película del ruso Kirill Serebrennkinov
F

iebre, vodka y otras alucinaciones post soviéticas. En La fiebre de Petrov (2021), de Kirill Serebrennikov, un relato no lineal, muy caótico, con largos plano secuencias y continuas dislocaciones temporales, da cuenta del estado febril de Petrov (Semyon Serzin) –autor de novelas gráficas y mécanico– y de su esposa Petrova (Chulpan Khamatova) y su hijo de ocho años. Este curioso clan familiar, sacudido por las alucinaciones, procede de la novela The Petrovs in and around the Flu (2016), del escritor ruso Alexéi Salnikov, radiografía mordaz, con toques de humor negro, del clima social en la Rusia de Boris Yeltsin.

A esa visión literaria apocalíptica de una sociedad al borde del abismo, donde resulta imposible distinguir realidad y mentira, Serebrennikov añade los ecos de su experiencia como cineasta continuamente hostigado y reducido a arrestos domiciliarios por postura crítica frente al poder. Su personaje Petrov, en deambulación urbana alcoholizada con su amigo Igor (Yuri Kolokolnikov), nos devuelve la imagen del ciudadano común, desorientado e inerme, que asiste a una serie incontenible de abusos y arbitrariedades muy fuera de su control. En una alucinación que entremezcla vigilia y sueño, un policía pone en sus manos un revolver orillándolo a ser partícipe involuntario en una ejecución masiva, un suceso apenas distinto de la racha criminal a que se libra su esposa, una bibliotecaria respetable, convertida a su vez en una asesina serial dotada de poderes sobrenaturales.

Resultará inútil buscar continuidad y lógica narrativa en una película deliberadamente desquiciada. Entre la escasez del paracetamol y la abundancia del vodka, la fiebre de los Petrov se ha vuelto tan incontenible como el malestar indefinido que se apodera de todos los que los rodean. Esta película mantiene con las oscuras cintas de Kantemir Balágov o con las excentricidades de Aléxei Guerman (¡Qué difícil es ser un Dios, 2016), correpondencias muy sugerentes. Pocos cineastas ofrecen, sin embargo, metáforas más crudas de la Rusia actual y sus delirios políticos incontrolables.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 12 y 17 horas.