Opinión
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Ciudad perdida

El estira y afloja en las horas previas al rechazo de la reforma eléctrica // El peso de la decisión de la Corte // Los obstáculos de Ignacio Mier

E

l polvo del chisme y la diatriba no dejaron ver algunos movimientos que en torno a la reforma eléctrica sucedieron poco antes del show de Alito y ese triunfo pírrico que dijo el grupo del Prian haber obtenido.

Casi una semana antes del espectáculo, en la reunión de la Junta de Coordinación Política de los diputados, dos personajes llegaron a tiempo listos para negociar, desde luego, a su favor. Ahí estaban, para lo que fuera necesario, Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano, y Rubén Moreira, quienes se quedaron con la cara de what cuando fueron enterados que lo que se pedía de ellos era un acto de compromiso con el país, o dicho de otra manera: no había nada que negociar.

Ignacio Mier, de Morena, que en esa ocasión no encontró ningún pretexto para ausentarse –regularmente no va a la Cámara bajo el argumento que tiene reuniones en el Zócalo o con el secretario de Gobernación– leyó los 12 puntos que estarían incluidos en la iniciativa y que parecían ser la condición de mayor importancia para el grupo opositor, pero nada más. En la bolsa de los morenistas ya estaba la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que declaraba constitucional la Ley de la Industria Eléctrica y la jugada de ajedrez que llevaría al Estado mexicano a decidir sobre el litio, mediante la reforma a Ley Minera, lo que dejaba sin armas a quienes pretendían lograr una negociación.

Tiempo antes, cuando en la Cámara de Diputados se dijo que la Ley de la Industria Eléctrica tenía que salir sí o sí, se buscó a personajes que, aunque ahora en otra trincheras, podrían comprometerse con el cambio que se ofrecía: los gobernadores de Jalisco y de Nuevo León tuvieron una reunión en Palacio Nacional; luego de ese encuentro, algunos diputados decidieron mirar de cerca lo que decía la ley; Mirza Flores y Amalia García, de Movimiento Ciudadano, habrían estado de acuerdo con apoyar la iniciativa presidencial, al igual que Marcelino Castañeda, del PRD.

Este último, de la alcaldía Iztapalapa, incluso se presentó en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, donde puso alguna condición para dar su brazo a torcer, pero las cosas fueron cambiando y no había respuesta a su demanda, aunque se le pedía, de igual forma, el compromiso con el país.

Así transcurrió buena parte del episodio que pudo ser de tragedia para la nación, pero que gracias a lo que los expertos llaman una jugada de tres bandas lanzada desde el mero Palacio Nacional, se logró en bien del país, pero aunque esto podría poner feliz a Ignacio Mier, es bien sabido que para él, aspirante a la gubernatura de Puebla, lo que viene no será fácil. Pasado lo anterior, el diputado sabe muy bien que no tiene ningún control sobre la bancada de su partido (Morena) y que está cercado por otro grupo importante que no soltará el poder que ha logrado. Esto apenas empieza, ¿dónde se dijo?

De pasadita

Hay muchas cosas que sin comentarse son del dominio público. Una de ellas, de mayor importancia, es el tema de la seguridad. Es necesario reconocer que a estas fechas se camina con mucho mayor tranquilidad en esta ciudad y que el comentario en las mesas de la comida ya no es el asalto que sufrió alguno de los comensales.

Pero no es suficiente y por eso la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, iniciarán para ya un programa en el que buscarán a 15 mil jóvenes para saber cuáles son sus necesidades y tratar de apoyarlos con el fin de evitar que sean coptados por el crimen organizado. Si la idea sale bien, la tranquilidad en la ciudad aumentará para bien de todos.