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Éramos hermanas del mismo dolor, recuerda Celia Piedra
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▲ No estábamos preparadas, pero ella nos enseñó, dice la cofundadora del Comité ¡Eureka!Foto Sergio Ocampo Arista
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 18 de abril de 2022, p. 8

Chilpancingo, Gro., Para mí, Rosario era más que mi hermana, y creo que también para todas las compañeras, porque gracias a ella nosotros también luchamos, porque ella nos enseñó. Éramos ignorantes, no estábamos preparadas para estas cosas, no sabíamos por dónde empezar, dijo entre lágrimas Celia Piedra, cofundadora del Comité ¡Eureka!

Doña Celia, de 78 años de edad, oriunda de San Jerónimo de Juárez, en la Costa Grande de Guerrero, aseguró que a Rosario Ibarra la quise y la quiero mucho, y siempre mientras yo viva la he de recordar.

–¿Consiguieron rescatar a desaparecidos?

–Sí, unos que estaban en el Campo Militar número 1, como Elda Nevárez, Laura Gaytán Saldívar.

Elda, Laura y su hermano Armando eran de Chihuahua, pertenecían al Movimiento Armado Revolucionario; me comentaban que se fueron a entrenar a Corea del Norte, que no les daban pasaporte para irse y que se casaron a las escondidas, y se fueron. Pero al regresar les fue mal. Su hermano hasta la fecha no aparece, narró.

–¿Qué recuerda de Rosario?

–Me platicaba que no era pobre ni rica, pero que se quedó sin familia cuando empezó a buscar a su hijo, Jesús. Me platicaba que muchas noches lloró pensando si su hijo ya había comido o si estaba bien.

Comentó que conoció a Rosario Ibarra “cuando nosotros empezamos la lucha, cuando (el presidente) Luis Echeverría visitó Atoyac de Álvarez, de ahí empezamos a luchar.

“Me platicaba Rosario que una vez fueron estudiantes de la Autónoma de Guerrero (UAG) a Puebla y les preguntó que si me conocían y le dijeron que sí, y que cómo le haría ella para platicar conmigo. Le dijeron que llamara a la UAG y que ellos estarían en el teléfono; y fui al teléfono, y me dijo ‘quiero que vengas a México’, ella acababa de llegar de Monterrey y me dio el nombre de la colonia y el número de la casa.

“Cuando llegamos nos abrió la puerta y mi hija Melina, que tenía 8 años, la abrazó y le dijo ‘tía, tía’, y le respondió Rosario ‘no soy tu tía, pero soy hermana de tu madre del mismo dolor, así que sí, de ahora en adelante soy tu tía’, y ahí empezó nuestra amistad”.