Opinión
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Aprender a morir 

Un médico itinerante

E

l hueco estadístico que acompaña al virus tampoco ha registrado los miles de millones que han obtenido las principales farmacéuticas y sus cómplices, ni a cuánto ascienden las ganancias de laboratorios y no pocos médicos con el pretexto de pruebas y tratamientos. También se ignora el monto de las incalculables pérdidas económicas ocasionadas. Opacidad sistemática y falta de ética acompañan el combate a la sobredimensionada enfermedad.

De pronto apareció ahí, en la puerta, recomendado por una amistad entrañable, con su 1.91 de estatura, barba, poblada cabellera y amplia sonrisa, con el firme propósito de no aumentar la angustia en pacientes y familiares. Médico cirujano por la UAM-Xochimilco, con especialidades en patología clínica e inmunohematología, ambas en el Hospital ABC, y epidemiólogo clínico por la UNAM, amante de la felicidad y de la vida y panteísta por decisión, con casi cuatro décadas de experiencia profesional, fue la breve presentación de Roberto Olivera Villanueva, cuyo consultorio, desde que comenzó la pandemia, es la casa de cada enfermo que visita y los asilos que recorre.

“Lo mejor que tengo son mi tiempo y mis conocimientos. Cuando empezó el covid, un día, en una farmacia, unos clientes preguntaron por un medicamento. Les dije que era médico y que podía ir a ver a su paciente. Aceptaron, dejé la clínica donde trabajaba y empecé mis visitas a domicilio, en las que procuro dedicar una parte del tiempo al paciente, otra a los familiares y una, más breve, a mí.

Si bien el covid era diferente, había experiencia vírica ante otras infecciones. Pero primero crearon necesidades para enfrentar la influenza, y como la aplicación de vacunas contra ésta disminuyó, entonces a cubrir metas de ventas de ese año y a regalar cientos de miles de vacunas. Ahí sondearon el mercado de vacunas a nivel mundial. Muchos médicos resultaron tan corruptos como otras profesiones. Aprobaron vacunas sin saber si eso funcionaría y a pesar de ello siguen recomendándolas y aplicándolas, tras desautorizar otras opciones de cura. Se nos olvida que estamos para ayudar al prójimo, no para hacer negocio como propósito. Las sugerencias para quien ha superado el virus van de acuerdo con las secuelas que se tengan, pero la vida continúa y no deben temer volverse a contagiar. Lo que sí han de saber es que por ningún motivo deben vacunarse, concluye el doctor Olivera (continuará).