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Mar de historias

El mejor

E

n las paredes de la oficina están colgadas las fotografías de los fundadores de Echánove y Casillas (Todo para sus más dulces sueños), autoridades y visitantes ilustres; también las de los trabajadores premiados por su buen desempeño en la empresa.

Néstor Salas, jefe de Recursos Humanos, se encuentra de espaldas a la ventana por donde entra la áspera luz de las cuatro de la tarde. Esa posición le permite estudiar con cierta ventaja las reacciones de Mario Leyva, uno de los trabajadores más leales, eficaces y con mayor número de reconocimientos.

Néstor: –Te veo flaco, pero me da gusto que ya estés completamente recuperado. Y la familia, ¿bien?

Mario: –Sí; unos en la escuela, otros en sus chambas.

Néstor: –Pero siéntate, o qué, ¿tienes mucha prisa? (Suena el celular, lo toma y ve la pantalla.) Es mi hijo. (Cancela la comunicación.) Nunca me llama, pero cuando lo hace es porque algo quiere. Me dijo Meche que necesitabas hablar conmigo.

Mario: –Quería decirle...

Néstor: –Calla, deja que adivine. (Sonríe y toma asiento en su sillón, tras el escritorio.) Quieres irte. ¿Ya sabes a dónde?

Mario: –A donde se pueda.

Néstor: –¡Toda una aventura! En estos momentos, me parece riesgoso. Después de tantos meses de encierro, y más ahora que estamos en semáforo verde, todo el mundo se largará a las playas. (Suena el interfono.) Sí, Meche, dígame. ¡Fernández! Con esta van cinco veces... Qué pena que esté llorando, pero ya no se puede hacer nada... ¿Por qué insiste?... Pues dígaselo otra vez y adviértale que ni venga, porque no voy a recibirlo. Ah, y por favor no vuelva a interrumpirme: estoy ocupado con Mario.

II

Néstor Salas toma una pastilla, bebe un poco de agua y retoma la conversación con Leyva:

Néstor: –Me decías de tus vacaciones.

Mario: –No hablé de eso.

Néstor: –¡Cómo no! Me dijiste que querías irte.

Mario: –Sí, pero no me dejó terminar: quiero irme de la empresa.

Néstor (atónito): –¿De dónde?

Mario: –De aquí. El día 30 será el último que venga. Quise informárselo desde que regresé de mi permiso, pero hasta hoy me dio cita Meche.

Néstor: –Ya sabes cómo es esto. No tengo ni un minuto libre. A veces me voy a la casa y desde allá sigo atendiendo asuntos...

Mario: –Créame: no estoy aquí para causarle más problemas. Sólo vine a pedirle que acepte mi renuncia.

Néstor: –A ver, a ver; vamos a calmarnos...

Mario: –Estoy calmado, pero quiero irme.

III

Néstor: –Voy a hacer de cuenta que acabas de entrar y que no hemos hablado.

Mario: –Pero lo hicimos. Repito: quiero irme.

Néstor (entrecierra los ojos): –¿Qué se me hace que nos dejas por otra? No pongas esa cara: es broma. Mira, eres un buen trabajador. No dudo que la competencia te haya echado el ojo. Aquí entre nos, ¿de qué firma se trata?

Mario: –No me han llegado ofertas de ninguna parte, pero de todos modos quiero irme.

Néstor: –Aquí has crecido, tienes todos los reconocimientos. (Se levanta y se acerca a las fotos colgadas.) Mira, cuando recibiste el Premio a la Puntualidad. En las de acá te están entregando tus diplomas como Vendedor del Año. Todos esos premios te los has ganado con tu esfuerzo.

Mario: –Sí, para someterme a las rutinas y después a los cambios de la noche a la mañana, sin explicaciones. (Sonríe) Lo más difícil ha sido acostumbrarme a las bromas que usted hace después de darnos una mala noticia o despedir a alguien. En eso siempre me pareció como un padre golpeador que maltrata a sus hijos y luego los consuela con una pizza.

Néstor: –Las comparaciones nunca son buenas, y menos ahora. Dime la verdad: ¿por qué quieres irte?

Mario: –En resumen: estoy cansado y necesito un cambio. También, porque ya basta de seguir matándome por Echánove y Casillas, para que después, por cualquier motivo, me despidan, como a Fernández, y me pase días llorando, suplicándole al jefe de Recursos Humanos en turno que me tome la llamada o me reciba. En fin, son tantas cosas...

IV

Néstor: –Siempre pensé que aquí estabas contento. ¿Qué te hizo cambiar?

Mario: –Lo que menos se imagina: haberme contagiado de covid. Durante el aislamiento tuve mucho tiempo para pensar en mí, en lo que hice con mis mejores años.

Néstor (señala hacia las fotos): –Allí tienes la prueba de que los invertiste muy bien.

Mario: –A lo mejor, no sé. (Habla para sí mismo.) Cuando el doctor me dio de alta, mi mujer, mis hijos, todos dijeron que lo mío era como una resurrección. También lo creí y pensé: ¿por qué o para qué sucedió este milagro? No será para que siga con la vida de antes, sin correr riesgos y sin aspiraciones.

Néstor: –No te comprendo: estás renunciando al trabajo cuando hay miles de personas que darían cualquier cosa por tenerlo aunque fuera un día a la semana. Además, piensa en algo muy serio: si renuncias no te llevarás ni un centavo, ¡nada!

Mario: –Le prometo que ni siquiera me llevaré mis diplomas por ser el más puntual y el vendedor estrella de Echánove y Casillas... (mira fijamente a Salas), donde uno puede encontrar todo para los más dulces sueños.

Néstor: –Ya, hablando en serio, ¿qué quieres?

Mario: –Empezar mi nueva vida, ser yo. Eso es todo.