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Fue maestro hasta el final de su vida: Alicia Torres
 
Periódico La Jornada
Lunes 7 de marzo de 2022, p. 7

Enrique González Rojo Arthur fue maestro hasta el final de su vida. “Cuando le preguntaban dónde había dado clases, respondía: ‘mejor pregúntenme dónde no he dado clases’”, comparte su viuda, Alicia Torres.

El poeta, filósofo y político, de quien el sábado pasado se conmemoró su primer aniversario luctuoso, estuvo además en muchos círculos de estudio: Cantidad de compañeros que conozco están trabajando en diferentes instituciones educativas se empezaron a formar en estos círculos de estudio y después fueron maestros, relata Torres a este diario.

En las vacaciones largas que teníamos, íbamos a diferentes partes de la República a dar conferencias y charlas. Una vez en Zacatecas íbamos con los campesinos y los estudiantes, a comunidades.

Recuerda que los fines de semana, íbamos con varios sindicatos a platicar con los obreros. En el Frente Auténtico del Trabajo Enrique y yo trabajamos durante alrededor de cuatro años; cada viernes a platicar con la dirección. Era muy disciplinado y seguíamos al pie de la letra nuestra tarea; espero que haya quedado algo de todo eso que trabajó.

Desde muy joven, Enrique González Rojo Arthur (CDMX, 1928-2021) se convirtió en maestro, relata Alicia Torres: “Era alumno del último año de filosofía cuando el director de la Preparatoria 6 fue a pedirle al de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México alumnos a punto de terminar de hacer su tesis o de concluir la carrera.

No había en ese momento lo que el maestro quería. Entonces pidió a los más adelantados que estuvieran interesados, pues necesitaba maestros para filosofía y lógica. Enrique empezó a esa edad. Desde entonces se dedicó a dar clases.

Luego dio clases en el Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Vallejo, en la Academia de Historia. Más adelante se fue a la Universidad Autónoma Metropolitana.

Al doctor Luis Villoro, de los fundadores de esa universidad, le tocaba organizar el departamento de humanidades y le contó a Enrique que todos los días escuchaba el programa de filosofía que daba por Radio UNAM y le encantaba. Cuando buscó maestros para esa disciplina en la UAM Iztapalapa, lo invitó.