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l pintor Carlos Pellicer López ha estado repartiendo los tesoros de la herencia de su célebre tío, el gran poeta mexicano Carlos Pellicer, nacido en 1897 y fallecido en 1977. Hijo de su hermano Juan Pellicer Cámara, el niño y luego el joven Carlos, hoy convertido en pintor reconocido, vivió al cuidado del gran poeta de Tabasco.

Emocionado por la celebración del 125 aniversario del natalicio de su tío en Bellas Artes, el pintor donó su obra a esa institución.

Cuando murió mi tío Carlos, hace ya casi 45 años, me tocó heredar, entre tantas bendiciones, la mitad de su colección de pintura. Desde entonces, empecé a pensar dónde y cómo acomodar ese universo.

Pellicer López, pintor, entregó los bienes de su tío y, en vista de su generosidad, mucho me temo que ya no le quede nada, salvo el extraordinario retrato que Diego Rivera hizo del poeta Pellicer, el cual permanece colgado en un muro de su casa en las Lomas.

Es natural que Pellicer López hable de los múltiples museos del mundo, el Louvre, el Prado, el Hermitage, porque desde niño vivió al lado del poeta, quien resultó también museógrafo, como demuestran la residencia en la avenida Altavista, la Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, que Juan O’Gorman construyó para sus dos admirados maestros, y que reabre sus puertas a los visitantes.

Desde muy joven, el poeta Carlos Pellicer comenzó a reunir los más variados objetos, piezas arqueológicas, libros, artesanía popular, grabados y fotografías que forman su colección. Como tenía el instinto de un gran artista y el buen gusto de quien sabe reconocer el talento de otros, se hizo de un acervo extraordinariamente valioso.

Durante un tiempo, Pellicer Cámara trabajó en Bellas Artes y organizó exposiciones de Clausell, José María Velasco, Cordero, Orozco y Dr. Atl. Muy joven, también fue amigo de otros creadores, y esa amistad lo convirtió en un crítico de pintura fuera de serie. Su sobrino ahora le rinde homenaje: “Con los años me he vuelto más chillón de lo que ya era, pero pude leer mi discurso de entrega de bienes en Bellas Artes con voz serena. También el discurso de la secretaria de Cultura, Ale Frausto, estuvo muy bonito. El presidente Andrés Manuel López Obrador mandó un video con sus recuerdos de mi tío. Durante la ceremonia, que presidió Beatriz Gutiérrez Müller, se presentó una estampilla postal, un billete de lotería que ya se jugó. La directora de Bellas Artes, Lucina Jiménez, que es tan linda, me acompañó, así como Horacio Franco y Arturo Beristáin.

De la familia estábamos Julia y nuestros dos hijos, Gabriel Cámara, primo hermano de mi tío; su esposa, y su hija Gabriela –informa Carlos Pellicer López con una enorme sonrisa.

“Me sentí muy a gusto, muy emocionado y muy tranquilo. Mi padre y mi tío siempre quisieron vivir en casas contiguas. Nos cambiamos a las Lomas a finales de 1952, cuando yo tenía cuatro años, la de nosotros era el 775 y la de mi tío el 779 de Sierra Nevada. A mí me tocó la suerte de estar cerca de mi tío, porque me divertía mucho lo que él hacía y platicaba. Cuando cumplí 11 años, en 1959 (quien tenía 62 años), me pagó el boleto de avión para ir a Tabasco. Fue un viaje maravilloso. Yo creía que mi tío tenía un departamento en Villahermosa, pero cuando llegué me di cuenta de que vivía, literalmente, bajo la escalera del viejo museo, y ahí sólo cabían un catre y unas cajas de jabón encimadas que convirtió en ropero. A mí me mandó al mejor hotel de entonces en Villahermosa, el Mansur, a unas cinco cuadras del museo. ‘Fíjate muy bien por donde caminas niño, porque mañana te vienes solo’. A las 10 de la mañana llegué a desayunar con él tamales y atole que le compraban sus compañeros de trabajo.”

–¿Fuiste el sobrino favorito de tu tío Carlos?

–Te voy a decir que sí, porque los intereses de mi hermano no eran tanto como los de mi tío: a él le gustaban los toros. Yo me metí a la biblioteca de mi tío. ¡Imagínate ver de cerca los cuadros de Velasco, los dibujos del Dr. Atl, a quien conocí y vi dibujar! Pude acompañar a mi papá; imagínate qué maravilla ir a la calle de Pino para ver al Dr. Atl! Conocí a Germán Arciniegas, platiqué con Manuel y Lola Álvarez Bravo, con Armando Salas Portugal, con Carlos Chávez, con Diego Rivera, a quien le llevé chocolate de Tabasco que le mandaba mí tío; imagínate qué grandes regalos me ha dado la vida.

“Me tocaron muchas fortunas por mi tío. Qué bueno que mi parte de la colección ya está en el Museo Nacional de Arte, y qué bueno que ahí se ocupen de cuidarla y difundirla. Pude tener una vida de privilegio desde niño, porque, sin darme cuenta, como te digo, las personas que llegaban a la casa de mi tío, yo me hacía guaje y me quedaba en las reuniones con el Dr. Atl. De la gente que iba a visitar a mi tío... era divertido todo ese mundo que juntaba mi tío en la biblioteca, en medio de piezas arqueológicas, cuadros, recortes de periódicos, fotografías que ponía en los estantes... era maravilloso. Mi tío era un hombre muy teatral, en el mejor sentido de la palabra. Imagínate lo que me sucedía al pasar en la mañana a saludarlo y oírlo decir: ‘A ver, niño, te voy a leer lo que acabo de escribir’. Me leía un soneto recién escrito y me daba risa que me preguntara qué me parecía. Una vez me atreví a hacerle un comentario, ‘Tienes razón’, me pasó el poema y me dijo pluma en mano: ‘Favor de tachar eso que no está bien escrito’. ‘¡¿Cómo?!’ ‘Tienes razón niño, no está bien escrito y hay que tacharlo’. Así, le corregí ‘Esquemas para una nueva oda tropical’, en el que afirmó que el árbol era un roble, y yo me atreví a decirle: ‘Maestro, robles no hay en la selva’. Se quedó pensativo: ‘Tienes razón, hay que corregir eso’.”