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El legado de la migración indígena
E

n un taller de tapicería del Sur del Bronx, una de las cinco regiones más pobres de Estados Unidos, se encuentra Esteban un indígena del pueblo náhuatl originario de la mixteca poblana. Don Esteban, como le conocen sus amigos, es un líder migrante, de esos de la vieja escuela. Desde muy joven, Esteban se vio obligado a salir de su pueblo Teopantlán al estado de México, después del cobarde asesinato de su padre: Tres días después de que salí de la primaria, mi tía Susana me llevó a la ciudad, pues temían que me pasara lo mismo que a mi papá, narra con tristeza. Llegó a Chimalhuacán, ahí aprendió diversos oficios, como el despechar en una tienda de abarrotes, coser huaraches y reproducir casetes en La Merced. Por este último oficio fue detenido en dos ocasiones, en la última, sufrió tortura y fue obligado a testificar contra las personas con las que trabajaba. Él sabía que al denunciarlos ponía en riesgo su integridad y la de su familia, por ello tomó la decisión de migrar a Tijuana para refugiarse. Tres meses después, movido por el sueño americano, decidió ir a Estados Unidos.

Llegó a Nueva York en 1990, aún recuerda los primeros días que pisó suelo americano: La familia de mi pareja me llevó a una maquila. Me dijeron que me pagarían 2 centavos por pieza de ropa deshilachada. Pensé que con ese dinero no podría apoyar a mi familia en el pueblo. Tan sólo duró unas horas en este lugar y regresó su hogar. Les conté que había dejado el trabajo. Mi cuñado me platicó que en una tapicería necesitaban a un costurero, le dije que yo sabía coser. Fui al taller, pero me dijeron que estaba muy chamaco, pero me enseñarían. No podía negarme a esa oportunidad, así que al día siguiente me dirigí al lugar. Después de varios días de probar sus capacidades, decidieron contratarlo.

La añoranza de su tierra, hizo que Estaban regresará a México cinco años más tarde. Duró unos meses en su pueblo y regresó a Nueva York para juntar dinero y comprar un equipo de sonido, pues quería dedicarse a tocar en las fiestas en su pueblo Teopantlán. El plan resultó a la perfección. Tres años más tarde, logró su cometido. “Me iba muy bien, tocaba en San Martín, en Teopantlán y otros pueblos cercanos. Como la comunidad comenzó a migrar, ya mandaban dinero para hacer fiestas a lo grande.

Todo iba bien, el único problema es que no había quién me ayudara con el sonido, porque todos los hombres se iban a Estados Unidos. En el pueblo únicamente había mujeres, ancianos y niños”. Ante esto, Esteban decidió volver a Nueva York para mantener a su pequeño hijo y a su esposa. Junto con él se fueron a probar suerte sus hermanos. Esta tercera travesía comenzó con un rencuentro que le daría un nuevo rumbo a su vida. Su antiguo jefe le ofreció volver a trabajar con él. No se imaginaría que cuatro años más tarde se quedaría al frente del negocio, en donde trabajó por más de una década.

El cruel asesinato en Queens de una joven mujer oriunda de Teopantlán, hizo que Esteban decidiera juntar a su comunidad que se encontraba en Nueva York y en California, esto para recaudar dinero y apoyar a la familia en los gastos funerarios. Fue la primera muerte del pueblo aquí en Estados Unidos. Me dio coraje que no salió en ningún medio. Cuando somos migrantes, indígenas e indocumentados, nos enfrentamos a muchas cosas, una de ellas es la falta de justicia. Esteban reunió en unas horas, más de mil 500 dólares para apoyar a la familia. Fue ahí cuando pensó que unir a la comunidad no sólo en tragedias, podría ayudarles a sobrevivir en este país.

Gracias a la articulación que Esteban realizó con otros teopaneros, en febrero de 2006 comenzó la celebración de la fiesta patronal de su pueblo en Nueva York. Esteban, sin querer, resaltó con este evento el sincretismo que se vive en su comunidad. “En esta fecha se celebra el Altepeihuitl, que dentro de los pueblos indígenas es la petición de un buen año al sol y a la lluvia, pero con la Conquista, nuestro pueblo adoptó la fiesta de Santiago Apóstol”. Llegó el día, nunca imaginó la respuesta de la comunidad teopanera. Vino gente de otros lugares. Tuvimos que comprar comida de emergencia, pues la que teníamos, no nos alcanzó. Esta noble acción, hizo que su pueblo se uniera en una nación distinta a la suya, donde el amor por sus costumbres y sus raíces los hizo encontrarse. Después de ese año, la fiesta se realizó en los demás condados de Nueva York, hasta la fecha se sigue celebrando en Queens.

En 2014, Esteban conoce el NewyorkTlan por los periódicos, que es un festival binacional donde familias de México y Estados Unidos se reunifican. Buscó al organizador del evento, fue así que, dos años más tarde, logra que su madre, doña Dominga, se rencuentre con él y sus hermanos. Esteban y Marco Castillo, fundador del NewyorkTlan, deciden comenzar una organización transnacional conocida como la Red de Pueblos, buscando resaltar los liderazgos de la comunidad migrante en Estados Unidos.

Nos juntábamos en un cuarto, en la parte trasera del taller para hablar de las principales necesidades de las personas migrantes indígenas. Éramos dos personas más, Marco y yo. Queríamos apoyar a las a las comunidades que viven aquí y quieren ayudar a sus familias allá en México. Desde entonces se han dedicado a articular en otras regiones, no sólo de Puebla, sino de Guerrero, Oaxaca y Tlaxcala; se imparten cursos, capacitaciones, y se impulsa que cada año se realice el NewyorkTlan. Queremos ayudar a que las y los paisanos no sufran lo mismo que nosotros, pues a los que llegamos antes nos tocó picar piedra. Ahora los poblanos ya se han mudado a otros lugares. Casi no hay poblanos aquí en el Bronx, hay más gente de la Montaña de Guerrero. Nos cuenta don Esteban con cierta nostalgia, cuando se dispone a seguir cosiendo en su máquina, casi sin percatarse que es un referente para más pueblos indígenas, que deciden migran a Nueva York.

En estos más de 30 años que ha vivido en Estados Unidos, ha sido importante para él mantener vivas sus raíces en un país extranjero, como formas de revertir la marginación y el olvido que enfrentan los pueblos en esta gran urbe.

* Integrante del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan