Opinión
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La muestra

Algunas bestias

E

n una isla de Chile una pareja, dueña de la única casa habitable, contempla la idea de construir un atractivo turístico que dé mayor vida a ese lugar inhóspito. Para lograr sus fines, Alejandro (Gastón Salgado), un hombre de origen modesto, muy poco estimado por la familia de su esposa, Ana (Millaray Lobos), invita a la isla a sus suegros, personajes de clase media alta, con el fin de persuadirlos a que inviertan en ese proyecto azaroso.

Esa operación de seducción y reacomodo afectivo la observan, con una curiosidad teñida de indolencia, los dos hijos adolescentes de la pareja, Máximo (Andrew Bargsted) y Consuelo (Consuelo Carreño). Pero los personajes clave, en quienes converge el mayor interés de la trama, son los abuelos invitados: un hosco aunque hipócritamente afable Antonio (Alfredo Castro) y su mujer, Dolores (Paulina García), un ser neurótico narcisista.

Algunas bestias (2019), segundo largometraje del chileno Jorge Riquelme Serrano (Camaleón, 2016), es la crónica de una descomposición familiar provocada, en lo esencial, por razones económicas, y que ilustra, de modo elocuente, las deficiencias de un sector de la sociedad chilena.

Un clima de zozobra va instalándose en esa casa a medida que colpasan los servicios cuyo buen funcionamiento dependía del intendente Nicolás (Nicolás Zárate), quien huye de la isla en la única embarcación disponible, harto del desdén y los abusos de sus patrones.

Las fricciones en la familia aumentan: reproches, insultos, acosos sexuales... El nervioso despertar erótico de los adolescentes tiene como contraparte la incontinencia sexual de una mujer madura (Paulina García), renuente a aceptar el desgaste físico de la vejez, hasta el punto de explotar en cólera contra su nieta por el presunto robo de un lápiz labial suyo. La pareja dueña de la casa, procura afianzar sus lazos afectivos y protegerse del embate perverso de los abuelos que buscan imponer su orden.

No es un azar si el director ha elegido para su cinta un título tan elocuente. La colaboración del cineasta con los responsables de fotografía y diseño de sonido contribuye a crear una atmósfera de malestar moral y desasosiego.

Una escena clave, interpretada por el abuelo y su nieta en un espacio claustrofóbico, rebasa todo lo imaginable en materia de sordidez y decadencia. El duelo de actuaciones entre Alfredo Castro y Paulina García confiere un vigor a este segundo trabajo de un realizador que resultará un talento perturbador e incómodo para no pocas audiencias.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional, a las 13 y 18:30 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1