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Pandemia: vacunas, refuerzos, elecciones
A

últimas fechas, la atención pública continuó concentrada en el empeño mundial de vacunación. En especial, ha tenido lugar un agudo debate sobre otorgar prioridad a la aplicación de terceras dosis –como suele aludirse a los refuerzos aplicados a personas que ya han sido vacunadas– o a la de primeras dosis, destinadas a quienes aún no han tenido acceso a inoculación alguna. Se ha sugerido un eslogan para expresar preferencia por la segunda opción: primero las primeras: dése prioridad, vacúnese primero a quienes todavía carecen de esta protección, más que inmunizar de nuevo a quienes han recibido ya, según la vacuna de que se trate, una o dos dosis.

Hasta mediados de mayo, el total de vacunas aplicado en el mundo se situaba en 4 mil 720 millones. Hasta ahora, sólo Emiratos Árabes Unidos ha aplicado más de 160 dosis por cada 100 residentes; otros 16 países y territorios alcanzan a entre 130 y 160 y 14 a entre 100 y 130. En el otro extremo de la escala, 42 naciones sólo han vacunado a entre 10 y 40 de cada 100 residentes; 38 a entre uno y 10 y 12 a menos de uno por ciento.

Como la mayor parte de las siete vacunas hasta ahora en uso requiere de dos dosis, aplicadas con intervalos variables, hay menos certidumbre del número de personas inoculadas. Lo afectan también, entre otros factores, el rechazo religioso o ideológico, la pérdida de dosis originada en problemas logísticos y la baja capacidad de los sistemas nacionales de salud, sobre todo en países pobres.

Los argumentos que apoyan la necesidad de aplicar una tercera dosis se basan sobre todo en lo que aún no se sabe sobre el virus y sus variantes; es decir, más en las numerosas incertidumbres que en las escasas certezas. Por ejemplo, se estima necesario comenzar cuanto antes la aplicación de refuerzos porque se piensa que el grado de protección ofrecido por las vacunas declina tras medio año, porque las comorbilidades pueden aumentar la vulnerabilidad ante las variantes del virus, porque se ha relajado la aceptación y observancia de las medidas de prevención de contagios, incluso las más elementales como el uso de cubrebocas en espacios públicos cerrados. En algunos casos, el alcance de la política de aplicar cuanto antes las terceras dosis se ha restringido a la población en mayor riesgo, sobre todo a personas con cuadros de inmunodepresión de diversos orígenes.

En cambio, parecen mucho más fuertes los argumentos en favor de adoptar el criterio de primero las primeras. Los presentó en forma compendiada el ex premier británico Gordon Brown en un artículo reciente: aunque se basan en asuntos relacionados con la equidad y la eficacia, están en última instancia asociados al interés directo de los países que han acaparado porciones exageradas de la disponibilidad global de vacunas. Han sido expresados también por los dirigentes de la OMS. Se concretan en una idea que también se ha expresado en diferentes ocasiones en estas notas: nadie estará a salvo de Covid-19 mientras no estén a salvo todos. De prolongarse una situación como la que se vive desde el inicio del verano, caracterizada por frecuentes erupciones de la pandemia, severas pero limitadas territorialmente, existe el riesgo de que los países con baja vacunación –que son la mayoría en número y en población– se conviertan en áreas de aparición de nuevas variantes del virus, algunas de las cuales pueden no ser contenidas por las vacunas disponibles. Es imperioso, por tanto, que Covax, el instrumento multinacional de acopio y distribución racional de las vacunas, recupere y alcance su propósito originario.

Dado que en el horizonte del presente y el próximo año es razonable suponer que, al prevalecer los criterios comerciales para la adquisición de vacunas por los gobiernos nacionales y continuar menudeando los anuncios de compras a todas luces excesivas por países y bloques regionales avanzados, continuará manifestándose una hiperconcentración de vacunas en los países de mayor ingreso, la reactivación efectiva de Covax exigirá nuevas decisiones políticas del G7 y el G20.

La muy adelantada elección general en Canadá, convocada para mediados de septiembre, quizá la convierta en la primera motivada de manera directa por la pandemia. Es claro que ésta ha influido en los procesos electorales de los dos últimos años, pero el primer ministro Justin Trudeau pidió la disolución del Parlamento y el adelanto de la elección, por dos años, aludiendo explícitamente a la necesidad de que sean los canadienses quienes decidan sobre las modalidades de manejo de la pandemia y de sus consecuencias económicas. Se trata, dijo, de un momento crucial para la vida de la nación. La prensa recordó que Trudeau goza de un índice alto (46 por ciento) de aprobación y que su política de acumulación de vacunas muy por encima de las necesidades básicas de la población ha sido críticada en los círculos multilaterales.