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¿La fiesta en paz?

Partidos sin arrimarse // Un 20 de mayo, Gaona y Arruza nacieron a la inmortalidad

H

ará unos 40 años que los partidos políticos de algunos países empezaron a desentenderse de la tradición taurina de éstos, sabedores de que el Consenso de Washington y el pensamiento único ven con buenos ojos y mejores subsidios a las organizaciones que coquetean con los postulados animalistas y el falso humanismo, habida cuenta de que hoy las ideologías se inclinan según los donativos, incluidos los grupos de presión llamados antitaurinos y sin tomar en cuenta al impresentable Partido Verde Ecologista.

Por eso en el estrepitoso y fallido coro electorero de estos días no ha habido partidos ni candidatos que se atrevan a prometer −es su especialidad− defender y fortalecer la rica tradición taurina de México como expresión identitaria y como valor cultural inmaterial. No es políticamente correcto ni ideológicamente bien visto ni menos culturalmente entendido, precisamente por el falso humanismo que suscriben unos y otros.

Si bien un partido político de reciente aprobación −Fuerza por México− ha encontrado la fórmula para promover candidaturas a diputaciones y alguna alcaldía con matadores de toros y un rejoneador. A saber si tan singulares aspirantes a puestos de elección popular atinan a defender su actividad profesional junto con sus promesas de campaña. Otro partido, lo que queda del PRD, también se animó a postular a dos o tres candidatos a diputados entre gente de coleta, pero lo que debería ser un apoyo franco y declarado a la fiesta de los toros −estamos en México no en Inglaterra− entre la docena de partidos políticos, no hay. Ante este despliegue de indiferencia, falta ver cuántos aficionados y taurinos acuden a votar.

En todo caso, salvo El Toro Félix y su heredera al cargo de gobernador, su hija La Torita Evelyn, en el agraviado estado de Guerrero, nadie más se atrevió a mencionar siquiera la palabra toro y el neologismo torita, por si alguien pensaba que la increíble modalidad de las dinastías democráticas había terminado con los Moreira en Coahuila o que no se repetiría con los Monreal en Zacatecas. ¡Ah, qué la democracia y sus aproximaciones!

A los villamilenials −ingenioso vocablo del cronista Luis Eduardo Maya que define a los villamelones entre 20 y 40 años que con aire de suficiencia y formados por manipuladoras tecnologías hablan de lo que mal entienden, incluido el tema los toros− se les escapan algunas fechas claves, ya porque las ignoran o, peor, porque las han olvidado, gracias a ese siniestro plan empeñado en borrar la memoria de los pueblos para despojarlos de referentes confiables de su propia valía y creatividad y sumarlos al pensamiento único que decide qué expresiones genuinas merecen la aprobación de su impositivo cuanto ignorante criterio.

20 de mayo es trascendente en la tauromaquia mexicana porque un martes de esa fecha falleció en 1975 uno de los toreros más grandes en la historia universal del toreo, El Califa de León Rodolfo Gaona, quien desde su alternativa en 1908 hasta su retirada en 1925 compitió y muchas veces superó a los mejores de aquí y de allá, por su celo y por un insuperable sello de elegancia, así como por un insólito sentido del tiempo al realizar las suertes. Y un 20 de mayo pero de 1966 perdió la vida en la carretera de Toluca a México El Ciclón Mexicano Carlos Arruza, otro inmenso torero cuya personalidad, talento y fuerza interior lo convirtieron en una de las figuras más relevantes de los ruedos del mundo en sólo 13 años de matador y luego al cosechar inolvidables triunfos como sensacional rejoneador. ¡Salud, inolvidables maestros de los tres tercios!